¿Puede la doctrina social de la Iglesia católica unir los Estados (des)Unidos?
El presidente Biden, el senador Rubio y muchos pensadores no católicos ven una posible vía en la larga tradición de la enseñanza de la Iglesia, aunque la interpretan de formas distintas
El presidente Joe Biden, el segundo católico en la historia en ocupar el cargo, ha convertido la religión en un elemento notable de su función pública. Asistió a misa la mañana de su investidura, citó al teólogo y filósofo san Agustín en su discurso inaugural y ha colocado una fotografía del papa Francisco, a quien ha alabado como inspiración personal, detrás de su escritorio en el despacho oval.
El enfoque de Biden está muy lejos del que tuvo el primer presidente católico, John F. Kennedy, que buscó acabar con los prejuicios sobre su fe asegurando ante una audiencia de ministros protestantes durante la campaña de 1960: "No soy el candidato católico a presidente. Soy el candidato del Partido Demócrata a presidente, que resulta que también es católico. No hablo en nombre de mi Iglesia en asuntos públicos, y la Iglesia no habla por mí".
Tal vez de forma inevitable, el inicio de la Administración de Biden ha iniciado un debate sobre lo católicas que son sus políticas en realidad. Los católicos progresistas ven gran parte de la agenda de Biden en materias como migración, relaciones raciales, desigualdad económica y el medioambiente como la doctrina social de la Iglesia puesta en práctica. "El presidente Biden tiene una disposición natural hacia la compasión, y la doctrina social católica en esas áreas, especialmente con los pobres y los que son víctimas de formas distintas, ofrece un marco para dicha compasión", declara en una entrevista el obispo de San Diego Robert McElroy, uno de los liberales principales en la Iglesia de EEUU.
Pero los católicos conservadores, incluido el arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de EEUU, José Gómez, han subrayado sin embargo las desviaciones de Biden de la doctrina eclesiástica. "Nuestro nuevo presidente se ha comprometido a desarrollar ciertas políticas que promoverán los males morales y amenazarán la vida y dignidad humanas, especialmente en los temas del aborto, los anticonceptivos, el matrimonio y el género", escribió el arzobispo Gómez en un comunicado publicado el día de la investidura.
¿Qué es la doctrina social católica? ¿Y por qué debería importarle al cerca del 80% de norteamericanos que no pertenecen a la Iglesia?
Cuerpo de doctrina sobre derecho, política y economía desarrollado por el papado desde finales del siglo XIX, la doctrina social católica ha sido tradicionalmente más influyente en Europa y Latinoamérica que en EEUU. Pero personas con visiones opuestas, no todos católicos, dicen que sus conceptos son especialmente necesarios en este momento de fractura en la política estadounidense. "Si estás buscando una forma de superar las diferencias y encontrar algo de unidad y sanación, la doctrina social católica ofrece un camino que desafía a la derecha y a la izquierda y nos invita a trabajar juntos por el bien común", declara John Carr, exasesor de los obispos de EEUU que imparte clases en la Universidad de Georgetown y que apoyó a Biden el otoño pasado. "En una sociedad en la que quedan muy pocos paradigmas morales firmes, el pensamiento social católico es una tradición bien organizada que tiene algo tanto para la izquierda como para la derecha", dice Adrian Vermeule, profesor conservador de Derecho Constitucional en Harvard. "El catolicismo, a pesar de nuestra era polarizada, o precisamente debido a esa polarización, se está convirtiendo en algo parecido a un lenguaje común organizador para gran parte de la vida pública de EEUU".
Las enseñanzas de la Iglesia sobre cuestiones sociales se establecen en los términos filosóficos del derecho natural, que precede al cristianismo y no está sujeto a una apelación a las Escrituras. Aristóteles distinguía entre lo que era "justo por convenio" y lo que era universalmente "justo por naturaleza", y los antiguos estoicos enseñaban que cada ser humano podría entender las verdades morales a través de la reflexión intelectual. Siguiendo las enseñanzas del apóstol san Pablo de que "las exigencias de la ley están escritas en [los] corazones" de aquellos que no han recibido la revelación divina, los primeros pensadores cristianos acogieron la idea de que el derecho natural era un lenguaje válido para comunicar sus creencias al resto de la sociedad. El teólogo y filósofo del siglo XIII Santo Tomás de Aquino desarrolló la enseñanza de Aristóteles de que todos los seres existen para ciertos objetivos o funciones, con los seres humanos inclinados naturalmente hacia el bien, incluido el vivir juntos en comunidad.
"El catolicismo romano no es una tradición fundamentalista que diga que las únicas fuentes de nuestra ética son la Biblia y nuestra fe. También basa nuestros principios morales en la razón", declara el sacerdote David Hollenbach, profesor en la Walsh School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown. "Nos lleva a lo que creo que se puede denominar una moralidad humanista que debería llegar a todas las personas".
"La agenda del presidente Biden refleja una noción católica de la solidaridad de muchas formas"
Dos de las ideas centrales de la doctrina social católica son la solidaridad y la subsidiariedad. Ambas han sido influyentes más allá de los círculos católicos, incluido el derecho de la Unión Europea, que las considera principios clave.
El papa Juan Pablo II definió solidaridad como "una determinación firme y perseverante de comprometerse al bien común; es decir al bien de todos y de cada individuo, porque realmente todos somos responsables de todos". Según David Gibson, director del Center of Religion and Culture de la Universidad de Fordham, "la agenda del presidente Biden refleja una noción católica de la solidaridad de muchas formas, quizás especialmente en cuestiones sobre el cambio climático, apoyo a inmigrantes y refugiados, igualdad económica y expansión de la atención médica".
Los principios de solidaridad y del bien común "se ven reflejados en una agenda que refuerza las uniones y prioriza la restauración de los derechos de los trabajadores socavados en la era Trump", dice John Gehring, director del programa católico en Faith in Public Life, organización de apoyo en Washington DC. "Biden tiene una estrategia para la dignidad económica y un papel del Gobierno para abordar la desigualdad que está respaldado por una larga historia de la doctrina social católica".
El segundo concepto, subsidiariedad, normalmente se entiende como la idea de que las actividades sociales y políticas se deberían organizar en la medida de lo posible a nivel local. O, en palabras de Juan Pablo II, "una comunidad de un orden más elevado no debería interferir en la vida interna de una comunidad de un orden menor, privando a esta última de sus funciones, sino apoyarla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su actividad con las actividades del resto de la sociedad, siempre con miras al bien común".
Yuval Levin, del American Enterprise Institute, autor de 'The Fractured Republic: Renewing America’s Social Contract in the Age of Individualism' (2016), declara que la subsidiariedad refleja "un sentimiento de que los problemas humanos normalmente se resuelven mejor a un nivel interpersonal, donde la gente puede mirar a los demás, y que, de ser posible, ahí es donde deberían ser abordados". "Los esfuerzos de la Administración de George W. Bush por ofrecer servicios sociales a través de las instituciones de la sociedad civil estuvieron guiados por el principio de subsidiariedad", dice. "Intrínsecamente existe cierta tensión entre solidaridad y subsidiariedad", afirma Levin. "Una busca definir la identidad de la gente basándose en lo que tienen en común y la otra mira hacia una forma mucho más diversa y localizada de llegar a la gente". Pero los dos principios "se necesitan mutuamente, cualquiera de ellos se deforma sin el otro".
Carr advierte contra una interpretación desigual de la subsidiariedad. "Las grandes instituciones no deberían sustituir, reemplazar o interferir en las más pequeñas: la familia, el vecindario, los sindicatos", declara. "Por otro lado, las instituciones más pequeñas tienen derecho a exigir cosas a las más grandes cuando lo necesiten. Hay una pandemia global; mi familia, mi barrio, mi ciudad no la pueden arreglar".
Varias críticas de la economía de libre mercado han aparecido de forma notable en los escritos de los papas
Según Peter Wehner, que redactó discursos y asesoró en la Administración de George W. Bush, los conservadores suelen ser receptivos con la subsidiariedad debido a su escepticismo respecto a un Gobierno centralizado. Pero la solidaridad, especialmente en relación a la política económica, puede ser más difícil de vender. "Hay una tendencia en el Partido Republicano hacia una actitud más liberal en la economía. Como mucho puede ser un punto de vista darwiniano cuasi socialista, y creo que la enseñanza social católica lo rechaza bastante", dice Wehner.
Varias críticas de la economía de libre mercado han aparecido de forma notable en los escritos de los papas. En su primera campaña presidencial, en 1932, Franklin D. Roosevelt citó la encíclica 'Quadragesimo Anno' del apa Pío XII, que generó serias dudas sobre el capitalismo en medio de la Gran Depresión. Roosevelt dijo que la encíclica era "tan radical como yo" y "uno de los mejores documentos de los tiempos modernos", según John McGreevy, profesor de Historia en la Universidad de Notre Dame. El papa Francisco ha advertido repetidamente sobre los excesos del capitalismo. "¿Cómo es posible que cuando un anciano vagabundo muere a causa de las penurias que sufre diariamente no salga en las noticias, pero cuando la bolsa pierde dos puntos sí que salga?", escribió el papa Francisco en uno de sus primeros documentos, que luego citó en un discurso el entonces presidente Barack Obama. En su encíclica de 2015 sobre el medioambiente, 'Laudato si', el papa Francisco culpó a lo que llama el "mercado endiosado" de la contaminación y el calentamiento global.
Sin embargo, la encíclica 'Rerum Novarum' de 1891 del papa León XIII, que se considera el primer escrito de la doctrina social católica, defendía enérgicamente el derecho a la propiedad privada y condenaba el socialismo. Un siglo después, el papa Juan Pablo II ofrecía en ‘Centesimus Annus’ el análisis más favorable del capitalismo que cualquier papa había hecho hasta entonces, donde escribió que "el mercado libre es el instrumento más eficiente para utilizar los recursos y responder de forma eficiente a las necesidades", aunque añadió que muchos quedaban excluidos de forma injusta del "círculo de intercambio".
Este desarrollo positivo de la visión de la Iglesia del mercado reflejaba en gran parte la influencia del filósofo y teólogo católico estadounidense Michael Novak, autor de 'The Spirit of Democratic Capitalism' (1982), quien argumentaba que la competitividad económica es compatible con los valores cristianos de caridad y comunidad. Novak también fue una influencia importante, junto con Richard John Neuhaus, importante sacerdote y escritor católico, para la filosofía del presidente George W. Bush del "conservadurismo compasivo", que otorgó un papel principal a organizaciones religiosas y otras ONG para la prestación de servicios sociales, según Wehner.
"El conservadurismo compasivo fue diseñado para ser una aplicación política de la doctrina social católica", escribió en ‘The Atlantic’ Michael Gerson, antiguo redactor de discursos y asesor de Bush que es considerado uno de los arquitectos del conservadurismo compasivo, en 2018. Señaló que el movimiento evangélico cristiano al que pertenece carece de "una tradición de reflexión social y política coherente y comprensiva" para encajar con la de la Iglesia católica.
Más recientemente, el senador republicano Marco Rubio, católico y posible candidato a presidente en 2024, citó a cuatro papas en un discurso en la Universidad Católica de América que proponía políticas orientadas al trabajador como baja por enfermedad pagada, expansión del crédito fiscal por hijo y cambios en el código tributario para incentivar la creación de empleo y unos salarios más altos. El senador dice ahora que la pérdida de empleo y las perturbaciones sociales causadas por la pandemia han aclarado todavía más la necesidad de lo que él denomina el "capitalismo del bien común". "Para ser una gran nación, necesitamos familias sólidas y comunidades sólidas, y nada de eso es posible si no tenemos un trabajo digno", declara Rubio. "Esto es fundamental en la doctrina social católica, pero también es esencial para lo que se supone que es EEUU".
Un candidato a presidente, de cualquier creencia religiosa, que combinara políticas socialmente conservadoras con un programa económico populista no solo estaría alineado con la doctrina católica, sino que ganaría la Casa Blanca, afirma Robert George, profesor de Jurisprudencia en la Universidad de Princeton. "Es un terreno fértil, es propicio para la cosecha", dice George, aunque añade que tal candidato "tendría que encarnar de una forma que Trump no hizo, en su vida personal, los valores socialmente conservadores" de sus seguidores.
Tanto los católicos progresistas como los conservadores coinciden en que ninguno de los programas de los principales partidos se alinea actualmente con la doctrina de la Iglesia. "Es muy difícil encontrar un candidato que refleje incluso el 40% de la enseñanza social católica en sus opiniones", dice el obispo McElroy. "Los partidos se dividen en lo que la doctrina social católica ofrece como lo más importante".
Los católicos de la izquierda y la derecha también coinciden en que la doctrina social de su iglesia es inseparable de su enseñanza moral, incluidas la ética sexual y la médica. Pero difieren fuertemente respecto al peso político que le dan a lo que el papa Benedicto XVI llamaba cuestiones morales innegociable, sobre todo el aborto. "Para los obispos del país, la continua injusticia del aborto sigue siendo la ‘prioridad preeminente’", escribió el arzobispo Gómez en su declaración sobre la inauguración presidencial, citando una guía del votante de una conferencia de los obispos católicos de EEUU.
"El sentido claro e innegable en el que Biden niega el fundamento de la doctrina social católica es en el de exponer a los nonatos a la violencia letal del aborto", declara George. "Lo que dirige su agenda, lo que orienta su ideología, es el progresismo secular, no la doctrina social católica". Según George Weigel, biógrafo de Juan Pablo II, "cualquier interpretación seria de la enseñanza social católica empieza con la dignidad de la persona humana desde la concepción hasta la muerte natural. Ese es el principio fundamental… Reclamar que tu pensamiento se engloba en la doctrina social de la Iglesia y apoyar el aborto voluntario o la eutanasia es un error, es una falacia lógica".
Pero Carr, que ha contribuido a ediciones anteriores de la guía del votante del obispado, escribió el otoño pasado en la revista ‘America’ que apoyaba a Biden a pesar de la postura del demócrata sobre el aborto, "por lo que puede hacer para ayudarnos a recuperarnos y a curarnos, ayudar a los que se han quedado atrás, asegurar la atención médica universal y tratar a los inmigrantes y refugiados con respeto".
"El catolicismo no trata solo el aborto y el sexo", dice el padre Hollenbach. "La orientación del Partido Demócrata, especialmente la orientación que Joe Biden está intentando imponer, responde a un rango más amplio de preocupaciones católicas importantes de forma global".
Los seguidores del presidente Biden indican que el mensaje que el papa Francisco envió al nuevo presidente, publicado el mismo día que la declaración del arzobispo Gómez, no contenía ninguna referencia al aborto. "Francisco no es un guerrero cultural, y claramente quiere llevar a la Iglesia lejos del tipo de oposición irreflexiva que la declaración de Gómez mostró y hacia un enfoque más comprometido para ayudar a resolver problemas", declara Gibson.
El obispo McElroy es miembro vocal de la minoría de obispos de EEUU que difieren del tono de la Conferencia. "Es una gran tristeza que el presidente Biden y los líderes políticos demócratas no apoyen sanciones legales para proteger a los nonatos", dice el obispo McElroy. "Pero ese no es el principal problema. La preocupación principal para nuestro país en este momento es cicatrizar y unirse", dice. "Porque, a menos que podamos conseguir una cultura política que se haya sanado de forma fundamental, no podemos promover el bien común de ninguna forma sostenible".
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