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Las abadías trapenses se están vaciando... y faltan monjes para hacer la cerveza
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Las abadías trapenses se están vaciando... y faltan monjes para hacer la cerveza

El desafío al que se enfrentan refleja el dilema de muchos artesanos cerveceros que quieren mantener la autenticidad frente a las tentaciones comerciales

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Las exclusivas cervecerías trapenses tienen un problema de suministro: andan escasos de monjes. Los que quedan en los pintorescos monasterios están envejeciendo, y hoy en día hay pocos hombres que tomen los votos. Pero para que la cerveza se califique como 'Authentic Trappist Product' –que acarrea un suplemento de precio y un sello histórico–, tienen que participar monjes de verdad.

La situación empeoró tánto en la Abadía de Achel, en Hamont-Achel, Bélgica, que en enero renunció a la etiqueta para sus cervezas Achel, conocidas por su sabor malteado y afrutado, dado que no quedaban monjes para supervisar la producción. Otros monasterios también se están quedando sin miembros de la orden católica claustral.

"Nuestro padre abad bromea con que solíamos tener 15, suficientes para un equipo de rugby, pero ahora solo tenemos 12 –un equipo de fútbol más un suplente–", dice Fabrice Bordon, embajador de marca de Chimay, la marca de cervezas y queso de la Abadía de Nuestra Señora de Scourmont, en Chimay, Bélgica. Chimay, como muchas de las fábricas de cerveza trapenses, tiene personal laico para dirigir gran parte del negocio, a pesar de que los monjes tienen la última palabra en las decisiones importantes. Los monjes esperan atraer a nuevos hermanos para completar los huecos. Solo necesitan dos para supervisar la elaboración de cerveza, aunque prefieren cinco o más para preservar la comunidad, según Bordon. Es un problema empresarial que no abordan las estrategias de resolución de problemas corrientes.

placeholder Monje belga de una orden trapense. (EFE)
Monje belga de una orden trapense. (EFE)

Los monjes "creen en Dios y que Él lo resolverá", declara Manu Pauwels, director de marketing de la cervecería de la Abadía de Westmalle, un pariente gigante con cerca de 30 hermanos en Westmalle, Bélgica, un pueblo cerca de Amberes. Otras necesidades empresariales modernas pueden suponer un desafío para los monjes que envejecen. En la Abadía de Saint Joseph, en Spencer, Massachusetts, los monjes llevan las ventas y el marketing de su cerveza trapense, incluidas las cuentas de Instagram y Facebook. "Para ser sincero, el estilo de vida monacal no atrae a muchas personas que sepan de eso", dice el padre Isaac Keeley, el director general de la fábrica de cerveza, de 70 años.

El desafío al que se enfrentan las abadías refleja el dilema de muchos artesanos cerveceros que quieren mantener la autenticidad frente a las tentaciones comerciales. Hace dos décadas, un grupo de abadías creó la Asociación Internacional Trapense para proteger la denominación ‘trapense’ de productores de cerveza comerciales que utilizaban imágenes monacales para vender cerveza. Para conseguir la membresía la cerveza tiene que ser fabricada en un monasterio, el negocio tiene que estar supervisado por monjes y los ingresos destinarse para las necesidades de la abadía o a la caridad. Actualmente, hay 11 miembros que fabrican cerveza y pueden usar el logo auténtico. Otros miembros elaboran productos como queso o miel.

Las abadías han hecho concesiones a la modernidad. Hoy en día es raro que los monjes realicen la fermentación, aunque sí la supervisan. La Abadía de San Sixto, que solía coger pedidos por teléfono para recogerlos en la puerta del monasterio, ha incorporado hace poco los pedidos ‘online’ y un servicio de entrega a domicilio. Algunas abadías tienen cafeterías y tiendas. La Abadía de Scourmont, que fabrica la cerveza Chimay, donde el año pasado falleció un monje a los 105 años, ha añadido cuartos de baño a algunas celdas para atraer a visitantes que pasen la noche –y posiblemente nuevos miembros– en retiros disfrutando del silencio del monasterio, según Bordon. Aun así, "no es un hotel", afirma. "Hay que seguir las reglas".

placeholder Monje trapense en la abadía de San José. (Reuters)
Monje trapense en la abadía de San José. (Reuters)

Los trapenses –una orden católica con siglos de antigüedad conocida por sus estrictas prácticas, incluido rezar siete veces al día empezaron a producir cerveza en Bélgica a principios del siglo XIX. Los monjes, que normalmente visten hábitos simples, persiguen vivir del trabajo de sus manos, incluido el cultivo, la fabricación de quesos y de cerveza. En los años noventa, los monjes envejecidos de los monasterios trapenses que se centraban en el trabajo agrícola tuvieron problemas. La Abadía de Achel vendió sus tierras agrícolas y estuvo a punto de cerrar.

En ese momento, las cervecerías comerciales estaban pagando derechos a algunas abadías para poner sus nombres e imágenes en botellines. Los impostores laicos –que se anunciaban con clichés monacales como canto gregoriano y abadías con niebla– se comieron las ventas de cervezas trapenses, declara Jef van den Steen, historiador de cerveza. Las cervezas trapenses, que varían desde rubias hasta muy oscuras, utilizan solamente ingredientes naturales y tienen mayor gradación que muchas cervezas. "Cundió un poco el pánico entre las abadías trapenses que [se ganaban la vida] con la cerveza", dice.

En 1998, ocho monasterios trapenses –seis de Bélgica, incluido el de Achel– crearon la etiqueta 'Authentic Trappist Product' (ATP) para mostrar qué cervezas eran realmente productos de monasterio. Un monasterio, la Abadía de Koningshoeven, en Países Bajos, se descarrió y fue expulsado en 1999 después de que encomendara sus operaciones a una fábrica de cerveza alemana alegando que sus monjes eran demasiado viejos. Se reincorporó en 2005 después de que los monjes retomaran una supervisión más activa.

Los últimos dos monjes de Achel se trasladaron, dada su avanzada edad, y la licencia del monasterio para utilizar el logo ATP caducó

La Abadía de San Sixto produce solo la cerveza que necesita para financiar la abadía, convirtiendo su cerveza Westvleteren en una de las más buscadas del mundo. Algunas abadías han desarrollado operaciones comerciales importantes con páginas web elegantes. La marca Chimay de la Abadía de Scourmont (cuyo eslogan es: 'Deliciosa. Valiosa. Auténtica') expandió y modernizó sus operaciones a medida que ganó popularidad en la segunda mitad del siglo XX y ahora es conocida en todo el mundo. La cerveza obtuvo unos ingresos de 65 millones de euros en 2019.

La Abadía de Achel es una de las fábricas de cerveza trapense más pequeñas de Bélgica, y su comunidad monacal se ha reducido en los últimos años. "Si hay solamente unos pocos y son viejos, ningún joven va a volverse monje en ese monasterio", dice van den Steen. Los últimos dos monjes de Achel se trasladaron a Westmalle el año pasado dada su avanzada edad y la licencia del monasterio para utilizar el logo ATP caducó. Aun así, continuará la fabricación y esta primavera abrirá una nueva fábrica. La cerveza será la misma, pero el escudo de armas de la abadía sustituirá el logo ATP.

placeholder Cervezas trapenses de Westvleteren, Bélgica. (Reuters)
Cervezas trapenses de Westvleteren, Bélgica. (Reuters)

Otros monasterios de todo el mundo se han unido a la asociación en los últimos años. Actualmente hay cinco belgas, dos holandesas y una de EEUU, una de Reino Unido, una de Italia y una de Austria que pueden utilizar el logo de autenticidad.

La Abadía de Saint Joseph de Massachusetts, la asociación miembro de EEUU, envió a dos hermanos a la Abadía de Scourmont para ocho meses de formación para ayudarla a lanzar su cerveza bajo la marca Spencer. Saint Joseph había pasado de la producción láctea a producir mermeladas y jaleas en los años sesenta, pero se pasó a la cerveza hace una década porque es menos laboriosa, dice el padre Isaac. El monasterio tiene menos de 50 hermanos, y algunos monjes trabajan en la fábrica de cerveza envasando, etiquetando y llevando las cuentas.

Foto: La IPA de Mahou.

Cuando el padre Isaac estuvo preparado para sacar su primera cerveza al mercado en 2014, las IPA (India pale ale) estaban compitiendo en prestigio con las cervezas trapenses. El estilo, condimentado con lúpulos, no es un producto típico trapense. "Los distribuidores dijeron: 'Venga ya, padre Isaac, necesito que me des una IPA'", recuerda. Ahora, Saint Joseph produce una IPA trapense Spencer.

A pesar de las cifras, el padre Isaac tiene un problema de personal. Uno de los hermanos que fue a la misión de formación en Bélgica se metió tanto en la fabricación de cerveza que dejó el monasterio para trabajar en una fábrica comercial –en el equivalente monacal a un periodo sabático, afirma–. Que vuelva o no es algo que tiene que resolver con el abad, dice el padre Isaac, pero el monje quiere tener voz: "Quiero a mi productor de cerveza de vuelta".

Las exclusivas cervecerías trapenses tienen un problema de suministro: andan escasos de monjes. Los que quedan en los pintorescos monasterios están envejeciendo, y hoy en día hay pocos hombres que tomen los votos. Pero para que la cerveza se califique como 'Authentic Trappist Product' –que acarrea un suplemento de precio y un sello histórico–, tienen que participar monjes de verdad.

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