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El virus aboca al mundo a una mayor intervención estatal y a más impuestos
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El virus aboca al mundo a una mayor intervención estatal y a más impuestos

Analistas e historiadores consideran que la crisis actual podría impulsar una nueva era de mayor intervención pública en la economía y con mayores niveles impositivos

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Los líderes mundiales, desde Trump hasta Macron o Isabel II, han invocado los tiempos de guerra para concienciar a los ciudadanos de cómo hay que derrotar el coronavirus.

Como en los conflictos del siglo XX, hay analistas e historiadores que consideran que la crisis actual puede impulsar una nueva era de grandes gobiernos en que los funcionarios controlen más niveles de la economía, para bien o para mal.

"Las instituciones nacionales tienden a conseguir mejores condiciones de financiación en tiempos de guerra, y es muy complicado darle la vuelta a eso cuando la gente ya se ha acostumbrado", dice Tony Travers, profesor de Gobierno en la London School of Economics y asesor del Ejecutivo británico.

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Durante las dos guerras mundiales, el gasto público se disparó en EEUU, Reino Unido y en el resto de países que estaban en economía de guerra. Esos niveles se mantuvieron altos una vez que llegó la paz.

En cualquier caso, la población y las empresas no están ahora movilizándose para el combate y todas las naciones pelean contra un enemigo común: el nuevo coronavirus.

Pero, según la pandemia ha ido avanzando, las potencias occidentales han intervenido la economía de una forma que en tiempos de paz era casi inconcebible. Han prestado cantidades ingentes de dinero para sostener a empresas y trabajadores en dificultades, convenciendo —y ordenando— a sectores de la industria para congelar su actividad y haciendo que otros cambiaran su actividad para fabricar equipamiento y material sanitario. Hasta se plantean grandes inversiones en áreas clave como las aerolíneas.

Los bancos centrales han accedido a comprar deuda soberana sin límite para permitir a los gobiernos seguir consiguiendo capital. Mientras, las grandes potencias están en plena carrera para encontrar una vacuna.

Esas intervenciones están contando con el apoyo popular. El porcentaje de aprobación de Trump se ha disparado, igual que el de Angela Merkel en Alemania.

Cuando la crisis haya acabado, "será muy complicado para cualquier gobernante no aumentar el gasto sanitario" y abrir nuevas vías de investigación médica, explica Travers.

Algo similar ocurrió tras la dura II Guerra Mundial, cuando países como Reino Unido aumentaron los impuestos para financiar políticas sociales como los programas de sanidad universal.

Foto: Imagen: Enrique Villarino.

En EEUU, "el virus podría mejorar muchos aspectos sociales como la propia sanidad", considera Maurice Obstfeld, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y ahora profesor de la Universidad de Berkeley en California.

Algunas de las decisiones más recientes tomadas por los gobernantes llegan más lejos que las emprendidas tras la Segunda Guerra Mundial, cuando implantaron el subsidio para trabajadores sin empleo. "Puede que no tengas un programa de gobierno grande, pero sí puedes implementar un alto nivel de intervención", dice Obstfeld apuntando al control de áreas clave de la economía.

Los reguladores ya se están dando cuenta de que en momentos de crisis sanitarias, como en la guerra, las preocupaciones sobre el déficit presupuestario importan muy poco, tal y como explica Mark Harrison, profesor emérito de Historia de la Universidad de Warwick y autor de libros sobre la economía tras ambas guerras mundiales.

En EEUU, la deuda pública podría elevarse pronto hasta el 130% o el 140% del PIB, superando incluso los niveles de la II Guerra Mundial, cuando se situaba en el 120%, estima Obstfeld.

Esa carga solo es soportable si los tipos de interés se mantienen bajos. Ahí han ayudado los bancos centrales, rebajando los tipos y cambiando su foco habitual —controlar la inflación— para pasar a apoyar a los gobiernos y las empresas.

La Reserva Federal y el BCE han introducido programas de compra de deuda que han imitado las políticas de la Fed durante y tras la II Guerra Mundial, cuando el banco se comprometió a instalar por debajo del 2,5% los costes de la deuda publica a largo plazo.

Los pasos de la Fed están "más cerca de la financiación del déficit que nunca", y eso supone unos riesgos inflacionarios para el medio plazo, señala Obstfeld. Los elevados niveles de inflación tras la II Guerra Mundial ayudaron a Estados Unidos a reducir su deuda en porcentajes amplios sin tener que pagarla.

En cualquier caso, las analogías con los tiempos de guerra no son perfectas.

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Durante la II Guerra Mundial, los aliados, incluyendo EEUU, Reino Unido o la Unión Soviética, dedicaron la mitad de su producción nacional a fabricar aviones, barcos, armas y otros materiales y equipos esenciales en el esfuerzo de guerra, explica Adam Tooze, profesor de Historia de la Universidad de Columbia, cuyo trabajo se enfoca en la guerra y las crisis financieras.

El objetivo de los reguladores ahora, a diferencia de las etapas bélicas, no es reorientar toda la economía para pelear contra el virus, sino hacer casi lo contrario, dice Tooze. El plan ahora pasa por la hibernación para prevenir que se propague la infección. Usar empresas que se han quedado sin actividad para hacer ventiladores o mascarillas merece la pena, pero solo servirá para no perder una mínima fracción del PIB, al contrario de lo que haría una ingente movilización de recursos en tiempos de guerra.

Además, mientras la mayoría de las grandes economías crecía a buen ritmo cuando empezó la II Guerra Mundial, ahora están todas hundiéndose. Eso significa que los gobiernos tienen que hacer más con menos dinero, provocando que se dispare la necesidad de pedir prestado.

Los niveles de déficit sugieren que los gobiernos no van a poder controlar la deuda recortando gastos, como ya hicieron tras la crisis financiera de hace una década. "Va a ser difícil que los impuestos no aumenten", dice Travers.

Los líderes mundiales, desde Trump hasta Macron o Isabel II, han invocado los tiempos de guerra para concienciar a los ciudadanos de cómo hay que derrotar el coronavirus.

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