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Las empresas extranjeras echan el freno en China
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ESTRICTA POLÍTICA DE COVID CERO

Las empresas extranjeras echan el freno en China

Las políticas de covid-19 y el enfoque cada vez más ideológico de Pekín hacia los negocios están haciendo que muchas empresas se replanteen sus planes de crecimiento

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¿Se están dando por vencidas las empresas extranjeras con respecto a China?

No cabe duda de que están expresando cierto descontento: una encuesta realizada en abril por la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China reveló que el 23% de los encuestados se estaba planteando trasladar las inversiones actuales o previstas en China a otros mercados, el total más alto de la última década.

Apple, cuyos proveedores en China constituyen la mayor fuente de empleo en el sector privado del país, está presionando a sus contratistas para que fabriquen más en otros lugares. Ya antes de que la última oleada de ómicron llegara a Shanghái, más de un tercio de las empresas estadounidenses declararon esta primavera a la Cámara de Comercio de Estados Unidos que reducirían sus inversiones en el país debido al entorno político que se vive en él.

Los pesos pesados extranjeros, como Apple, han invertido tanto en China, y siguen ganando allí cantidades de dinero tales que es poco probable que se produzca un éxodo masivo. Pero los astros se están alineando para dar pie a un esfuerzo mucho más concertado, previsto desde hace tiempo pero que está tardando en llegar, por parte de los grandes fabricantes, para diversificarse fuera del país. Además de la reducción del crecimiento de la propia China, las consecuencias podrían incluir una mayor debilidad del yuan y mayor visibilidad para los líderes chinos más orientados al crecimiento, como el primer ministro Li Keqiang, que recientemente ha disfrutado de una especie de resurgimiento en las menciones de los medios oficiales chinos después de un largo período de menciones desfavorables.

Foto: Terminal en el puerto de Ningbo, China. (Reuters)

Una de las razones principales es la estricta política anticovid del país, que ha dejado confinada a la mayor parte de Shanghái durante gran parte de los dos últimos meses. Si se añade además el apoyo tácito de Pekín a la invasión rusa de Ucrania y el daño considerable que sufrió la economía nacional china por las enérgicas medidas a las que se sometió a los sectores clave de la propiedad y la tecnología el año pasado, la combinación de políticas de Pekín empieza a parecer realmente tóxica para las empresas extranjeras acostumbradas a nadar en aguas mucho más tranquilas y claras.

Aunque el aumento de las inversiones extranjeras en China en 2020 y 2021 parecía no concordar con el deterioro de las relaciones generales entre Pekín y las capitales occidentales en aquel momento, en retrospectiva no es difícil de explicar: China y las exportaciones chinas, en particular, estaban en auge, mientras que el resto del mundo, incluidos otros centros de exportación asiáticos, estaban de capa caída. Y aunque es cierto que la competitividad de las exportaciones no es el único factor para la inversión en el extranjero en China, es sin duda uno de los más importantes. Durante las dos últimas décadas, las tendencias generales del crecimiento de las exportaciones de China y la inversión extranjera directa están prácticamente alineadas, incluso en las series de datos del Ministerio de Comercio, que excluyen los beneficios reinvertidos de los fabricantes extranjeros.

Ahora, el crecimiento de las exportaciones chinas ha caído en picado gracias a la combinación de los confinamientos por covid-19, la reducción de la demanda en el extranjero y, muy probablemente, el aumento de la competitividad de otros fabricantes de bajo coste que estaban cerrados el año pasado.

Foto: Foto: EPA/Mark R. Cristino.

Las exportaciones pueden repuntar temporalmente si Shanghái se recupera por completo. Pero es probable que la mayoría de estos factores persistan durante un tiempo.

Es inevitable que se produzcan más cierres perjudiciales en China, dada la escasa probabilidad de que se produzca un abandono significativo de la política de "cero covid" hasta principios de 2023, como muy pronto. Y aunque otros lugares alternativos para la producción, como el Sudeste Asiático o la India, presentan sus propias dificultades, también tienen algunas ventajas claras, como una mano de obra joven y en expansión, y gobiernos que no se posicionan como oponentes ideológicos, y posiblemente militares, de las democracias desarrolladas.

Tal vez lo más importante sea que el estrepitoso ataque de Pekín a algunas de sus propias empresas privadas más exitosas, combinado con la rigidez con la que aborda el covid y los efectos secundarios de ambas medidas, ha afectado gravemente a los consumidores chinos y al mercado laboral de los jóvenes graduados. Esto genera serias dudas tanto sobre el futuro crecimiento del mercado interno chino como sobre la estabilidad del entorno político general para las empresas.

Puede que los próximos cambios de personal en el 20º Congreso del Partido, que se celebrará este otoño, marquen el inicio de una corrección del rumbo. En cualquier caso, hará falta algo más que unos cuantos discursos de Li Keqiang para convencer a las empresas extranjeras de que China sigue siendo el futuro.

*Contenido con licencia de 'The Wall Street Journal'

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