Por qué otro mandato de Trump cambiará el comercio global tal y como lo conocemos
Los aranceles podrían alcanzar los niveles de los años treinta, lo que podría resultar en una guerra comercial mundial o en un sistema liderado por Estados Unidos contra China
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En su primer mandato como presidente, Donald Trump resucita los aranceles como herramienta de diplomacia económica, empleándolos regularmente como arma para extraer nuevos acuerdos comerciales de otros países. El resultado fue un sistema de comercio mundial con algo más de tensión, pero en gran medida intacto. Si Trump lleva a cabo lo que ha presentado en campaña, su posible segundo mandato sería muy distinto. Más que una herramienta de negociación, el aumento de los aranceles sería un fin en sí mismo. Según una estimación, los aranceles podrían alcanzar su nivel más alto desde la década de los treinta.
A corto plazo, algunos precios subirían en Estados Unidos y el crecimiento económico podría resentirse a medida que los consumidores y las empresas se adaptasen a los nuevos impuestos sobre los bienes importados. El impacto a largo plazo depende fundamentalmente de si otros países toman represalias, y de hasta qué punto Trump estaría dispuesto a negociar. El resultado podría ser cualquier cosa, desde una guerra comercial total hasta un nuevo sistema comercial entre los aliados de Estados Unidos como consecuencia de su frustración colectiva respecto a China.
Un nuevo mandato de Trump podría asumir que "el sistema comercial global de finales del siglo XX no es sostenible", dice Oren Cass, fundador de American Compass, un think tank conservador cercano a los asesores de Trump y que respalda el plan arancelario del expresidente. "El final del proceso no es una especie de negociación en la que todos volvamos a 1995", cuando entró en vigor la Organización Mundial del Comercio. Más bien, es un "reequilibrio fundamental".
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El consenso de libre comercio que prevaleció desde 1995 hasta la elección de Trump en 2016 no va a volver, aunque gane la vicepresidenta Kamala Harris, la candidata demócrata. Ella podría añadir a la mezcla los aranceles impuestos a China durante el primer mandato de Trump y el apoyo a la fabricación supervisado por el presidente Biden. Pero esto representaría cambios graduales, mientras que un Trump reelegido podría rehacer fundamentalmente el sistema de comercio mundial. No obstante, los planes de Trump siguen rodeados de incertidumbre. Propuso un arancel general del 10%, más tarde del 10% al 20% y al menos una vez llegó a decir que del 50% al 200%.
También ha planteado un arancel del 60% sobre los productos procedentes de China, o incluso más. Asimismo, ha sugerido la reciprocidad, es decir, que los aranceles estadounidenses se equiparen a los de sus socios. Esto no afectaría a México ni a Canadá, que en virtud del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá o USMCA (por sus siglas en inglés) negociado en el primer mandato de Trump no imponen aranceles a EEUU. Pero Trump ha dicho por separado que los automóviles procedentes de México se enfrentarían a aranceles del 100%. En cambio, México no impone aranceles a los automóviles fabricados en Estados Unidos. En definitiva, nadie sabe lo que Trump tiene en mente.
Trump ha dicho que los automóviles procedentes de México se enfrentarían a aranceles del 100%
Si resulta que el arancel sobre China es del 60% y el del resto del mundo es del 10%, el arancel medio de EEUU, ponderado por el valor de las importaciones, saltaría al 17% desde el 2,3% en 2023, y el 1,5% en 2016, según Evercore ISI, un banco de inversión. Sería el más alto desde la Gran Depresión, después de que el Congreso aprobara la Ley Arancelaria Smoot-Hawley, que desencadenó un aumento mundial de las barreras comerciales. Los aranceles estadounidenses pasarían de ser de los más bajos a los más altos entre las principales economías, y si otros países tomaran represalias, el aumento de las barreras comerciales mundiales no tendría precedentes modernos, afirma Doug Irwin, historiador del comercio del Dartmouth College. Es probable que los aranceles más elevados se mantengan durante años, incluso si un futuro presidente llega a la conclusión de que son un error. "Estas cosas son fáciles de imponer y difíciles de eliminar", dice Irwin. "El proyecto de eliminar las barreras comerciales que se acumularon durante la Gran Depresión llevó décadas".
La mayor incógnita que planea sobre los planes de Trump es hasta qué punto estaría dispuesto a rebajar los aranceles a cambio de concesiones. Durante su primer mandato, asesores centristas moderaron sus impulsos más proteccionistas, y Trump acaba utilizando los aranceles para renegociar acuerdos con socios comerciales. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte se convierte en el USMCA, Corea del Sur acepta modificar el Tratado de Libre Comercio entre Corea y Estados Unidos y Japón reduce las barreras a los productos agrícolas estadounidenses.
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Sin embargo, no está claro si este sería el modelo para un segundo mandato, ya que él y sus asesores han dado señales contradictorias. Scott Bessent, exdirector de inversiones de Soros Fund Management y actualmente asesor de Trump, dice en una entrevista con Bloomberg en julio que el plan arancelario de Trump no se aplicaría de golpe: "Se introduciría gradualmente. Y también creo que se daría a otros países la oportunidad de abrir sus mercados".
Robert Lighthizer, que como embajador de comercio fue el autor de la estrategia comercial del primer mandato de Trump y que sigue siendo un influyente asesor, dice que el objetivo de los aranceles debería ser la eliminación del déficit comercial de Estados Unidos. Eso podría significar aranceles elevados indefinidamente, incluso si otros países hacen concesiones. Trump ha señalado que unos aranceles más altos recaudarían dinero para bajar otros impuestos, lo que sugiere que él también los considera permanentes. Clete Willems, que trabajó con Lighthizer y en la Casa Blanca de Trump y ahora es abogado en Akin Gump, dice que el resultado más probable sería una mezcla de negociación y, en última instancia, aranceles más altos. "Vamos a entrar en un entorno de aranceles más fuertes, pero todas las decisiones de su diseño están abiertas a discusión", dice. "Hemos hablado de Trump el hombre de los aranceles. No olvidemos a Trump el negociador".
El Congreso contra la Casa Blanca
En el primer mandato de Trump, el Congreso, y en particular los republicanos, se opusieron a menudo a su proteccionismo. Cuatro años después, el partido se ha alejado del libre comercio; este año, la plataforma electoral respaldó los aranceles generalizados de Trump. Si los republicanos salen de las elecciones del mes que viene con el control de la Casa Blanca y tanto de la Cámara de Representantes como del Senado, es probable que concedan a Trump un margen de maniobra sustancial. Los republicanos también están ansiosos por ampliar su recorte de impuestos de 2017, gran parte del cual expira a finales de 2025. Los aranceles podrían compensar parte del coste estimado de 4 billones de dólares en 10 años. Aunque solo el Congreso puede modificar permanentemente los aranceles, varias leyes ya otorgan al presidente la potestad de elevarlos indefinidamente.
Los republicanos podrían decirse a sí mismos: "'No tengo que votar a favor, financia cosas que me interesan y, francamente, no está legislado, por lo que es mucho más fácil revertirlo'", dice Rohit Kumar, antiguo asesor del líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, que ahora trabaja en PwC. Mientras tanto, en CNBC el mes pasado, Jason Smith, el republicano que preside el principal comité de impuestos y comercio de la Cámara, planteó la posibilidad de plasmar en una ley los aranceles de Trump a China, lo que "puede recaudar mucho dinero, cientos de miles de millones de dólares".
En el primer mandato de Trump, el Congreso, y en particular los republicanos, se opusieron a menudo a su proteccionismo
No obstante, los republicanos se muestran mucho menos partidarios de imponer aranceles a otros países que no sean China. Aunque están abiertos a su uso como moneda de cambio sobre medidas que algunos consideran discriminatorias para Estados Unidos, por ejemplo la tasa fronteriza prevista por la Unión Europea sobre el contenido de carbono de importaciones como el cemento y el acero, los impuestos mínimos corporativos y quizá los impuestos sobre el valor añadido (que gravan las compras nacionales, incluidas las importaciones, pero no las exportaciones).
Canadá y México podrían estar en el punto de mira cuando se revise el USMCA en 2026. También China podría verse presionada para cumplir las condiciones del acuerdo comercial que alcanzó en el primer mandato de Trump. Los países con los que Estados Unidos no tiene déficits comerciales persistentes, como Gran Bretaña, podrían recibir un mejor trato. "Creo que es una oportunidad para que todos despierten y se den cuenta de que tenemos todo tipo de herramientas para llevar a la gente a las negociaciones", dice el congresista Kevin Hern (republicano por Oklahoma), presidente del Comité de Estudio Republicano, un influyente grupo de republicanos conservadores de la Cámara de Representantes.
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Si los demócratas controlan una o ambas cámaras en un segundo mandato de Trump, estarían abiertos a una acción más dura contra China, dice un asesor de la Cámara. Pero se oponen rotundamente al arancel generalizado de Trump, que Harris ha calificado de impuesto nacional sobre las ventas. "Vamos a hacer todo lo necesario para proteger a las familias trabajadoras de ser castigadas económicamente, que es de lo que trata la extensión del programa arancelario de Trump", dice el presidente de la Comisión de Finanzas del Senado, el demócrata Ron Wyden (Oregón). Otra cosa es que puedan detenerlo. "No necesito al Congreso. Tendré derecho a imponer [aranceles] yo mismo", dice Trump el mes pasado. En su primer mandato utilizó las leyes existentes diseñadas para castigar las prácticas comerciales desleales y proteger la seguridad nacional.
Si gana la presidencia por segunda vez, estas leyes podrían ser demasiado limitadas. En su lugar, podría recurrir a la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional, una ley de 1977 destinada a sancionar a países e individuos considerados amenazas para la seguridad nacional, como Irán y Venezuela. "Es rápida y, en teoría, puede ser aplicable en todos los ámbitos", afirma Greta Peisch, abogada especializada en comercio de Wiley Rein, que fue asesora general del embajador comercial de Estados Unidos bajo el mandato de Biden. Este sería un uso novedoso de la ley abierto a la impugnación judicial, dice. En 2019, Trump amenazó con usarla para imponer aranceles a México por no detener la inmigración ilegal a Estados Unidos. Harris, de ser elegida, probablemente continuaría con la agenda comercial de Biden, que mantiene los aranceles y otras restricciones sobre China, mientras que perdona a los aliados en gran parte.
No es partidaria del libre comercio, ya que votó en contra del USMCA como senadora. Un portavoz asegura que Harris "empleará aranceles selectivos y estratégicos para apoyar a los trabajadores estadounidenses, fortalecer nuestra economía y hacer que nuestros adversarios rindan cuentas", pero no utilizaría los aranceles más amplios con los que Trump ha amenazado.
Cuestión de represalias
En una eventual administración Trump, las consecuencias económicas de sus aranceles dependerían de su cuantía final y de si otros toman represalias. Los aranceles son un impuesto que los importadores suelen intentar repercutir a sus clientes. Existen algunos factores que podrían suavizar esta situación, como trasladar las fuentes de suministro a un país no afectado. Muchas empresas trasladaron sus actividades a Vietnam y México para escapar de los aranceles del primer mandato de Trump a China, lo que alivió el efecto sobre los precios. China también permitió que su moneda cayera, diluyendo aún más el efecto. Para que los aranceles beneficien a los fabricantes nacionales, como pretende Trump, los precios tendrían que subir, para incentivar a los consumidores a alejarse de las importaciones y a las empresas nacionales a aumentar la producción.
Los aranceles de Trump a las importaciones de acero y aluminio de una serie de países en 2018 hicieron que los precios de los metales subieran un 2,4% y un 1,6%, respectivamente, según la bipartidista Comisión de Comercio Internacional. Esto sí ayudó a los productores nacionales: sus ventas anuales aumentaron 2.800 millones de dólares. Pero el golpe para las empresas nacionales que utilizan acero y aluminio fue mayor, ya que su producción cayó en 3.400 millones de dólares anuales.
Para que los aranceles beneficien a los fabricantes nacionales, como pretende Trump, los precios tendrían que subir
Los economistas creen que los aranceles más amplios propuestos por Trump también elevarían los precios y, en términos netos, perjudicarían el crecimiento. En un informe reciente, Morgan Stanley estima que un arancel del 60% sobre China y del 10% sobre todos los demás elevaría los precios al consumidor en un 0,9% y reduciría acumulativamente la producción económica en un 1,4%. En 2018, un estudio interno de la Fed concluyó que un aumento del 10% en los aranceles por parte de Estados Unidos y todos sus socios comerciales impulsaría la inflación en alrededor de 1,5 puntos porcentuales y reduciría el crecimiento económico en 1 punto porcentual durante un año. Una vez que los precios y la economía se ajustaran a los nuevos aranceles, el crecimiento y la inflación volverían probablemente a su tendencia original, pero con el tiempo, los aranceles también reordenarían las pautas del comercio. De hecho, uno de los objetivos de los aranceles que Trump impuso a China, y que Biden mantuvo, era diversificar los proveedores de China.
Aun así, al imponer aranceles a todo el mundo, los exportadores estadounidenses podrían sufrir, en medio de un aumento de los precios de los insumos y de posibles aranceles de represalia en los mercados extranjeros. Estados Unidos atraería menos inversiones destinadas a servir al mercado mundial, sus exportadores perderían cuota de mercado y el comercio se reduciría como porcentaje del PIB, predice Adam Posen, presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional. Esto convertiría a China en un socio comercial más atractivo para algunos países. América del Sur estaría particularmente lista para tales acercamientos, dicen analistas de Morgan Stanley, señalando que China ha reducido las restricciones anuales a las importaciones de Brasil en alrededor del 90% desde 2020.
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Trump y sus aliados argumentan que otros países no tomarían represalias porque necesitan el mercado estadounidense más de lo que Estados Unidos necesita el suyo. "Esta es exactamente la historia de Smoot-Hawley", replica Jennifer Hillman, experta en derecho comercial de la Universidad de Georgetown. "Se presume que nadie se atrevería a subirnos los aranceles. ¿Y qué ocurrió? Que todo el mundo lo hizo". En el primer mandato de Trump, China, la Unión Europea, Canadá y México sí contraatacan; Japón y Corea del Sur, no. Si la UE es golpeada de nuevo, "lo analizarán y entonces tomarán medidas de respuesta", dice Cecilia Malmstrom, que hizo precisamente eso como comisaria de Comercio del órgano ejecutivo de la UE. Como en el primer mandato, la UE tomaría represalias dólar por dólar, y trataría de actuar junto con otros países, dice. El mensaje sería: "No queremos una guerra comercial, pero si la empezáis, no nos vamos a quedar callados mirando".
La OMC se creó como árbitro independiente para resolver disputas comerciales, pero bajo el mandato de Trump y Biden, Estados Unidos argumenta que el mecanismo de solución de diferencias de la OMC se extralimita en sus funciones y se ha negado a dejar que actuara. Esto plantea la posibilidad de un ciclo destructivo de aranceles y represalias entre Estados Unidos y sus socios comerciales, sin un árbitro internacional que intervenga. Un estudio del Instituto Peterson concluyó que los flujos comerciales podrían reducirse permanentemente entre Estados Unidos y sus principales socios comerciales entre un 1% y un 4%, dependiendo de las medidas adoptadas como consecuencia.
Bajo el mandato de Trump y Biden, Estados Unidos se ha negado a dejar que el mecanismo de solución de diferencias de la OMC actuara
Sin embargo, los asesores de Trump han planteado otro escenario si este es reelegido: que Estados Unidos acabe con un conjunto de aranceles para China y otro conjunto de aranceles diferente, mucho menos generalizado, para los aliados que comparten la desconfianza de Estados Unidos hacia ella. En efecto, volvería a ser el eje de un sistema comercial entre democracias orientadas al mercado, como lo fue desde la década de los cuarenta hasta el final de la Guerra Fría.
La OMC "fracasó en evolucionar y modernizarse, y en abordar la cuestión de China", dice Willems, el exfuncionario de la Casa Blanca de Trump. "¿Qué ocupará su lugar? Alguna forma de negociación plurilateral con el G-7 más algunos aliados fundamentales, como Australia y Corea del Sur, y tal vez algunos sorprendentes como Costa Rica, dispuestos a adaptarse a una agenda ambiciosa, más orientada al mercado y con visión de futuro".
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Hay dos razones por las que los aliados de EEUU pueden preferir este escenario al de la guerra comercial. Una es que, al igual que Estados Unidos, están cada vez más frustrados y preocupados por China. Está enviando un maremoto creciente de exportaciones de productos manufacturados baratos a sus mercados a través de una panoplia de políticas que la OMC ha sido incapaz de frenar, desde la supresión del consumo interno hasta el omnipresente apoyo estatal a los campeones nacionales y el robo de tecnología. "La escala y la magnitud de lo que China ha hecho va más allá de lo que un sistema basado en normas puede hacer frente", afirma Hillman.
La segunda es que el mundo se ha vuelto más peligroso desde la última vez que Trump ocupó el cargo, con la invasión rusa de Ucrania y el comportamiento beligerante de China hacia sus vecinos. Los aliados en primera línea, como Japón, Alemania y Corea del Sur, necesitan más que nunca el paraguas de seguridad de Estados Unidos y, por tanto, pueden estar menos dispuestos a responder a las provocaciones económicas de un Trump reelegido. Según Willems: "Hay muchos casos en la historia en los que tuvimos tensiones con socios y aliados y pudimos superarlo y centrarnos en el panorama general".
*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo
En su primer mandato como presidente, Donald Trump resucita los aranceles como herramienta de diplomacia económica, empleándolos regularmente como arma para extraer nuevos acuerdos comerciales de otros países. El resultado fue un sistema de comercio mundial con algo más de tensión, pero en gran medida intacto. Si Trump lleva a cabo lo que ha presentado en campaña, su posible segundo mandato sería muy distinto. Más que una herramienta de negociación, el aumento de los aranceles sería un fin en sí mismo. Según una estimación, los aranceles podrían alcanzar su nivel más alto desde la década de los treinta.