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Un consejo del redactor de obituarios de 'The Wall Street Journal': escribe ya el tuyo
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Conserva tus historias

Un consejo del redactor de obituarios de 'The Wall Street Journal': escribe ya el tuyo

El redactor de esquelas del 'Wall Street Journal' reflexiona sobre la importancia de conservar las historias de tu vida

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"La muerte nos roba todo menos nuestras historias", escribió el poeta Jim Harrison. Si no tenemos cuidado, puede llevárselas también.

Cuando se trata de dinero y bienes inmuebles, la mayoría de nosotros hacemos cuidadosos preparativos para lo que ocurrirá después de nuestra muerte. ¿Por qué no tener el mismo cuidado con nuestras historias, que no pueden recuperarse una vez perdidas?

Conserva tus historias ahora, mientras los recuerdos están vivos

Piensa en las historias que has oído contar mil veces a tu pareja o a tus padres. Tienen un valor inmensurable. Cuando alguien muere, hay que guardar esas historias, no en una forma vaga, medio recordada y de segunda mano, sino en la versión original, con todos los giros de la trama, los matices y las peculiaridades personales de la narración. Tus propias palabras y reflexiones son más esclarecedoras que los panegíricos y homenajes de otros.

Conserva tus historias ahora, mientras los recuerdos están vivos. Las mejores historias no solo muestran lo que has hecho, sino también por qué y cómo. Los puntos de partida pueden ser cómo emprendiste una carrera profesional, qué estás intentando hacer con tu vida y cómo está funcionando, tus mayores triunfos y fracasos y lo que has aprendido de ellos. También vale la pena: las cosas más extrañas, divertidas, maravillosas y horribles que te han ocurrido.

"Poner las cosas en palabras nos ayuda a organizarlas en la cabeza", opina James W. Pennebaker, profesor de psicología de la Universidad de Texas en Austin. "De vez en cuando, todos necesitamos dar un paso atrás, hacer balance y pensar: ¿qué estoy haciendo? ¿Adónde voy? ¿Es esta la vida que quiero?".

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Podrías escribir unas memorias o tu propia necrológica —lo recomiendo encarecidamente—, pero no es necesario. Basta con escribir un borrador de tus mejores historias o grabarlas. Una forma de guardar un recuerdo es escribir una carta o un correo electrónico a un amigo y guardar una copia. Otra es anotar tus fotos favoritas con las historias que hay detrás. Para los que necesitan incentivos, programas como Storyworth o MemLife ofrecen una plantilla con preguntas y la opción de crear un libro.

Los que odian escribir pueden optar por la grabación de voz. Eso sí, asegúrate de hacer una transcripción y añadir notas que expliquen cualquier cosa que pueda resultar confusa para los lectores dentro de varias décadas. Michael K. Reilly, fallecido en 2021 a los 88 años, prosperó en la industria del carbón, pero nunca iba a ser famoso. Ni siquiera tenía página en Wikipedia. Aun así, Reilly creía que a sus nietos les gustaría saber algunas cosas sobre su vida. Cuando se jubiló, por fin escribió sus memorias.

Las tituló Una vida maravillosa y encargó a una imprenta copias para una docena de familiares. La organización y los gráficos eran de aficionado, pero Reilly no pretendía deslumbrar a nadie.

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De adolescente, una noche se dio una vuelta en el coche de su abuela, robó gasolina y acabó brevemente en la cárcel. Unos años más tarde, cuando Maralyn Lyman empezó a salir con él, se sorprendió cuando él "renunció a ella como penitencia" durante el Adviento. De algún modo, el romance sobrevivió. Se casaron en 1958. Uno de sus hijos, Mark Reilly, aprecia el librito en parte por su falta de lustre y pretensiones. "Es una historia real sobre una vida real", afirma.

Una advertencia: revelar demasiado sobre ciertos temas puede herir u ofender a los seres queridos. Quienes redacten sus memorias deben pensar cuidadosamente qué omitir. Mort Crim, presentador de informativos de televisión jubilado, se preguntó cómo reaccionarían sus hijos ante la mención de problemas matrimoniales del pasado cuando escribió su historia hace unos años. Les pidió consejo y le instaron a ser franco. Mi consejo es admitir los errores sin incriminar a los demás.

Davida Coady también contó su historia, y menos mal, porque nadie más podría haberlo hecho tan bien. La doctora Coady, fallecida en 2018 a los 80 años, era médica formada en la Universidad de Columbia y en Harvard. Pasó más de dos décadas yendo de "un desastre humano a otro", como decía ella, prestando atención médica en África, Asia y América Central. Mientras tanto, su vida privada se convertía en otro tipo de desastre.

Foto: Daños de una tormenta de invierno en Buffalo, NY. (Reuters/Lindsay DeDario)

"Me emborrachaba y me dejaba seducir. Me acostaba con un tipo y luego me encariñaba con él", escribió en sus memorias, tituladas El mayor bien. Finalmente, se enfrentó a su adicción al alcohol y buscó ayuda en Alcohólicos Anónimos. Escribió que se tomó su última bebida alcohólica el 30 de octubre de 1989.

Si la hubiera escrito otra persona después de su muerte, la historia de la vida de la Dra. Coady podría haber mencionado de pasada que durante sus viajes conoció a Henry Kissinger, Fidel Castro y la Madre Teresa. Como la Dra. Coady escribió su propia historia, sabemos más. Kissinger le preparó un gin-tonic. La madre Teresa la cogió de la mano mientras conversaban. El Sr. Castro la besó en la mejilla y su barba era sorprendentemente suave. Su relato en primera persona es detallado e inspirador como ningún otro.

Los narradores de historias de vida tienen una ventaja. Escribir o grabar esas historias suele hacer que las personas se sientan mejor consigo mismas y puede incluso mejorar su salud, según algunos investigadores que estudian la forma en que la gente explica sus experiencias. A algunas personas les interesa poco o nada el pasado, incluido el propio. Si has intentado contar tu historia y solo te produce tristeza, no tienes por qué insistir.

Foto: Foto: Istock/EC Diseño.
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Sin embargo, muchos de nosotros queremos engañar a la muerte dejando una huella, por débil que sea. Tendemos a creer en el proverbio que dice que la gente muere dos veces: la primera cuando su corazón deja de latir, la segunda cuando alguien pronuncia su nombre, o piensa en ellos, por última vez.

Pero no se trata solo de ti. Tus historias pueden ser el mejor regalo que hagas a tus amigos y familiares.

Aunque nadie lea o escuche tu relato, no has perdido el tiempo. Repasar tu vida —qué intentas hacer, por qué y cómo está resultando— puede darte la inspiración necesaria para enmendar algunos de tus caminos. No es demasiado tarde para mejorar la narrativa.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.

"La muerte nos roba todo menos nuestras historias", escribió el poeta Jim Harrison. Si no tenemos cuidado, puede llevárselas también.

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