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Suiza muestra al mundo los peligros que le esperan tras años de 'burbuja monetaria'
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Suiza muestra al mundo los peligros que le esperan tras años de 'burbuja monetaria'

El banco central suizo no es que cogiera al mercado con el pie cambiado; es que directamente lo atropelló. Y sobre todo le enseñó los formidables riesgos que acechan

Foto: El presidente del Banco de Suiza, Thomas Jordan
El presidente del Banco de Suiza, Thomas Jordan

Dicen que para ser verdaderamente efectiva la política monetaria debe sorprender. Y eso mismo, pero a lo bestia, es lo que hizo este jueves el Banco Nacional de Suiza (BNS). Viendo el terremoto que provocó en los mercados, principalmente en el de divisas, no es descabellado pensar que se sorprendió incluso a sí mismo. Precisamente por ese impacto, de dimensiones globales, la entidad presidida por Thomas Jordan mostró al mundo los peligros que le esperan tras años en los que los principales bancos centrales han inundado el planeta de dinero y han aplicado constantes medidas enfocadas a mecer a los mercados. Una burbuja monetaria sin precedentes cuyo desmantelamiento promete emociones fuertes. Como las que provocó ayer el BNS.

Y si lo hizo fue, precisamente, porque cogió a todos por sorpresa. No era para menos. Hace tan solo un mes, Jordan rebajó los tipos de interés en Suiza al -0,25% y proclamó que mantenía su compromiso con la medida cambiaria que el BNS venía aplicando desde septiembre de 2011, consistente en que el franco suizo no pudiera traspasar la barrera de las 1,20 unidades por euro. Desde entonces, podía depreciarse hasta los 1,21 francos o más allá, pero no le permitiría apreciarse hasta los 1,19 francos o menos. Con ambas medidas, de forma combinada, el BNS buscaba hace un mes ahuyentar a los inversores, que seguían viendo al franco y a Suiza como un refugio en el que guarecer el dinero ante las crecientes tensiones en países como Rusia.

De hecho, si la cita de diciembre dejó alguna sensación fue la de que Suiza incluso podría dar una vuelta de tuerca a su estrategia para elevar el tope por encima de los 1,20 francos. Pero ayer, justo en la reunión posterior, hizo todo lo contrario. Se plantó. Eliminó ese límite y volvió a liberar al franco para que fuera de nuevo el mercado el que determinara su precio.

¡Y vaya que sí lo hizo! Poco importó que en paralelo bajara los tipos al -0,75% para taponar la subida de su divisa. Tras cuatro años retenido, el franco se desmelenó con subidas de más del 15% -con picos próximos al 30%- contra las principales monedas del mundo. La más relevante, por aquello de ser la moneda contra la que había quedado anclada desde 2011, fue la que protagonizó contra el euro. El franco comenzó el día comprando 0,83 euros y lo terminó comprando... ¡1 euro! Nunca antes había alcanzado la paridad con la moneda única. Por el camino, una revalorización del 20% en una única jornada. Un movimiento sin precedentes y monumental teniendo en cuenta el volumen y la liquidez existente en el mercado de divisas.

Si la reacción alcanzó semejante dimensión se debió a que el BNS contravino todas las pautas que los bancos centrales han seguido durante la crisis. Si algo han hecho los señores del dinero desde 2007 ha sido mimar a la economía y los mercados. Con medidas convencionales, como las bajadas de los tipos, y con iniciativas heterodoxas, como la impresión de moneda con la compra de activos (los denominados QE). Todo ello, muy masticado, muy telegrafiado, para que todo el mundo estuviera prevenido.

Tras años escuchando esa melodiosa sinfonía, Jordan destrozó ayer los oídos de los inversores con la mayor dosis de heavy metal monetario en décadas. Para encontrar una maniobra similar, tan inesperada y que provocara semejante estruendo en los mercados, hay que remontarse posiblemente hasta 1994. En febrero de ese año, el entonces presidente de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, Alan Greenspan, subió los tipos de interés de manera inesperada y tras un lustro sin elevarlos. El efecto fue tan devastador en el mercado de bonos que recurrentemente se desempolva ese episodio para recordar que hay que huir de la complacencia. Y que los peligros y las sorpresas acechan. Lo mismo que recordó ayer el BNS.

Eso sí, a diferencia de Greenspan, que en aquella ocasión sí quiso dar un susto a los mercados, los motivos de Jordan fueron otros. El principal, que quería recuperar su autonomía monetaria. Como desde 2011 había ligado su divisa al euro, la política monetaria de la entidad había quedado también vinculada -y, por tanto, condicionada- a lo que hiciera el Banco Central Europeo (BCE).

Rompiendo ahora esa conexión, recupera su independencia monetaria. Sacrifica a cambio una divisa más dócil, pero es que todo no se puede tener. La teoría -que en este caso sí se cumple- es clara: quien quiera libertad de capitales e independencia monetaria no podrá contar con un tipo de cambio fijo ni estable para su divisa, que quedará en manos del mercado.

Es igualmente relevante que no lo hace en un momento cualquiera, sino en uno muy concreto y oportuno: en los días previos a la reunión del 22 de enero en la que, con toda seguridad, el BCE lanzará su programa de expansión cuantitativa (QE). De hecho, el mercado asoció claramente ambos movimientos.

"Del anuncio realizado por el BNS puede leerse entre líneas que el BCE se embarcará probablemente en un programa de relajación cuantitativa", interpreta Nuria Ribas, directora de inversiones de Legg Mason. "Quizá el BCE avisó a la comisión negociadora de la magnitud de lo que está planeando anunciar la próxima semana y el BNS decidió mover ficha ahora en lugar de hacerlo después, ya que temía que viéramos niveles aún más bajos del euro. Si esto es cierto, entonces el anuncio del BCE podría superar todas las expectativas", valora John Hardy, director de estrategia de divisas de Saxo Bank.

Si el BNS hubiera mantenido el tope del franco no hubiera tenido más remedio que seguir los pasos del BCE y engordar su balance... aún más. En estos momentos, el balance del banco central suizo alcanza los 525.000 millones de francos -ahora ya 525.000 millones de euros-, más del doble que cuando anunció el límite de los 1,20 francos y una cifra equivalente al 85% del Producto Interior Bruto (PIB) suizo, un volumen sin parangón entre sus semejantes.

Del mismo modo que su balance se ha disparado como consecuencia de las políticas que ha tenido que ejecutar para defender el cambio de los 1,20 francos, su despensa de divisas también se ha disparado. Las reservas en moneda extranjera de Suiza se encuentran en los 495.100 millones de francos. En 2011 no llegaban a los 200.000 millones.

Pero el BNS decidió ayer que ya era suficiente. "Tenía la opción de fijar un tipo de cambio euro/franco más bajo, pero ha decidido cortar por lo sano con la anterior política y abrazar la libre cotización", valora Simon Ward, economista jefe de Henderson Global Investors. Y en eso también llevó la contraria al espíritu que ha imperado en muchos países estos últimos años. Porque renunció a una divisa artificialmente barata -la esencia de la denominada guerra de las divisas- y se expuso a una fuerte apreciación del franco, aun a sabiendas de que su fortalecimiento incrementará las presiones defllacionistas que sufre el país. Y no son pequeñas, puesto que lleva desde 2012 con tasas de inflación inferiores al 0,5% o directamente negativas.

El mundo, por tanto, presenció ayer lo que puede ocurrir cuando un país vuelve sobre sus pasos intervencionistas y devuelve el poder de fijación de precios al mercado. Seguramente, la Fed, el Banco de Inglaterra y hasta el BCE tomaron buena nota y extremarán aún más sus precauciones a la hora de comunicar sus medidas para evitar seísmos similares.

Pero no queda ahí la cosa. Tras una sacudida como la de ayer, ahora viene el momento de esperar las réplicas. Porque llegarán. Y no serán pequeñas, sino que su magnitud estará a la altura del terremoto original. Abarcarán desde los casos más particulares -la denominada microeconomía- hasta la propia estabilidad financiera de los países -su hermana mayor, la macroeconomía-.

En el terreno más particular, aquellos hogares españoles que tengan sus hipotecas denominadas en francos suizos han visto que, de golpe y porrazo, su cuota se ha encarecido un 20%. Si para reunir 1.000 francos suizos antes bastaba con 833 euros, ahora son necesarios 1.000. Si bien habrá que ver cómo se asienta el franco en las próximas sesiones, este violento movimiento recuerda el riesgo de tipo de cambio que también llevan asociadas las deudas en una divisa distinta a la propia.

Aunque en países como España esas hipotecas puede que no sean tan abundantes, en varias naciones europeas la exposición es mucho mayor. Habrá que comprobar cuáles son los impactos en los hogares y los bancos de Austria, Polonia, Croacia y otros países del Este.

Entre las réplicas también habrá que buscar el parte de bajas que puede producirse en el sector financiero. Movimientos tan bruscos como los registrados en las últimas horas hacen saltar por los aires posiciones, estructuras y garantías en los fondos de inversión de libre (hedge funds) expuestos a ellos. La historia financiera guarda un hueco privilegiado a la quiebra del Long Term Capital Management, un producto que parecía invencible. Hasta que Rusia colapsó en 1998. Y en su caída se lo llevó por delante.

Dicen que para ser verdaderamente efectiva la política monetaria debe sorprender. Y eso mismo, pero a lo bestia, es lo que hizo este jueves el Banco Nacional de Suiza (BNS). Viendo el terremoto que provocó en los mercados, principalmente en el de divisas, no es descabellado pensar que se sorprendió incluso a sí mismo. Precisamente por ese impacto, de dimensiones globales, la entidad presidida por Thomas Jordan mostró al mundo los peligros que le esperan tras años en los que los principales bancos centrales han inundado el planeta de dinero y han aplicado constantes medidas enfocadas a mecer a los mercados. Una burbuja monetaria sin precedentes cuyo desmantelamiento promete emociones fuertes. Como las que provocó ayer el BNS.

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