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Wall Street está buscando la inflación en los lugares equivocados
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Wall Street está buscando la inflación en los lugares equivocados

Hay que ser cauto con las predicciones sobre cómo van a afectar el covid-19 y los estímulos fiscales en EEUU al rumbo de los precios al consumo. El destino de tus activos está en juego

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Los inversores que están tratando de averiguar qué forma adoptará la recuperación tras la pandemia de covid-19 tienen el mismo punto ciego que tenían después de la crisis financiera: no saben cómo funciona la inflación.

El S&P 500 alcanzó nuevos máximos durante este mes a pesar del impacto devastador de la pandemia. Del mismo modo, las expectativas de inflación del mercado se han recuperado a sus niveles de febrero, solo unos meses después de haber alcanzado un mínimo de 11 años.

Sin embargo, bajo las apariencias, los inversores no pueden decidir cómo afectará el covid-19 a los precios al consumo. Algunos temen la deflación en un entorno de baja demanda, mientras que otros se protegen justo de lo contrario: el riesgo de que una bonanza fiscal del Congreso y un estímulo monetario agresivo de la Reserva Federal, así como de otros gobiernos importantes y bancos centrales, puedan volver a traer la peligrosa combinación de inflación y desempleo que tanto afectó la década de 1970. La decisión de la Reserva Federal, aprobada como parte de una nueva estrategia, de dejar de subir los tipos de interés de forma preventiva para evitar la inflación aumenta la preocupación sobre este riesgo.

"Las fuerzas de la inflación se están alineando", dijo a sus clientes el economista jefe de Morgan Stanley, Chetan Ahya, en una nota reciente sobre esta cuestión.

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La forma en que se desarrolle este debate es importante para su cartera. Unos indicios de precios más elevados en el futuro podrían tener un impacto especialmente dramático, porque la inflación se asocia históricamente con un mayor rendimiento de las empresas con bajas valoraciones a expensas de las de 'crecimiento', como sucede con las acciones tecnológicas, que han impulsado el mercado de valores durante la última década. Los bonos se verían afectados, incluso si la Reserva Federal sigue siendo tan cautelosa con el aumento de las tasas.

Sin embargo, antes de replantear sus estrategias de inversión, los inversores deben recordar que Wall Street tiene un historial de malentendidos sobre la inflación, incluso muy recientemente.

Cuando los confinamientos de este año crearon interrupciones masivas de la oferta, muchos analistas advirtieron sobre un aumento de los precios al consumo. Después de que los datos oficiales mostraran lo contrario, la explicación que se dio, como siempre, fue que la demanda se había debilitado incluso más que la oferta.

Pero muchos productos vieron con el confinamiento un salto en los pedidos sin un aumento correspondiente de los precios. Los datos de CamelCamelCamel, una firma que registra los precios de los productos vendidos por el gigante del comercio electrónico Amazon, sugieren que el aumento de precios se limitó principalmente a unos pocos productos vendidos por proveedores desconocidos. Las cifras de la comparadora de precios PriceSpy de Reino Unido sobre los precios de los termómetros, los jabones líquidos para el lavado de manos y las pesas para hacer ejercicio muestran que el único efecto duradero hasta ahora ha sido un aumento del 7% en los precios de las pesas. Aun así, muchas de las tiendas rastreadas, como el minorista 'online' Argos, dicen que la mayoría de sus pesas están agotadas.

Foto: Jerome H. Powell, presidente de la Reserva Federal, en el simposio anual (este año virtual) de Jackson Hole 2020.

La idea de que la inflación es el resultado de que los precios se muevan para alinear la oferta con la demanda, arraigada en los libros de texto de economía básica, es inútil. En el mundo real, las empresas fijan precios sobre la base de su previsión de gastos de producción a largo plazo y no los aumentan repentinamente, incluso si esto conduce a tener estantes vacíos.

Sin duda, los precios de las materias primas siguen estando impulsados en gran medida por la oferta y la demanda, y parte de su coste se transfiere. Algunas empresas, como las textiles, también recortan los precios después de una recesión económica repentina porque necesitan deshacerse de las existencias. Estos dos factores explican por qué la inflación de EEUU llegó a un mínimo del 0,1% en abril, impulsada por el transporte y la indumentaria. Aun así, las tendencias en la mayoría de los demás sectores se mantuvieron sin cambios.

Las cifras de inflación general han ido perdiendo el sentido conforme los precios de los productos se han disociado entre sí. Los costes de la educación y de la atención médica se han más que duplicado en 20 años, mientras que los precios de los muebles, el textil y los dispositivos de comunicación han caído. Esto contrasta con la década de 1980 y la anterior, cuando los índices atraían fuerzas que afectaban todos los precios a la vez.

Los inversores pueden tener preocupaciones legítimas sobre las impetuosas valoraciones de sus activos en Silicon Valley

Muchos economistas ven la falta de correlación entre los precios como un triunfo de los bancos centrales, pero la incapacidad de las autoridades para alcanzar sus objetivos del 2% después de 2008 arroja dudas sobre esta interpretación. El famoso dicho de Milton Friedman de que "la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario" es difícil de cuadrar con la Fed aumentando la base monetaria en un 460% desde 2008 con un efecto poco perceptible. Asimismo, la investigación ha luchado durante mucho tiempo por encontrar un vínculo convincente entre los déficits presupuestarios y la inflación.

Entonces, ¿qué teoría de la inflación deberían utilizar los inversores? En naciones desarrolladas, quizá les vaya mejor sin una general, especialmente en ausencia de los factores que históricamente han canalizado una inflación de base amplia: volatilidad monetaria, crisis de materias primas como el embargo petrolero de la década de 1970 y sindicatos fuertes. Pocas de las nuevas políticas incentivadas por el covid-19 hasta ahora parecen dar a los trabajadores más poder para exigir aumentos salariales.

Las implicaciones son poderosas: el bajo aumento de los precios no necesita reflejar una economía débil, ni un repunte de la actividad necesariamente desencadena la inflación. Incluso si la política fiscal activista está aquí para quedarse y fomenta una reactivación económica, los bancos centrales aún pueden tener la discreción de dejar las tasas en los niveles actuales, ultra bajos, como pareció sugerir el jueves el presidente de la Fed, Jerome Powell, en beneficio de las acciones y los bonos tecnológicos.

Los inversores pueden tener preocupaciones legítimas sobre las impetuosas valoraciones de sus activos en Silicon Valley. Pero si algo hace mella en su cartera, no será el próximo paquete de estímulos de Washington.

Los inversores que están tratando de averiguar qué forma adoptará la recuperación tras la pandemia de covid-19 tienen el mismo punto ciego que tenían después de la crisis financiera: no saben cómo funciona la inflación.

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