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Desde la fiebre de los tulipanes hasta las 'NFTs'… las burbujas siempre han existido
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las nuevas inversiones no son peligrosas

Desde la fiebre de los tulipanes hasta las 'NFTs'… las burbujas siempre han existido

La historia nos demuestra que un rincón creativo del mundo financiero se puede convertir en una obsesión que atrae a estafadores y liquida a inversores

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Hace unos 300 años, los inversores en Europa estaban impacientes por las perspectivas financieras de nuevas empresas cotizadas que tenían derechos especiales en el comercio internacional garantizados por los gobiernos de Francia e Inglaterra. Las acciones de estos vehículos de inversión -la Compañía del Mar del Sur en Inglaterra y la Compañía del Misisipi de Francia- se dispararon y luego se desplomaron en 1720, arruinando a hordas de inversores enfurecidos. Episodios como ese tienen a algunos historiadores económicos frunciendo el ceño por lo que está pasando en los mercados financieros actualmente, con Wall Street una vez más al abrazo de modas desconcertantes para nuevos vehículos de inversión.

El precio del ‘bitcoin’, la criptomoneda, ha aumentado más de seis veces en el último año. Mientras tanto, las sociedades instrumentales llamadas empresas de adquisición con propósito especial -también conocidas como ‘SPACs’ (por sus siglas en inglés), que cotizan en bolsa y luego compran empresas objetivo- han conseguido más de 100.000 millones de dólares este año, según Dealogic. Los inversores también están aclamando los ‘tokens’ no fungibles, certificados digitales de piezas de colección ‘online’, como arte o autógrafos.

¿Indican estos instrumentos un nuevo mundo en las finanzas, u otra cosa? La historia muestra que las modas inversoras normalmente se asocian a una innovación financiera, nuevos instrumentos creados por los intermediarios de Wall Street, rodeados de misterio e impulsados por las expectativas de grandes beneficios futuros. A veces sale muy mal.

Foto: Representación del bitcóin junto a un billete de dólar. (EFE)

Íntimamente ligados a la crisis financiera de 2008/2009 que casi acabó con todo el sistema financiero de EEUU estuvieron una burbuja de las obligaciones de deuda garantizadas (paquetes de hipotecas de alto riesgo) y los ‘swaps’ de incumplimiento crediticio (seguros frente a hipotecas de alto riesgo). Antes de eso, hubo empresas de internet sin beneficios en los años noventa que salieron a bolsa de forma independiente con unas valoraciones inmensas. Muchas de ellas estallaron antes de ganar un penique.

Antes de las sociedades comerciales de los años 1700 -que vendían esclavos entre otras cosas-, hubo una fiebre en Holanda por los bulbos de tulipán exóticos entre 1636 y 1637, valorados por su variedad y capacidad para rebrotar. Según una historia de Charles Mackay, ‘Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds’, un bulbo de Viceroy durante ese episodio valía dos fajos de trigo, cuatro fardos de centeno, cuatro bueyes, ocho cerdos, doce ovejas, dos toneles de vino, cerveza, mantequilla, queso, una cama, un traje y un jarro de plata. Charles Kindleberger, el difunto profesor del MIT autor del famoso libro ‘Manías, pánicos y cracs: Historia de las crisis financieras’, denominó a dicha especulación y crisis una cuestión perenne.

“Los periodos de gran innovación son interesantes desde la perspectiva de un inversor porque puedes justificar un amplio abanico de valoraciones”, declara Robin Greenwood, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard que ha estudiado las burbujas. Dice que otro ejemplo clásico es una burbuja de los años veinte de los fondos con capital fijo, carteras de inversión que cotizan en bolsa. Antes del crac de 1929, se disparó la emisión de fondos de capital fijo y los precios de los fondos superaron a los valores subyacentes de sus inversiones.

Los estafadores a veces también están ligados a los ‘booms’ financieros. Eso incluye a Robert Knight, que ayudó a manipular las cuentas de la Compañía del Mar del Sur, huyó de Inglaterra y estuvo en la cárcel de Amberes un tiempo. Después estuvo Bernie Madoff, que maquinó su propio esquema de Ponzi de inversión que quebró en diciembre de 2008. Murió en prisión.

Greenwood señala que, en muchas ocasiones, puede que la propia innovación financiera sobreviva a la burbuja y el estallido, como fue el caso del concepto de fondos mutuos de capital fijo en los años veinte y los valores de internet en los noventa.

Si bien los auges insólitos en nuevos instrumentos pueden ser indicio de que algo va mal en los mercados, dice que no siempre es el caso. “Muchas cosas que parecen una burbuja no lo son”, afirma. Los valores tecnológicos se dispararon a principios de los años noventa, indica. Eso realmente trajo consigo una década de prosperidad. La incertidumbre es uno de los factores que hacen que las burbujas sean posibles. Normalmente es viable argumentar en contra de la idea de que existe una burbuja hasta que es demasiado tarde.

“Anunciar que hay una burbuja al nivel del mercado global es una tontería”, dice Greenwood. “Me interesa mucho esa cuestión, pero no he tenido éxito y llevo trabajando en esto un tiempo”.

Foto: La bolsa española en marzo de 2021. Opinión

Willem Buiter, profesor invitado en la Universidad de Columbia y otro historiador de burbujas, dice que la innovación es en sí misma algo permanente en Wall Street. Ocurre constantemente, en condiciones normales y en otros momentos. Lo que destaca de la innovación financiera durante las burbujas es que nuevos instrumentos se convierten en mecanismos de especulación y exceso. Puede que la innovación en sí misma no sea el problema. Puede que el problema surja cuando la inversión en el vehículo está impulsada por un aumento del préstamo. “El apalancamiento es el culpable”, dice Buiter.

Ese fue sin duda el caso en los años 2000, cuando las obligaciones de deuda garantizadas ayudaron a alimentar los préstamos hipotecarios. Entre 2000 y 2008, la deuda del sector financiero aumentó más del doble, desde 8,7 billones de dólares hasta 18 billones de dólares, y la deuda de los hogares se duplicó, desde 7,2 billones de dólares hasta 14,1 billones de dólares, según datos de la Reserva Federal.

Esta vez el patrón es diferente. A pesar de que la deuda pública está aumentando rápido, la deuda del sector financiero se mantiene por debajo de su máximo de 2008 y la deuda de los hogares ha crecido a un ritmo más lento que en los 2000. Entre 2012 y 2020, la deuda doméstica creció desde 13,6 billones de dólares hasta 16,6 billones de dólares. Eso es algo que proporciona cierta tranquilidad a Buiter.

“Hay señales, indicadores de exceso, pero no nos han llevado por el camino de un auge del crédito insostenible todavía”, declara Buiter.

*Contenido con licencia de ‘The Wall Street Journal’.

Hace unos 300 años, los inversores en Europa estaban impacientes por las perspectivas financieras de nuevas empresas cotizadas que tenían derechos especiales en el comercio internacional garantizados por los gobiernos de Francia e Inglaterra. Las acciones de estos vehículos de inversión -la Compañía del Mar del Sur en Inglaterra y la Compañía del Misisipi de Francia- se dispararon y luego se desplomaron en 1720, arruinando a hordas de inversores enfurecidos. Episodios como ese tienen a algunos historiadores económicos frunciendo el ceño por lo que está pasando en los mercados financieros actualmente, con Wall Street una vez más al abrazo de modas desconcertantes para nuevos vehículos de inversión.

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