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El nuevo temblor de Grecia avisa a Europa que el euro no es sólo 'cosa' de Draghi
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fuertes caídas en las bolsas europeas

El nuevo temblor de Grecia avisa a Europa que el euro no es sólo 'cosa' de Draghi

Grecia, una vez más, ha agitado los cimientos de los mercados europeos. Los inversores saben que Draghi está ahí, pero temen la complacencia de los políticos

Foto: El primer ministro griego, Andonis Samarás, y el presidente del BCE, Mario Draghi
El primer ministro griego, Andonis Samarás, y el presidente del BCE, Mario Draghi

Ni siquiera cuando pidió el primer rescate, en la primavera de 2010, la bolsa griega cayó con tanta fuerza como ayer. El índice ASE se hundió este martes un 12,8%, su mayor caída diaria desde diciembre de 1987. Como trasfondo de semejante desplome, el doble o nada planteado por el primer ministro, Andonis Samarás, que ha adelantado dos meses la elección del presidente de la República y la someterá en el Parlamento este mismo mes. Si su candidato, Stavros Dimas, es elegido, verá reforzada la posición de su Gobierno; si no, tendrá que disolver el Parlamento y convocar elecciones legislativas.

Esta segunda posibilidad es la que asustó a los inversores, que temen unos comicios que lleven al poder a Syriza, con sus propuestas sobre el impago de la deuda o las reticencias sobre la permanencia del país en el euro. Todo ello, acompañado de una constante sensación de historia sabida, un mejunje de déjà vu, de eterno retorno y de Día de la Marmota, por lo familiar que resulta ya la tragedia helena en la Eurozona.

Esta recurrencia es la que, precisamente, refrescó ayer la memoria de Europa: una vez más, quedó patente que, más allá de la mano visible del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, el proyecto del euro sigue mostrando fisuras, evidenciando debilidades y escondiendo peligros. Como el que puede traer otra vez Grecia en caso de que se abra una crisis política que vuelva al país ingobernable o que triunfen las tesis antieuro.

Como en ocasiones anteriores, el nuevo temblor de Grecia se filtró al resto de los mercados europeos. Aunque con matices. En los momentos más tensos sufridos entre 2010 y 2012, las bolsas periféricas caían todas ellas en proporciones similares, e incluso algunos mercados bajaban más que el griego, y mucho más que las centroeuropeas. Por ejemplo, en la primera semana de mayo de 2010, justo después de que Grecia pidiera su primer rescate, el Ibex cayó un 13,8%, frente al 12,8% del ASE heleno. Además, como lo que estaba en discusión era el futuro del euro, la divisa europea se veía golpeada en esos episodios. Fue a mediados de 2010 cuando llegó a cambiarse a por debajo de los 1,20 euros y en julio de 2012 cuando estuvo a punto de perder de nuevo esa cota.

Ayer, en cambio, los descensos oscilaron entre el 2 y el 4% –el Ibex se dejó un 3,2%–, con lo que no alcanzaron las dimensiones de los registrados esos años. Y el euro, lejos de caer, se apreció. Subió un 0,4%, hasta los 1,238 dólares, aunque durante la jornada llegó a revalorizarse un 1,1%, con lo que refrendó su condición como moneda de financiación para el carry trade; es decir, como moneda que sube cuando vuelve el nerviosismo y que baja cuando regresa la confianza.

Hasta la deuda pública se lo tomó con más calma. Más allá del bono griego a 10 años, cuyo rendimiento se disparó casi un punto porcentual, hasta el 7,9%, las ventas no fueron masivas en los bonos periféricos, y eso que los inversores podrían haber aprovechado para hacer caja aprovechando que los precios estaban en máximos históricos y los rendimientos en mínimos. Así, el interés de los bonos españoles a 10 años apenas repuntó del 1,78 al 1,82%; el de los italianos, del 1,94 al 2,03%; y el de los portugueses, del 2,7 al 2,8%.

La distancia entre aquellos contagios y el actual la marcan una persona, Mario Draghi, y una promesa, lanzada en julio de 2012, cuando se comprometió a "hacer lo que sea necesario para salvar al euro". Con el banquero italiano convertido desde entonces en el guardián del euro, las tensiones han ido remitiendo en los mercados europeos. Y más aún ahora que Draghi ha reiterado esa voluntad y está dispuesto a lanzar más estímulos para reactivar el crecimiento y desterrar las presiones deflacionistas que amenazan la región. O lo que es lo mismo, si las ventas actuales no son mayores se debe a que al fondo siempre aparece la figura de Draghi. Es lo que se conoce como la Draghi put o el convencimiento de que el BCE siempre emergerá con sus compras para detener la hemorragia.

Pero esta situación, aun valiendo para aplacar las tensiones en la región, genera efectos no tan favorables. Uno de ellos reside, precisamente, en que atenúa los impactos. Y como los precios –que están condicionados por esa Draghi put–- no sufren tanto como lo harían sin la presencia al fondo del BCE, se extiende la sensación de que la situación está bajo control. Consecuentemente, la complacencia se abre paso, principalmente entre los responsables políticos nacionales de los europaíses.

El BCE, por tanto, se mueve entre dos polos. Por un lado, su presidente defiende, como hizo el pasado jueves, que debe actuar con más medidas expansivas orientadas a cumplir con el mandato de garantizar la estabilidad de precios. Y por otro, exige "reformas estructurales inmediatas" a los países, consciente de que deben aprovechar la tregua del mercado alentada por el propio Draghi. O lo que es lo mismo: con sus medidas ha comprado un tiempo valioso... que teme que los países malgasten.

La sombra de ese riesgo es la que se proyectó ayer de nuevo sobre la Eurozona. "Grecia abre la temporada de riesgos políticos en Europa", advertían ya en un informe los analistas de Royal Bank of America. Y añadían: "Pero los riesgos políticos no se limitan a Grecia. Los años de austeridad han causado fatiga y han alimentado el crecimiento de los partidos euroescépticos o antiausteridad por Europa, como, por ejemplo, Podemos en España y el Frente Nacional en Francia".

Con un año como el de 2015 esperando, con elecciones en España, Francia o Finlandia, lo ocurrido ayer en Grecia representa un aviso de lo que puede venir. Puede que Samarás se salga con la suya y que su candidato sea elegido en la votación del 17 de diciembre, del 23 de diciembre o, en última instancia, del 29 de diciembre. Pero la advertencia es clara: la política puede ser un factor desestabilizador clave para la Eurozona en los próximos meses.

Pasó lo mismo en diciembre de 2009. Aquel año terminó con sucesivas rebajas en el rating de Grecia y con crecientes dudas sobre sus cuentas públicas y sobre su solvencia. Entonces se decía que era un caso aislado y que no iría a más. Pero terminó siendo el epicentro de un terremoto cuyas réplicas casi se llevan por delante al euro. El presidente del BCE acertó a maniobrar para evitarlo. Al fin y al cabo, lo financiero y lo económico entraban dentro de su jurisdicción. Pero lo político no. En ese terreno serán otros los que deberán actuar. Porque el euro no es sólo cosa de Draghi.

Ni siquiera cuando pidió el primer rescate, en la primavera de 2010, la bolsa griega cayó con tanta fuerza como ayer. El índice ASE se hundió este martes un 12,8%, su mayor caída diaria desde diciembre de 1987. Como trasfondo de semejante desplome, el doble o nada planteado por el primer ministro, Andonis Samarás, que ha adelantado dos meses la elección del presidente de la República y la someterá en el Parlamento este mismo mes. Si su candidato, Stavros Dimas, es elegido, verá reforzada la posición de su Gobierno; si no, tendrá que disolver el Parlamento y convocar elecciones legislativas.

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