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Esto no se parece a una recesión, pero estas son las claves de cómo podría producirse una
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Esto no se parece a una recesión, pero estas son las claves de cómo podría producirse una

Una recesión no es algo que se pueda encender y apagar. Es un proceso, y aún hay tiempo para que la Reserva Federal lo interrumpa

Foto: Interior de Wall Street. (Getty/Spencer Platt)
Interior de Wall Street. (Getty/Spencer Platt)
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El desempleo está aumentando, las acciones están cayendo y los rendimientos de los bonos están muy por debajo de los tipos de interés a corto plazo. Son todos signos reveladores de una recesión.

Sin embargo, si analizamos la situación con más detenimiento, veremos que, aunque el riesgo de recesión ha aumentado, Estados Unidos no se encuentra inmerso en una. La distinción es crucial porque significa que no es demasiado tarde para evitarla. Todo depende de la Reserva Federal y del humor impredecible de inversores, consumidores y empresarios.

Hay dos acontecimientos que están impulsando los rumores de recesión. El primero es la caída de las bolsas, que no fue provocada por las noticias sobre la economía estadounidense, sino por la decisión adoptada el miércoles por el Banco de Japón de endurecer su política monetaria. El segundo acontecimiento se produjo días después, cuando se informó de que la tasa de desempleo de EEUU había subido al 4,3% en julio, frente al 4,1% de junio y el 3,4% del año pasado, lo que desencadenó una regla empírica muy popular que dice que EEUU está en recesión.

Foto: Foto: Reuters/Leah Millis

Pero una recesión no es un simple interruptor que se enciende o apaga arbitrariamente; es un proceso: un ciclo de debilitamiento del gasto, el empleo y los ingresos que se refuerza a sí mismo y que suele desencadenarse por unas condiciones financieras restrictivas, como unos tipos de interés elevados o una contracción del crédito, o por una perturbación, como la subida de los precios del petróleo o, en 2020, una pandemia. Según la regla universal popularizada por la economista Claudia Sahm, en el pasado, un aumento del desempleo como el que estamos viviendo solo se producía durante las recesiones. No obstante, esta no es la definición de recesión. Ni siquiera es un indicador anticipado de recesión, como la curva de rendimiento. Más bien, se correlaciona con las condiciones que existen cuando la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés) decide que EEUU está en recesión. Del mismo modo, la presencia de paraguas abiertos suele corresponderse con el pronóstico de lluvia del servicio meteorológico.

Para saber si está lloviendo, es mejor salir a la calle que ponerse a contar paraguas. Del mismo modo, para determinar si ha comenzado una recesión, es mejor fijarse en los indicadores que utiliza la NBER que en la regla de Sahm. Los tres indicadores —empleo asalariado, producción industrial e ingresos reales (ajustados a la inflación), excluidas las transferencias del gobierno— se contrajeron en los cuatro meses anteriores al mes en que se activó la regla de Sahm, en 1990, 2001 y 2008. En los tres casos, la recesión había comenzado varios meses antes.

Pero una recesión no es un simple interruptor que se enciende o apaga arbitrariamente; es un proceso: un ciclo

En los cuatro meses anteriores a julio, las nóminas crecieron, y en los tres meses anteriores a junio, también lo hicieron los ingresos reales y la producción industrial. Si ya hubiera comenzado una recesión, sería una recesión muy inusual. Sahm declaró la semana pasada que no cree que la recesión sea inminente. Existen dos advertencias. En primer lugar, los datos suelen modificarse cuando hay una recesión para que sean más débiles de lo que se dijo en un principio, y eso podría ocurrir también en este caso. En segundo lugar, y más importante, la evolución es importante. Hasta la fecha, el mercado laboral se ha enfriado lo suficiente como para volver a un equilibrio saludable, pero si los factores que están detrás de ese enfriamiento siguen actuando, la situación podría empeorar.

Una de esas fuerzas es el efecto retardado de las subidas de los tipos de interés de la Reserva Federal. ¿Será suficiente para sumir a Estados Unidos todavía más en la recesión? Aquí es donde entra en juego el mercado de valores. La caída del 8,4% del S&P 500 desde su máximo hasta el lunes fue leve, y en parte anulada por un repunte el martes. Las recesiones casi siempre van precedidas de un desplome de las bolsas, aunque no todos estos desplomes han ido seguidos de una recesión.

Foto: Un trabajador de Wall Street.

Las razones de un mercado más débil son importantes. A veces, los participantes del mercado excesivamente apalancados se deshacen de las acciones por razones que no tienen nada que ver con la economía. La subida de tipos del Banco de Japón ha provocado una fuerte subida del yen, forzando una oleada de ventas por parte de los inversores que habían apostado fuerte porque se mantuviera bajo.

Que ese desapalancamiento desemboque en recesión depende de si el sistema financiero también empieza a resquebrajarse, como ocurrió en 2008. De momento, hay pocos indicios de ello. Los rendimientos de los bonos del Tesoro apenas variaron el lunes, aunque caerían bruscamente si los inversores, presas del pánico, se refugiaran en activos seguros. También sería preocupante si los valores pronosticaran beneficios y ventas más débiles. Aunque dejando a un lado algunos ejemplos destacados, como McDonald's, Intel y Delta Air Lines, las empresas no han informado de tal cosa. Los analistas redujeron las estimaciones de beneficios el mes pasado en una media, según FactSet.

A veces, los inversores excesivamente apalancados se deshacen de las acciones por razones que no tienen que ver con la economía

Por último, la caída de los precios de las acciones puede minar directamente el gasto al reducir la riqueza de los hogares. Además, tiene un efecto psicológico: las empresas, que ya han frenado la contratación, pueden verse impulsadas a empezar a despedir trabajadores. Esto puede repercutir en los precios de las acciones y en otras condiciones financieras, en un ciclo que se refuerza a sí mismo. La Reserva Federal podría interrumpir este ciclo recortando los tipos de interés, lo que reactivaría la demanda de viviendas, automóviles y otras compras sensibles a los intereses, reforzaría la inversión empresarial y haría más atractivas las acciones. El miércoles pasado dio señales de estar dispuesta a hacerlo en otoño y, como consecuencia, los rendimientos de los bonos han bajado, lo que enseguida debería ayudar a la economía.

Sin embargo, los rendimientos de los bonos también están por debajo de los tipos de interés a más corto plazo en los que influye la Fed. Este tipo de "inversión" de la curva de rendimientos ha precedido habitualmente a las recesiones. De hecho, el mercado espera que, ante el riesgo de recesión, la Reserva Federal recorte los tipos de forma rápida y drástica. Ahora bien, solo lo hará si la inflación sigue siendo moderada en los próximos meses. ¿Y si, por el contrario, la inflación se mantiene firme? Lo más probable es que no dure, dada la ralentización de los aumentos salariales, el aumento del desempleo y la caída de los precios del petróleo. Pero si la Reserva Federal no se fía de estas previsiones, es posible que se abstenga y acepte las consecuencias de la recesión.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo

El desempleo está aumentando, las acciones están cayendo y los rendimientos de los bonos están muy por debajo de los tipos de interés a corto plazo. Son todos signos reveladores de una recesión.

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