Al otro lado de la guerra: la represión de Putin a los disidentes provoca el éxodo de los rusos
Algunos rusos están optando por mudarse al extranjero ante el temor de que Putin declare la ley marcial y cierre las fronteras
Los ucranianos no son los únicos que huyen. Algunos rusos también han optado por abandonar la patria.
Un hombre, preocupado por la posibilidad de que pasase a ser imposible comprar insulina para su mujer, llenó dos maletas de medicinas y otras dos de ropa y se marchó con su pareja, rumbo a la casa de su hija, que reside en Alemania.
Otro se marchó nada más enterrar a su madre, con idea de establecerse en Israel, alegando que se sentía asfixiado por la propaganda de guerra. Una mujer que fue detenida en una protesta contra la guerra recogió rápidamente sus cosas y voló a Armenia con su hijo pequeño.
Un ruso que entró en Finlandia el lunes contó que, una vez que su tren hubo cruzado la frontera, un pasajero cerca de él gritó "¡Gloria a Ucrania!".
Las duras sanciones, el creciente aislamiento y el miedo al gobierno cada vez más represivo del presidente Vladímir Putin están llevando a miles de rusos a abandonar su país. Aunque las cifras palidecen en comparación con los dos millones de personas que han huido de Ucrania, podrían ser las primeras gotas de una ola de personas que se marchan debido a la reducción de la libertad política y a las dificultades económicas. Muchos de los que se marchan son profesionales y rusos adinerados, además de periodistas, activistas y figuras culturales.
"Mi padre me dijo: 'vete, vete, vete, que, si no, podrías quedarte atrapada aquí'", contaba el martes Julia Zakharova, una empleada de una empresa estadounidense de 36 años de edad, minutos después de cruzar la frontera entre Finlandia y Rusia. Durante años, ella y su marido griego, director ejecutivo de una empresa tecnológica, se han desplazado en avión entre Rusia y Grecia, pero ahora han decidido quedarse en Grecia por el momento, debido en parte a que ella está embarazada de siete meses.
"No quiero dar a luz en Rusia cuando la situación está así", expuso Zakharova.
No disponemos de datos precisos sobre cuántos ciudadanos rusos se han marchado en las últimas semanas, y no está claro que todos los que cruzan la frontera se vayan a quedar fuera a largo plazo. Sin embargo, los datos compartidos por diferentes países sugieren que la cifra es de varios miles.
Algunos han abandonado Rusia para dirigirse a países como Turquía, Georgia o Armenia, donde los ciudadanos rusos pueden entrar sin visado
Según la Guardia de Fronteras finlandesa, unas 44.000 personas cruzaron la frontera del país nórdico con Rusia en febrero, frente a unas 27.000 en el mismo mes del año pasado. Los billetes de autobús y tren a Finlandia están agotados, y el operador ferroviario estatal finlandés VR ha dicho que intentará aumentar el número de trenes realizando el recorrido entre Helsinki y San Petersburgo.
Algunos han abandonado Rusia para dirigirse a países como Turquía, Georgia o Armenia, países a los que los ciudadanos rusos pueden entrar sin visado o que han relajado los requisitos de entrada.
El ministro de Economía de Georgia ha declarado que, en los últimos días, han entrado al país entre 20.000 y 25.000 rusos. Israel ha expedido 1.400 visados de inmigrante a rusos desde la invasión de Ucrania, según declaró el martes Neta Briskin-Peleg, funcionaria de inmigración, en el diario israelí Haaretz.
Las posibilidades de salir de Rusia se reducen rápidamente. El país soviético ha respondido a su exclusión del espacio aéreo de otros países con sus propias restricciones a numerosas aerolíneas, incluidas las de la Unión Europea, el Reino Unido y Canadá. Tras las sanciones impuestas al sector de la aviación rusa, los aviones rusos alquilados fueron incautados en aeropuertos fuera del país. Las principales compañías aéreas rusas han suspendido los vuelos internacionales, mientras que la aerolínea oficial de Moscú, Aeroflot, suspendió todos los vuelos al extranjero, excepto a Bielorrusia.
Algunos rusos temen que Putin pueda declarar pronto la ley marcial, lo que le permitiría ampliar aún más la censura y cerrar las fronteras. El presidente aseguró el sábado que no sería necesario declarar la ley marcial.
Una actriz y directora de San Petersburgo, que fue detenida en una protesta contra la guerra pocos días después de la invasión rusa, se apresuró a comprar billetes de avión a Armenia para ella y su hijo de 5 años tras ser liberada.
Cuenta que esperó 16 horas en el aeropuerto para coger un vuelo repleto de familias rusas. Una vez en Ereván, se enteró de que un agente de policía había visitado su domicilio en San Petersburgo. Le preocupa tener que volver a Rusia, pero dice que solo tiene dinero suficiente para arreglárselas en la capital de Armenia durante uno o dos meses.
"No sé lo que haré", se lamentó.
Putin lleva mucho tiempo tratando de silenciar a los críticos, pero la presión aumentó la semana pasada cuando el Parlamento ruso aprobó una ley que impone penas de hasta 15 años de cárcel por difundir intencionadamente información "falsa" sobre el ejército.
"Se nos prohíbe incluso llamarlo guerra", explica Evan Sergeyev, que viajaba con su mujer y su hijo de 5 años a Barcelona para quedarse con unos amigos por un tiempo indefinido. Putin ha declarado que su invasión de Ucrania es una "operación especial".
A través de la aplicación de mensajería Telegram, los rusos intercambian información sobre la obtención de visados, los requisitos relativos al covid-19 y la disponibilidad de billetes.
El éxodo de rusos formados y liberales constituye una fuga de cerebros que, si bien no es la primera a la que se enfrenta Rusia, amenaza al desarrollo a largo plazo del país. Cuando la Unión Soviética abrió la puerta a una mayor emigración judía en la década de 1970, muchos científicos, ingenieros y médicos se marcharon a Israel y Occidente.
Después de que el torrente de sanciones occidentales golpeara a Rusia recientemente en respuesta a la invasión de Ucrania, un hombre ruso de unos 50 años que dijo haber trabajado para una empresa estadounidense observó con ansiedad cómo los medicamentos desaparecían de las estanterías en Moscú. Se las arregló para encontrar una farmacia que todavía tenía insulina, metió todo lo que pudo en su maleta y cogió el tren a Helsinki con su esposa, desde donde planeaban volar a Alemania para quedarse con su hija, que estudia allí.
"Decidimos que, si no aprovechábamos esta oportunidad, sería demasiado tarde", repuso mientras esperaba en el aeropuerto de Helsinki.
Muchos de los rusos que abandonan el país pertenecen a un sector de la sociedad que desde hace tiempo es crítico con Putin. En su país, muchos otros siguen apoyando al presidente, en parte debido a la intensificación de los esfuerzos de propaganda en los últimos años por parte de los medios de comunicación estatales rusos. Putin ha justificado su guerra contra Ucrania como una lucha por "desnazificar" su gobierno, afirmando falsamente que Kiev está controlada por una cuadrilla de neonazis patrocinados por Estados Unidos.
Según Maxim Kuvykin, de 54 años, en los últimos días, mirase a donde mirase, se veía la letra "Z" por todo Moscú, letra que el gobierno ruso ha utilizado como símbolo patriótico para movilizar a los rusos en torno a la invasión de Ucrania.
Durante las 24 horas que pasó esperando en el aeropuerto de Helsinki, Kuvykin contó cómo la gente de su entorno sufrió un "lavado de cerebro" progresivo, incluida su madre, que murió poco antes de que empezara la guerra. Tras el funeral de su madre, decidió instalarse en Israel, donde tiene pasaporte por ser judío. "Mi madre leía todos los libros del mundo. Pero durante los últimos cinco años, veía mucha televisión. La propaganda funciona de verdad", previno Kuvykin, con lágrimas en los ojos.
"Ya hace años que sabía que Putin se volvería loco y atacaría a un país vecino", añadió. "Ahora estoy huyendo. No quiero formar parte de esto".
La medida implementada por las compañías de tarjetas de crédito probablemente no perjudicará tanto a Putin o a los oligarcas
Aunque se instalen en países europeos, muchos rusos seguirán sufriendo el efecto de las sanciones. Visa Inc. y MasterCard Inc. dijeron el sábado que suspendían sus operaciones en Rusia, con lo que sus tarjetas de crédito quedarían inutilizadas fuera del país. Los representantes de Visa y MasterCard no respondieron inmediatamente a las solicitudes de comentarios.
La medida implementada por las compañías de tarjetas de crédito probablemente no perjudicará tanto a Putin o a los oligarcas que se han enriquecido durante su gobierno. Repercutirán más sobre los rusos de a pie, que no podrán acceder a sus ahorros una vez que salgan del país.
En la frontera finlandesa, algunos mantienen una actitud desafiante. Dasha Kirillova, de 55 años de edad y propietaria de un club de hípica, cuyo marido fundó un museo de arte callejero en San Petersburgo, manifestó que llevaba un fajo de billetes en su bolso, que transferiría a artistas ucranianos una vez que llegara a Dubái, donde iba a visitar a su hija. Tenía previsto volver pronto a por sus caballos.
"Pero si las condiciones en nuestro país acaban siendo como en Corea del Norte, por supuesto que nos iremos. Me llevaré los caballos al Cáucaso", expresó Kirillova.
"Putin es un loco", afirmó. "Lo que más me asusta es que mucha gente le apoya".
Natan Kalt, un informático moscovita de 36 años, voló a Armenia tras el estallido de la guerra, pero pensaba trasladarse a la vecina Georgia, donde tiene amigos. No espera volver pronto a Rusia, ya que teme que su oposición al Putin y a la guerra le traiga problemas.
"Me preocupa el retorno del Gulag", reveló Kalt desde Ereván, donde se alojaba en un hotel lleno de familias rusas.
Otros dijeron sentir una profunda vergüenza por lo que Putin está haciendo en nombre de su país.
"Es un horror al que nunca me he enfrentado en la vida", afirmó una mujer que esperaba un vuelo en el aeropuerto de Helsinki. "No sé cómo mirar al mundo a la cara".
*Contenido con licencia de 'The Wall Street Journal'
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