El cambio climático les costará a las petroleras miles de millones en sobrecostes
Las empresas energéticas ya se habían enfrentado a desafíos de reputación y legales en la lucha contra el cambio climático. Ahora, afrontan su propia exposición a un clima excepcional y extremo
Alaska parece uno de los últimos rincones del planeta que necesitaría unos grados menos. Sin embargo, eso es exactamente lo que necesitará dentro de poco, para evitar que uno de los oleoductos más grandes del mundo se hunda en el permafrost derretido.
Los últimos incendios forestales, inundaciones y sequías del mundo están volviendo a destacar la contribución que la industria del gas y el petróleo ha hecho al cambio climático. De lo que no se habla tanto es de cómo de expuesto está el propio sector a las excepcionales condiciones climáticas extremas. No pone en riesgo la industria completamente e incluso podría beneficiar a algunos productores. No obstante, los accionistas y consumidores podrían acabar pagándolo.
A principios de año, el sistema de oleoducto Trans-Alaska recibió permiso para construir un sistema de enfriamiento para mantener el permafrost de partes de su oleoducto congelado, según un informe de Inside Climate News. Se han construido miles de millones de dólares de infraestructura de gas y petróleo en suelo helado. En Rusia, cerca del 23% de los fallos técnicos y casi un tercio de las pérdidas en la extracción de combustibles fósiles se producen por el derretimiento del permafrost, declaró el ministro de Recursos Naturales y Medio Ambiente de Rusia, Alexander Kozlov, en una conferencia a comienzos de año, según un informe de ‘The Moscow Times’. En total, la economía de Rusia podría perder más de 67.000 millones de dólares en 2050 por los daños del suelo congelado a las infraestructuras, según el informe.
Un clima excesivamente frío también puede desatar el caos. Tomemos de ejemplo el frío extremo en Texas a principios de año, que detuvo más producción y capacidad de refinado en la costa del Golfo que cualquier huracán reciente. La producción semanal de las refinerías en esa región se desplomó en 2,4 millones de barriles al día, o casi un tercio, según la Administración de Información Energética de EEUU.
Hay multitud de formas en que la industria del gas y el petróleo se ve afectada por el cambio climático. Las inundaciones pueden alterar el transporte de combustibles fósiles por gabarra y ferrocarril. Una sequía puede afectar también la producción petrolífera. Una menor disponibilidad de agua puede afectar al ‘fracking’ y las operaciones de refinería, que requieren gran cantidad de la misma.
Los productores de lo que sigue siendo la materia prima industrial más esencial del mundo desarrollado tienen, al menos, una gran salvación: si bien el clima puede suponer una catástrofe para la zona de energía de una región, el petróleo, el gas y los petroquímicos se producen en todas partes, así que otros llenarán el vacío —al precio adecuado—. Por ejemplo, las refinerías europeas solicitaron rápidamente más crudo y enviaron gasolina a EEUU después de la helada invernal para evitar déficits. Y la escasez local a veces compensa la pérdida de beneficios. Después de los huracanes Harvey e Irma en 2017, había tanta demanda de petróleo acumulada que los mayores márgenes del crudo compensaron los ingresos perdidos de las refinerías estadounidenses durante los cierres.
Los productores también pueden invertir dinero en reciclar agua o consolidar las instalaciones contra las heladas. Y, cuando se trata de fenómenos meteorológicos más comunes, las compañías suelen estar aseguradas —por ejemplo, contra los huracanes del golfo de México—. Si se vuelven más frecuentes, entonces dichos sobreprecios simplemente lo reflejarán.
Sin duda, todos esos ajustes se consiguen a costa de consumidores ordinarios en forma de precios en la gasolinera o de bienes de consumo en los que el transporte, la producción o los materiales son más caros. Productos tan alejados como los coches se vieron afectados por una escasez de petroquímicos este año por la helada en Texas.
Si bien el sector energético en conjunto es lo suficientemente flexible y está lo suficientemente expandido como para no correr peligro por el cambio climático, lo que hay que observar son los desastres climáticos para los que es difícil prepararse y son difíciles de contener, sobre todo en regiones donde la extracción de petróleo ya es cara. Alberta, por ejemplo, se enfrentó a incendios forestales en 2016 que se extendieron hasta los límites de complejos mineros de arenas petrolíferas. Redujeron la producción de petróleo canadiense en al menos un millón de barriles al día, o el 40% de la producción.
Nornickel recibió una multa de 2.000 M después de que se filtraran al menos 20.000 toneladas de combustible
Y el año pasado, la empresa minera rusa Nornickel recibió una multa de 2.000 millones de dólares después de que se filtraran al menos 20.000 toneladas de combustible de un tanque contenedor en una central; la compañía declaró que el derretimiento del permafrost provocó una avería en los postes que sujetaban los cimientos de un tanque de depósito de combustible.
Fenómenos meteorológicos más frecuentes podrían llevar al límite a algunos productores en términos financieros, lo que recaería en los inversores. También podrían regresar a un tiempo en que las compañías petroleras del sector privado tenían una cuota de mercado menor y los productores estatales, sobre todo en Oriente Medio, obtenían enormes beneficios. Dichas empresas no solo están menos afectadas por las campañas del cambio climático, sino que operan yacimientos que son baratos y menos proclives a sufrir alteraciones por cambios en los patrones climáticos.
Puede que las empresas energéticas, así como sus inversores y clientes, hicieran oídos sordos en el pasado cuando se trataba del cambio climático provocado por el hombre. Ahora, no les queda otra alternativa que prestar atención.
*Contenido con licencia de ‘The Wall Street Journal’.
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