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La historia dicta sentencia: ha llegado ya el momento de comprar bonos
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La historia dicta sentencia: ha llegado ya el momento de comprar bonos

Los inversores que abandonaron acertadamente los bonos cuando los rendimientos eran ridículamente bajos deberían volver a añadirlos a su cartera como contrapeso

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La narrativa del mercado es obvia después de que un doble shock de inflación y tipos de interés aplastara los precios de los activos: lo demás no importa.

Los paralelismos con la historia son igualmente obvios. En 1973, el embargo árabe de petróleo destrozó la economía y provocó fuertes subidas de los tipos de interés, mientras que en 1980 la inflación galopante agravada por otra crisis del petróleo vino acompañada por las agresivas subidas de tipos del entonces presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker. La invasión rusa de Ucrania llegó seguida de cerca por las subidas de tipos más rápidas de la Reserva Federal desde los tiempos de Volcker.

Sin embargo, a veces las diferencias con la historia son tan importantes como las similitudes. Las comparaciones económicas importan, por supuesto, pero el punto de partida de las valoraciones a menudo importa aún más.

Tanto en 1973 como en 1980, las acciones tardaron mucho tiempo en recuperarse, especialmente después de ajustarse a la inflación. Desde el máximo de enero de 1973, los inversores tardaron hasta 1985 en recuperar su dinero de las acciones estadounidenses en términos reales, medidas según el índice MSCI USA con los dividendos reinvertidos. En 1980, se superó la inflación y la recuperación fue más rápida, pero aun así hubo que esperar hasta 1983 para que los inversores que compraron en el máximo de ese año recuperaran su dinero.

Hasta aquí, todo ha sido sencillo. Los académicos Elroy Dimson, Paul Marsh y Mike Staunton calcularon para un proyecto de Credit Suisse que las acciones estadounidenses rindieron un 5,9% anual después de la inflación desde 1970. Si las acciones se limitan a acumular un rendimiento medio, los inversores tardarán entre tres y cuatro años en volver al punto de partida del año pasado, después de la inflación. Sería un rendimiento decente según los estándares históricos.

Aquí es donde está la diferencia. Tanto en la caída de 1973 como en la de 1980, y en todas las recesiones y caídas importantes desde entonces, los bonos superaron con creces a las acciones. Esta vez, las acciones y los bonos han caído juntos, con el MSCI USA bajando un 16,7% desde su máximo en enero del año pasado, y los bonos del Tesoro a 10 años bajando un 16% desde entonces, ambos con los ingresos reinvertidos.

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En el pasado, las acciones tardaban mucho tiempo en alcanzar a los bonos. Esto se debe a que las acciones estaban muy sobrevaloradas. Un inversor en renta fija se habría mantenido por delante durante 13 años después de 1973, y siete años a partir de 1980, si se utiliza el índice Bloomberg del Tesoro. Puede que sorprenda a quienes vieron cómo la inflación destrozaba el valor de sus bonos del Tesoro el año pasado, pero desde los máximos bursátiles de 1973 y 1980, los bonos demostraron ser más resistentes que las acciones en ambas crisis inflacionistas, aunque siguieron quedando muy por detrás de la inflación.

Foto: Foto: iStock. Opinión

Esta vez no eran solo las acciones las que estaban sobrevaloradas. Lo inusual de este mercado bajista es que cuando comenzó, los bonos también estaban sobrevalorados. Como consecuencia, también lo estaba casi todo lo demás. La burbuja de todo estalló cuando los bancos centrales abandonaron los tipos bajos a largo plazo y pasaron de ser compradores de bonos a ser vendedores, dejando a los inversores sin ningún lugar donde esconderse.

Los psicólogos financieros advierten que los inversores deberían ignorar las pérdidas pasadas y centrarse exclusivamente en el futuro. No importa cuánto se tarde en recuperar el máximo anterior. Importa si las acciones subirán a partir de ahora, y si ganarán más que otros activos, con los bonos como principal alternativa. Una vez más, los fundamentos económicos importan. ¿Habrá inflación ​y/o recesión?

Pero el punto de partida es igual de importante. Incluso después de sus grandes caídas, las acciones siguen pareciendo muy caras en comparación con los bonos. El optimismo con el que comenzó el año se ha desvanecido, pero los inversores siguen apostando a que la inflación a largo plazo volverá a estar bajo control y los márgenes de beneficio se mantendrán altos. Y muchos siguen desconfiando de los bonos, incluso cuando los rendimientos se acercan al 4% en el Tesoro a 10 años y superan el 5% en las letras a seis meses.

Foto: Oficinas del BCE. (EFE/Andre Pain)

La lección principal de la historia financiera es que, a largo plazo, las acciones estadounidenses ganan a los bonos. Pero comprar acciones cuando están caras —a 18 veces los beneficios estimados para los próximos 12 meses, cuando rara vez han sido más caras fuera de la burbuja de las puntocom y el boom pospandémico— es una receta para obtener rendimientos inferiores. Al mismo tiempo, los rendimientos del Tesoro han vuelto a niveles decentes. Hay mucho margen para que los bonos decepcionen si la inflación resulta ser endémica. Pero al menos parten de una valoración razonable, basada en los rendimientos actuales.

Los inversores que, con razón, abandonaron los bonos cuando los rendimientos eran ridículamente bajos, deberían volver a añadirlos como contrapeso a su cartera. Esto no solo suaviza los rendimientos, sino que ofrece una renta decente a lo largo del camino. Y lo que es más importante, los bonos ofrecen cierta protección contra el riesgo de que las acciones no solo tengan una valoración alta, sino que sigan estando sobrevaloradas.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.

La narrativa del mercado es obvia después de que un doble shock de inflación y tipos de interés aplastara los precios de los activos: lo demás no importa.

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