El mercado del arte no lo mueve el 1%, sino más bien el 0,000003% (2.600 personas)

El mercado del arte empieza a parecerse a un cuadro con demasiados elementos concentrados en una sola esquina. Se calcula que en 2022 se vendieron en todo el mundo obras de arte por valor de 67.800 millones de dólares, según un informe publicado esta semana por el organizador de ferias de arte Art Basel y UBS. Aunque el sector se recuperó totalmente de la pandemia en 2021, parece que ahora se está enfriando. El crecimiento del 3% registrado año pasado fue menor de lo esperado.

Los principales vendedores fueron los marchantes de arte, con cerca del 55% del volumen colocado, y las casas de subastas, con el 45%. Los primeros obtuvieron mejores resultados que las casas de subastas, a pesar de que Christie’s vendió en noviembre la colección de arte de Paul Allen, cofundador de Microsoft, por valor de 1.600 millones de dólares. Fue la mayor venta de la historia en una sola subasta.

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El desplazamiento del peso del mercado hacia los marchantes podría ser una señal de que la confianza del sector se tambalea. Un cuadro que no se vende en una subasta deja un registro público, mientras que una operación que fracasa a puerta cerrada no.

Lo que está claro es que los tres últimos años han hecho que el mundo del arte dependa más de los superricos. En 2022, las obras que se vendieron por más de un millón de dólares representaron el 60% del valor de las ventas en subasta, frente al 55% de 2019 y el 45% de hace una década. Estas obras más caras son solo una pequeña parte de lo que se adjudica a golpe de martillo: el 1% del total de lotes.

No todos los ricos son iguales

La buena marcha de la industria está cada vez más ligado a cómo le va a un pequeño grupo de alrededor de 2.600 multimillonarios globales. En 2020, este grupo incrementó su riqueza en casi un tercio, al dispararse las acciones tecnológicas en los primeros días de la crisis del Covid. Esto contribuyó a un aumento de las ventas cuando los precios del mercado del arte estaban en máximos. En 2022, el gasto en obras de arte de más de 10 millones de dólares fue un 177% superior al de 2020. La demanda de arte más barato no ha sido tan exuberante, quizá porque los despidos han afectado más a los profesionales bien pagados de sectores como el tecnológico.

La divergencia entre la parte superior e inferior del mundo del arte no es nueva y puede ser otra consecuencia no deseada de los tipos de interés ultrabajos. El año pasado, las ventas de obras valoradas en más de 10 millones de dólares se situaron un 700% por encima de los niveles de 2009, frente a un aumento del 10% para el arte cuyo precio es inferior a 50.000 dólares.

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Por ahora, para quien tenga una cartera de clientes milmillonarios esto no parece un problema demasiado dramático. Los coleccionistas adinerados están aislando al mundo del arte de los desafíos que han afectado a inversiones alternativas como las criptodivisas. Las marcas de lujo europeas también se están beneficiando de este rasgo defensivo. Los compradores muy ricos siguen gastando a manos llenas en las marcas más caras, como Louis Vuitton.

Pero hay desventajas para los jugadores más pequeños que atienden a clientes con una buena posición económica, pero no necesariamente ricos. Sus ventas cayeron un 3% en 2022 al reducirse la demanda y aumentar la cautela de los compradores. Y aunque el mercado ha oscilado de año en año, las ventas de arte apenas han crecido en la última década. Esto sugiere que el sector no ha logrado atraer a un conjunto más diverso de compradores, como han hecho las marcas de lujo. Los nuevos fondos de inversión diversificados en arte, como el creado por Artory and Winston, experto en certificación de obras de arte, intentan ampliar el atractivo del arte como clase de inversión.

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El selectivo gusto de los milmillonarios por el arte significa que tienden a competir por las mismas obras. Esto puede hacer que los precios se disparen en rincones muy estrechos del mercado. En 2022, un grupo de sólo 20 artistas acaparó el 56% de las ventas totales de arte contemporáneo, que es la categoría más importante en las subastas. Esto incluye a los llamados artistas blue-chip, como Francis Bacon, Mark Rothko y Andy Warhol, cuyas obras tienden a aumentar de valor con el tiempo. Shot Sage Blue Marilyn, de Warhol, alcanzó los 195 millones de dólares el año pasado, convirtiéndose en la segunda obra más cara jamás vendida en una subasta.

La desigualdad en el mercado del arte no hace sino reflejar las crecientes disparidades en el reparto de la riqueza mundial. No es un panorama agradable para los marchantes situados en el segmento bajo de ese mercado.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.