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¿Cuál será nuestro sitio en la cadena alimenticia?
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¿Cuál será nuestro sitio en la cadena alimenticia?

Me gusta mucho viajar y me gusta la naturaleza, por eso he estado varias veces en la selva. Y lo que más me llama la atención es lo mucho que se parece la selva de los

Me gusta mucho viajar y me gusta la naturaleza, por eso he estado varias veces en la selva. Y lo que más me llama la atención es lo mucho que se parece la selva de los animales a la selva de los hombres, es decir, a nuestra sociedad.

La territorialidad, el poder, las relaciones interpersonales, la violencia, la ternura, el proceso de reproducción… Cuando un ranger del parque Kruger de Sudáfrica te va explicando con detalle cómo funcionan allí las cosas entre la población animal, no puedes evitar ver la similitudes con el mundo en el que vivimos los humanos.

Obviamente, nuestra selva ha mejorado mucho con respecto a la selva animal, claro que sí, pero comprender lo que pasa en la selva ayuda a comprender cómo ha sido y es nuestro estado más primario. Porque, aunque no nos guste, el que tuvo, retuvo.

Todo lo anterior tiene especial aplicación en la economía, especialmente en su concepción –definición académica– de ser la ciencia que estudia la aplicación eficaz de los recursos escasos. En la selva, todas las noches –sí, el lío gordo se monta de noche, que es cuando es más fácil atacar sin ser visto– los animales se reparten los recursos a su manera. Donde nosotros competimos, aunque a veces sea agresivamente, ellos directamente se devoran. Pero hay una realidad común: en el sistema capitalista o comes –es decir, compites y ganas– o te comen, aunque sea en el sentido figurativo de la palabra. Y, al igual que en la selva, entre las naciones se establecen órdenes de posición que se asemejan mucho a la cadena alimenticia de la selva. Hombre, ya sé que tenemos Seguridad Social y mecanismos de redistribución de la riqueza, por supuesto, pero no estoy diciendo que seamos iguales a los animales, sino lo interesante de comparar algunos comportamientos.

Por ejemplo: a los países africanos les explotan otros países más desarrollados, comprando a precio de saldo sus materias primas para forrarse luego vendiéndolas muchísimo más caras. Son la parte más baja de la cadena alimenticia económica global. Ahora bien, como dije al principio, nuestra selva presenta diferencias importantes, aparte de que no nos comamos los unos a otros. Probablemente la más importante sea la movilidad y la meritocracia: una gacela siempre será alimento de casi todos los depredadores de la selva, pero hace tiempo que los países emergentes pasaron de ser puro alimento a tener un peso importante en la economía mundial. Y de hecho, algunos, como China, son ya importantes depredadores. Y esa es la buena noticia: se puede subir en la cadena alimenticia de la economía global. La mala es que también se puede bajar.

De lo que no parecen darse cuenta aquí políticos y sindicatos es que China pronto no sólo hará bolígrafos a bajo coste. Hará también coches de media y probablemente alta gama, placas solares hípercompetitivas –ya lo hace– y, por supuesto, todo tipo de productos y servicios tecnológicos. Y no es una predicción. Eso va a ocurrir.

Pero no se preocupen, no voy a hablar de política. Ya hice un par de artículos recientemente –es que en un país como este no se puede evitar la tentación–, que, todo sea dicho, más que de política eran de política económica, pero este va de mercados. Y no sólo de mercados, sino la versión más pura –y probablemente más efectiva– de la inversión: la de largo plazo. Porque, para aquellos –pocos– inversores que invierten a largo plazo, es vital analizar y predecir quiénes van a subir y quiénes van a bajar en la cadena alimenticia. Y aprovechar las caídas coyunturales de sus mercados bursátiles para tomar posiciones en los jóvenes –o viejos, pero expertos– depredadores. Y no estoy yendo a lo obvio de “vende España/compra China”. Para nada. A lo mejor, sí en lo de China. Claramente infraponderada en nuestras carteras este año (y hasta ahora ha sido un acierto), pero que debe estar siempre en el radar de las rebajas del inversor largoplacista.

Pero España podría sorprender. La esperanza es lo último que se pierde. España lo tiene todo a su favor (sugiero lean ''). Y sólo un par de cosas en contra, todas relacionadas, queson su elefantiásico Estado, su temible burocracia y su mediocre –por decirlo suavemente– clase política. Pero para eso hay soluciones (mi sugerencia está en ''y '', artículos publicados ambos en esta página hace tiempo).

España podría perfectamente liberarse de las cadenas que la mantienen postrada, deprimida y sin ilusión, encontrar su modelo de negocio –que puede haber muchos, mi propuesta es sólo una más– y encontrar un buen acomodo en la cadena alimenticia. Por eso da miedo cuando ves que los políticos no tienen un plan ambicioso a largo plazo o que ni siquiera son capaces de serlo a corto bajando los impuestos y reactivando así el consumo interno, ya que no hacen algo más valiente. No, todo es como en el colegio: hago los deberes (que me impone la UE), apruebo los exámenes que me pone el profesor (la troika) y no pienso, ni creo ni voy más allá. Luego haremos la carrera que nos diga papá –aunque no vaya con nosotros para nada– y un día dices: “¡Dios mío, qué he hecho con mi vida!”. Pues evitemos acabar preguntándonos: "¿Qué hemos hecho con nuestro país?".

Seamos optimistas. Esperemos que esa actitud cambie, que los políticos actuales o los que los sustituyan traigan visión, valentía, aire fresco, como lo hicieron en su día en sus respectivos países Margaret Thatcher, Ronald Reagan, Clinton y aquí Suárez, Felipe González o Aznar en su primera época. Es posible. Ya ha ocurrido. En ese caso, España sería un chollo desde el punto de vista bursátil, con las acciones de sus empresas a precio de saldo gracias al estigma español. Pero si no es así, si pretendemos competir con los chinos o los hindúesen su terreno, si lo único que vamos a hacer es cuadrar las cuentas, decir un par de palabrillas a favor de los emprendedores, pero manteniendo toda la burocracia y los impuestos, sentarnos a esperar a que alguien quiera volver a comprar nuestros pisios, como diría Jesús Gil, y seguir, en definitiva, sin fomentar el desarrollo de la innovación, la exportación, la empresa o el empresario, pretendiendo hacer lo mismo que hasta ahora esperando obtener un resultado diferente, pues entonces para ponerse cortos en el mercado español.

Habrá que observar. Habrá que analizar. Y también a los que están en la parte baja de la cadena. Algunos podrían sorprendernos. Miren India: lo tenía todo para subir y, aunque ha subido, su evolución no es comparable a la de China. Eso se nota luego en las rentabilidades a cinco y diez años, que son de las que hablamos hoy. Y no olvidemos a los viejos depredadores. Mi favorito ya saben cuál es (lean Back to the USA y otros): los EEUU, una auténtica máquina de matar, con la mente abierta, dinámica, emprendedora y la velocidad unida a la experiencia del tigre viejo. Y, sobre todo, la adaptabilidad. ¿Saben lo que dijo Darwin? Que el hombre no reina sobre la tierra por ser el animal más rápido, ni el depredador más eficaz –quédense solos en medio de la selva y entenderán a qué se refería–, sino por su capacidad de adaptarse a cualquier medio. Pues eso define en pocas palabras la filosofía de este post. Analizar, detectar y acertar en quiénes son y serán los depredadores, quiénes caerán en la cadena alimenticia y pasarán a ser alimento de los de arriba y, sobre todo, quiénes se van adaptando mejor al nuevo medio. Atención a esos: son el equivalente a los humanos en la tierra. Pueden ser una buena inversión.

¡Buen fin de semana!

Me gusta mucho viajar y me gusta la naturaleza, por eso he estado varias veces en la selva. Y lo que más me llama la atención es lo mucho que se parece la selva de los animales a la selva de los hombres, es decir, a nuestra sociedad.