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Hacer un Burdeos no es lo que era: el cambio climático revoluciona los viñedos franceses
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Objetivo: proteger los viñedos más valiosos

Hacer un Burdeos no es lo que era: el cambio climático revoluciona los viñedos franceses

Los viticultores emplean variedades de uva distintas y remodelan el paisaje para proteger algunos de los viñedos más valiosos del mundo de las temperaturas más cálidas

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El incendio forestal comenzó en un día seco de verano en un bosque que bordea el viñedo Liber Pater. El viticultor Loïc Pasquet vio cómo las llamas se elevaban y se extendían hacia sus preciados viñedos, que producen un Burdeos que se vende a 30.000 dólares la botella.

Horas antes de la evacuación, Pasquet y sus empleados eliminaron la hierba que rodeaba el viñedo para evitar que se incendiara y cavaron zanjas para bloquear la trayectoria de las llamas. También rociaron los árboles de la zona con agua extraída de los estanques del viñedo. El viñedo se salvó.

Estas medidas de emergencia son solo algunos ejemplos de las estrategias de los viticultores para sobrevivir en una región que alberga algunos de los vinos más finos del mundo y los aumentos de temperatura más bruscos. Muchos viticultores están cosechando semanas antes de la maduración tradicional de las uvas; otros están invirtiendo en terrenos situados en climas más frescos. Algunos están transformando el paisaje de la propia región vinícola, plantando más árboles para garantizar una mejor retención del agua y limitar la erosión y la escorrentía causadas por las lluvias intensas.

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La situación es tan grave que los viticultores de Burdeos y otras regiones han empezado a cambiar prácticas que han estado vigentes durante generaciones. La elaboración del vino está muy regulada en Francia, con normas que rigen todo, desde la ubicación de una denominación específica hasta la uva que contiene.

Este año se permitió a los viñedos de Burdeos regar sus vides, una práctica que suele estar prohibida. La organización francesa que rige las denominaciones de origen del vino también ha aprobado recientemente la incorporación de otras seis variedades de uva a las actualmente permitidas para la producción de vinos de Burdeos. Las nuevas incorporaciones incluyen cuatro tintas —arinarnoa, castets, marselan y touriga nacional— y dos blancas, alvarinho y liliorila. Todos fueron elegidos por su capacidad para prosperar en condiciones más cálidas y secas.

"Fue toda una locura", cuenta Georgie Hindle, experta en vinos que cubre la región de Burdeos en la publicación de vinos 'Decanter'. "Nadie sabe si esta decisión cambiará el perfil de un clarete clásico".

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En febrero, los científicos del clima de las Naciones Unidas publicaron un informe en el que afirmaban que las temperaturas de la superficie de la región mediterránea —que incluye el sur de Francia— ya han aumentado 1,5 grados desde la era preindustrial. Esta cifra es superior al aumento medio de 1,1 grados en todo el planeta, según la ONU, y expone a la región a un mayor riesgo de olas de calor, sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos.

Las uvas de vino son muy sensibles a los cambios de clima. El sol calienta y madura las uvas, produciendo azúcar que se convierte en alcohol. Un exceso de sol puede quemar las uvas. También aumenta los niveles de alcohol, dando lugar a vinos desequilibrados cuyas notas afrutadas saben a mermelada.

Los conocedores del vino sostienen que los mejores vinos se producen en el límite norte de donde la uva es un cultivo viable, dando tiempo a que la fruta madure y se desarrollen sabores complejos. Un puñado de pequeños viticultores ha empezado a invertir en terrenos en zonas que antes se consideraban demasiado borrascosas para los viñedos, como Bretaña y Normandía, a lo largo de la costa atlántica de Francia. Pero los 'châteaux' establecidos opinan que trasladar la producción a otras regiones es problemático. La normativa obliga a los viticultores a etiquetar sus botellas según las denominaciones de origen o las zonas donde se producen. Eso significa que los auténticos vinos de Burdeos no pueden producirse fuera de la franja de 'terroir', o suelo específico, que rodea los ríos que alimentan el estuario de la Gironda, en el suroeste de Francia.

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"Estamos hablando de la producción de vinos de calidad", explica Pasquet. "Se puede hacer vino en cualquier parte del mundo, pero hay una serie de detalles precisos necesarios para producir vino de calidad".

Este año, el calor inusual de algunos lugares en marzo hizo que las vides brotasen antes de tiempo, dejándolas vulnerables a una ola de heladas tardías en abril. Los viticultores instalaron velas enormes en sus viñedos para calentar la fruta y utilizaron helicópteros para dispersar el aire estancado.

Luego llegó la sequía del verano, que obligó a gran parte de Francia a implementar restricciones al uso del agua a medida que se secaban ríos por todo el país.

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De media, las vendimias se realizan hasta tres semanas más pronto hoy en día que hace 30 años, según los sindicatos de viticultores. Este año, los viticultores de la preciada zona de Languedoc-Rosellón empezaron la vendimia a finales de julio, mientras que en algunas zonas de Córcega comenzó a principios de agosto, en ambos casos con varias semanas de antelación.

"Empezamos en agosto. Eso no había ocurrido nunca", afirma Pierre-Olivier Clouet, director técnico de Château Cheval Blanc, ubicado en la zona de Burdeos.

Cheval Blanc ha recurrido a la agrosilvicultura, plantando cientos de árboles entre las vides, una técnica tomada de los libros de historia. Según Clouet, los árboles dan sombra, mejoran la calidad del suelo y permiten que las vides absorban más agua. Un rebaño de ovejas se pasea ahora entre las vides, fertilizando el suelo, mientras que un nuevo lago artificial en la propiedad añade humedad.

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En la región de Isère, el viticultor Nicolas Gonin afirma que su decisión de arrancar las vides de pinot noir y chardonnay plantadas hace décadas y sustituirlas por variedades locales se ha visto confirmada este año. "Es mejor aumentar el número de uvas que se cultivan", sostiene. "Tienen características diferentes y, cuando una tiene un año difícil, las otras pueden hacerlo bien".

Muchos de los cambios son todavía experimentales. Algunos viticultores están modificando la densidad de sus parcelas para que requieran menos agua, mientras que otros recogen agua de lluvia durante el invierno para potenciar sus sistemas de riego. Algunos mantienen que plantar las vides en un ángulo diferente puede reducir su exposición a la luz solar. Muchos viticultores también están plantando raíces de vid que son más resistentes a la sequía y retrasan la maduración del fruto.

En épocas más frías, los viticultores solían cortar las hojas de sus vides para que recibieran la máxima cantidad de sol y más contenido de alcohol. Ahora, las hojas se dejan sin tocar, para proteger mejor las uvas y preservar la acidez de la fruta. Un viticultor explica que utiliza máquinas que extraen el alcohol de su vino para que no sea demasiado fuerte.

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Algunos viticultores, incluso en Champagne, en el norte de Francia, dicen que, con todo, aún han tenido un año excelente. Las vides más jóvenes han tenido problemas, pero las plantas más viejas con raíces largas han aguantado sin problema, produciendo uvas pequeñas con pieles gruesas que aportan sabor y color a los vinos, además de evitar enfermedades como el moho.

"Por ahora, aunque sentimos el impacto del calentamiento global, todavía no es un impacto negativo", expone Brigitte Bâtonnet, del grupo de productores de Champagne CIVC.

*Contenido con licencia de 'The Wall Street Journal'

El incendio forestal comenzó en un día seco de verano en un bosque que bordea el viñedo Liber Pater. El viticultor Loïc Pasquet vio cómo las llamas se elevaban y se extendían hacia sus preciados viñedos, que producen un Burdeos que se vende a 30.000 dólares la botella.

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