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Deuda y el apocalipsis cripto: no se puede manipular un activo para siempre
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Deuda y el apocalipsis cripto: no se puede manipular un activo para siempre

Ningún prestamista en su sano juicio otorgaría un crédito contra activos que carecen de cualquier garantía subyacente

Foto: Sam Bankman-Fried. (EC Diseño)
Sam Bankman-Fried. (EC Diseño)
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No hay muchas compras apalancadas de empresas tecnológicas, y con razón. La tecnología y la deuda, como el Red Bull y la leche, no quedan bien juntos. ¿Por qué? Porque cuando la tecnología funciona, exige valoraciones elevadas. No se puede hacer una compra apalancada de Google. Pero cuando la tecnología pasa a la siguiente novedad, no hay mucho valor residual en forma de activos y garantías a las que recurrir en caso de impago de la deuda. FTX, Elon Musk y SoftBank están aprendiendo esta lección.

Twitter, que obtuvo beneficios por última vez en 2019, arrastra ahora 1.000 millones de dólares al año en pagos de deuda. Wall Street no puede deshacerse la deuda de compra de Twitter, que ahora debe estar en torno a 60 centavos por dólar, sin perder dinero. Elon Musk ha llegado a admitir ante sus empleados que "la bancarrota no está descartada". Recientemente, ha obtenido otros 4.000 millones de dólares de la venta de sus propias acciones de Tesla, muy valoradas (aunque en declive), dejando el total por encima de los 19.000 millones de dólares. Como cabecilla de Twitter, Musk ha proclamado que Twitter funcionará bajo los principios de la libertad de expresión. Los anunciantes huyen. También los empleados. Si opta por el impago y se marcha, lo único que queda es un código envejecido y unos cuantos pájaros azules de plástico para vender en una subasta.

El nuevo ejemplo del cóctel tóxico de la tecnología y la deuda es Sam Bankman-Fried, con la implosión de sus imperios FTX y Alameda. Claro, estas empresas se apropiaron indebidamente, por decirlo amablemente, de los activos de los clientes. Y sí, las retiradas que hicieron las veces de pánico bancario llevaron a la compañía a la quiebra. Pero el pecado original de la compañía fue pedir un préstamo contra su propio token FTT, al que no respaldaba nada más que el aire.

Foto: Sam Bankman-Fried. (EC Diseño)
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Este fue el engaño masivo de las criptomonedas. Se negociaba tan poco con el FTT que FTX podía fijar cualquier precio, pero no sería así para siempre. FTX y Alameda se endeudaron con tókenes que ellos mismos manipulaban, incluyendo Solana y otros, que algunos llamaron Sam Coins (monedas de Sam), y a las que ahora llaman Scam Coins (monedas timo). La arrogancia selló su destino: pensaron que el FTT se mantendría alto para siempre, por lo que invirtieron en posiciones a menudo ilíquidas. FTX incluso pagaba a empleados, proveedores y a quienquiera que lo aceptara en tókenes FTT, cuya capitalización de mercado total solía ser de casi 10.000 millones de dólares y ahora es de unos 400 millones.

No se puede manipular algo para siempre. La realidad acaba sustituyendo al engaño. Sólo hacía falta que pinchara la burbuja con un alfiler. Después de que Coindesk filtrara una copia del balance de Alameda cargado de tókenes FTT, el CEO de Binance, Changpeng Zhao, comenzó a vender. FTT pasó de 22 dólares a menos de 3 dólares en 48 horas. Hasta aquí la garantía. Cuando el humo de la batalla se haya disipado, FTX/Alameda podría tener entre 8.000 y 15.000 millones de dólares de deuda pendiente, con poco que vender para pagarla. Llevará años aclarar quién se queda con qué.

Mientras tanto, otros se lanzaron a la aventura. Surgió una industria artesanal de empresas para apalancar las criptomonedas. Es entonces cuando las cosas se volvieron tóxicas. La primera tarea fue atraer a los clientes mediante el pago de intereses por sus tenencias de cripto. El Anchor Protocol, que estaba detrás de los tókenes algorítmicos Terra-Luna, que implosionaron de forma espectacular, pagaba hasta un 20%.

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Otras plataformas, como Binance y Crypto.com, pagaban también un 4%, un 8% o más por las criptomonedas, para atraer a las masas que sólo podían conseguir un 0,01% de interés en los bancos reales. ¿Pero cómo podría alguien pagar intereses por criptomonedas? Gracias a que se las prestaban a los fondos de cobertura y a otros que también utilizaban el apalancamiento. Una locura.

Genesis Global Capital creó una plataforma de préstamos para facilitar el préstamo de criptomonedas. ¿Prestar contra qué? Una vez más, sólo contra el aire. Empresas como Gemini, creada por los gemelos Winklevoss, pagaban un 8% de interés, por lo que los clientes podían cosechar rendimientos. ¿Por qué había rendimiento en el cripto? Buena pregunta. Funcionó en la subida, no tanto en la bajada. Las criptomonedas fueron de mano en mano, como una patata caliente, hasta que alguien se quedó con una caída del valor del 90% y todos los demás se quedaron con la deuda impagada. Esta era probablemente la única forma en que el engaño podría haber terminado.

La mayoría de estas plataformas están ahora congeladas y podrían desaparecer, ya que los clientes a los que les ha tocado la patata caliente exigen frenéticamente la retirada de sus fondos tras el colapso de FTX. Por supuesto, todo lo que estos prestamistas de criptomonedas tenían que hacer era preguntar: ¿cuál es la garantía subyacente? ¿Dónde están los activos? Sin una buena respuesta, ningún prestamista en su sano juicio habría prestado contra ellas. Pero nadie preguntó.

Foto: EC.

Otro ejemplo de deuda: ¿recuerdan que en 2020 un fondo de SoftBank conocido como “la ballena del Nasdaq" que utilizaba derivados y apalancamiento para comprar acciones de tecnología y que acabó perdiendo a lo grande? Pues bien, además del cero de SoftBank en su inversión de 100 millones de dólares en FTX, he aquí un extraño giro: su consejero delegado, Masayoshi Son, podría deber a su empresa casi 5.000 millones de dólares. Según el Financial Times, "Son ha dejado en prenda tanto su participación en los fondos como una parte de su participación en SoftBank, como garantía de la cantidad que debe a la empresa". Los fondos se han hundido, y el valor de las acciones de SoftBank ha bajado un 50% desde principios de 2021.

La tecnología, como el Red Bull, es un supercargador, hasta que se agota. La deuda, como la leche, puede matarte cuando se estropea. No son compatibles.

*Contenido con licencia de “The Wall Street Journal”

No hay muchas compras apalancadas de empresas tecnológicas, y con razón. La tecnología y la deuda, como el Red Bull y la leche, no quedan bien juntos. ¿Por qué? Porque cuando la tecnología funciona, exige valoraciones elevadas. No se puede hacer una compra apalancada de Google. Pero cuando la tecnología pasa a la siguiente novedad, no hay mucho valor residual en forma de activos y garantías a las que recurrir en caso de impago de la deuda. FTX, Elon Musk y SoftBank están aprendiendo esta lección.

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