¿Está 'kaputt' la economía alemana? No tan rápido
La semana pasada se conocieron nuevos datos sombríos de la economía alemana. La producción industrial cayó un 1,5% en junio, peor de lo que esperaban los analistas
Más de dos décadas después de que la revista The Economist calificara a Alemania como "el enfermo del euro", los inversores deben preguntarse si el corazón industrial del país vuelve a estar críticamente débil.
La semana pasada, se conocieron nuevos datos sombríos de la economía alemana. La producción industrial cayó un 1,5% en junio con respecto al mes anterior, peor de lo que esperaban los analistas.
Aunque las cifras publicadas el viernes mostraron un aumento de las exportaciones, el volumen de mercancías que Alemania envía al extranjero sigue estando cerca de los mínimos alcanzados en la crisis financiera mundial de 2009.
El producto interior bruto alemán ha registrado tres trimestres de crecimiento negativo o nulo, lo que convierte al país en el de peor rendimiento entre las principales naciones de la eurozona desde 2019. Anteriormente, fue el de mejor desempeño.
La duración de esta "desaceleración" es una cuestión crucial para elegir acciones donde invertir en Europa. A pesar del reciente revés económico, el DAX ha sido, con diferencia, el mejor índice de renta variable de la eurozona en 20 años, con una rentabilidad de casi el 360%. En comparación, la inversión en Italia, estancada desde hace tiempo, arroja un mísero 140% de rentabilidad.
La producción industrial alemana ha estado en declive desde 2018, cuando las ventas mundiales de vehículos cayeron por primera vez en casi una década. Un reequilibrio pospandémico del gasto hacia los servicios ha empeorado la situación.
El crecimiento en China, el cuarto mayor mercado para los exportadores alemanes, se ha desacelerado. El jueves, las acciones de Siemens —la mayor empresa industrial de Europa— cayeron un 5% después de que citara estos dos factores como causa de una caída de los pedidos durante el segundo trimestre.
Puede que sea difícil desalojar parte de la arenilla que se ha metido en la maquinaria económica alemana. Los fabricantes de automóviles chinos han pasado de ser socios a fieros competidores, mientras Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz se ponen al día en tecnología de vehículos eléctricos.
No es solo China la que busca sustituir importaciones por productos nacionales; la Administración Biden está copiando el libro de jugadas de Pekín.
También está la energía. Al mismo tiempo que la industria alemana ha perdido a Rusia como principal fuente de gas barato, Berlín ha cerrado las tres últimas centrales nucleares del país. La angustia se ha apoderado de funcionarios y ejecutivos alemanes en un eco de las preocupaciones expresadas a principios del milenio, cuando el desempleo se disparó y la globalización hizo estragos en las fábricas.
En aquel momento, la respuesta fue un paquete de políticas que daba prioridad a la competitividad internacional, incentivando la creación de miniempleos mal pagados. El Gobierno abrazó la austeridad fiscal y empujó a los sindicatos a presionar por la contención salarial.
El resultado fueron 20 años de caída del desempleo y un superávit por cuenta corriente que alcanzó un exorbitante 8% del PIB, incluso cuando Estados Unidos registraba enormes déficits.
Muchos economistas elogiaron la flexibilidad laboral y la austeridad fiscal alemanas. Por el contrario, los críticos señalaron que los superávits empeoraban la situación de la mayoría de los hogares y que las pérdidas de empleo en las fábricas alemanas eran tan grandes como las estadounidenses.
Dejando a un lado la política, fue en gran medida un impulso inesperado de la demanda exterior lo que impulsó el crecimiento, permitiendo al país consolidar sus ganancias en sectores en los que ya tenía ventaja. "En los últimos 20 años, Alemania siempre ha tenido un sugar daddy externo: China, la eurozona y luego Estados Unidos", afirma Carsten Brzeski, economista jefe de ING.
El defecto de este modelo era que externalizaba la política económica, lo que generaba dependencias problemáticas de rivales geopolíticos. También fomentó un enfoque excesivo en las viejas industrias ganadoras a expensas de las nuevas tecnologías digitales y las energías renovables.
Los inversores que apuestan contra Alemania tienen razón en que llevará años rectificar estos problemas, especialmente dada la complejidad de la política alemana basada en el consenso. Sin embargo, el modelo alemán basado en las exportaciones también ha acertado en muchas cosas.
Como en China o Corea del Sur, canalizó la demanda hacia empresas de mayor productividad y salarios más altos. A diferencia de Estados Unidos, la industria manufacturera alemana se hizo más compleja. Eso permitió a la base industrial del país sobrevivir mejor que en otros países occidentales. En un mundo en el que las naciones se esfuerzan por deslocalizar industrias, Alemania ya las tiene.
La respuesta más inmediata a su reto de crecimiento no consiste en abandonar la industria manufacturera, sino en redoblar los esfuerzos siguiendo el ejemplo de la política industrial china y, ahora, de la estadounidense.
El Gobierno alemán ya lo está haciendo con los semiconductores en el marco de la Ley Europea de Chips. En junio, aprobó subvenciones por valor de 10.000 millones de euros (unos 11.000 millones de dólares) para que el fabricante de chips estadounidense Intel construyera dos plantas, y a principios de esta semana comprometió 5.000 millones de euros para ayudar a la taiwanesa TSMC a crear una fábrica con socios locales como Infineon.
Se necesita un planteamiento similar para modernizar la generación y transmisión de electricidad del país y acelerar la transformación de los fabricantes de automóviles y otros operadores industriales tradicionales. Mientras tanto, los avales energéticos a largo plazo podrían mitigar las oscilaciones de los costes.
Dada su influencia política en la Unión Europea, parece difícil imaginar que el impulso de la economía verde del bloque pueda dejar a Alemania en una posición menos dominante que la actual. Históricamente, este es un paciente que siempre sale del hospital.
*Contenido con licencia de The Wall Street Journal
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