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De aburridos a alquimistas: Neil Irwin relata la metamorfosis de los banqueros centrales
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llega la versión en castellano de 'los alquimistas'

De aburridos a alquimistas: Neil Irwin relata la metamorfosis de los banqueros centrales

Todo un bestseller cuya versión en castellano ya está aquí. Se titula 'Los alquimistas', lo firma Neil Irwin y cuenta las peripecias de Bernanke, Trichet y King

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Se le atribuye a Mervyn King, que fue gobernador del Banco de Inglaterra entre 2003 y 2013, la afirmación de que la política monetaria “debe ser aburrida”. Hubo un tiempo en el que era así. Ni los bancos centrales publicaban sus decisiones –el mercado que debía deducirlas- ni sus presidentes o gobernadores resultaban populares ni sus decisiones eran alambicadas, con el manejo de los tipos de interés –el precio del dinero bastaba-.

Pero esa época pasó. Con Alan Greenspan, que presidió la Reserva Federal (Fed) estadounidense entre 1987 y 2006, esta realidad comenzó a mutar –se puede decir que fue el primer banquero central famoso-. Y con la crisis financiera desatada en 2007 y la consiguiente Gran Recesión se ha completado ese cambio de escenario. Los bancos centrales ya no son aburridos, ni están en un segundo plano, ni sus dirigentes son desconocidos. Han pasado a ser divertidos, a convertirse en los auténticos protagonistas, a acaparar todos los focos. Los banqueros centrales ya no toman medidas simples o sencillas. Se han convertido en auténticos alquimistas del dinero…

…Y así, de ese modo, con ese enfoque, Neil Irwin (@Neil_Irwin), columnista de The Washington Post, los escruta en un libro delicioso titulado… Los alquimistas. Tres banqueros centrales y un mundo en llamas. Publicado en su edición inglesa en 2013 y convertido ya en un bestseller, este martes desembarcará ya en castellano, de la mano de Ediciones Deusto.

El libro, con sus 576 páginas, atrapa desde el principio. Tras una práctica e imprescindible cronología, el libro arranca así: "El 9 de agosto de 2007, Jean-Claude Trichet se despertó en su casa de la infancia en Saint-Malo, en la costa bretona, y se preparó para disfrutar de una jornada de ocio en su lancha y la compañía de sus nietos...". Y esa es la esencia que transpira. Un relato lleno de detalles, de matices, de proximidad; con viajes al pasado, a los ancestros de los bancos centrales, pero solo para comprender mejor ese mundo.

No es -ni lo pretende- un tratado de economía ni de política monetaria ni hacer una lista de culpabilidades, sino la narración de unos acontecimientos históricos contados desde cerca. Porque ese es el gran secreto de Irwin: que parece que estaba allí, con ellos, con los protagonistas, en las reuniones.

¿Con qué protagonistas? ¿En qué reuniones? Con los ahora ya ex presidentes o ex gobernadores de la Fed, Ben Bernanke; del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet; y del Banco de Inglaterra, Mervyn King. Porque fueron ellos quienes lidiaron con el inicio del tsunami; los que comandaron las reuniones de política monetaria que desterraron el aburrimiento para convertir a los bancios centrales en un laboratorio. Y a sus dirigentes... en alquimistas.

Pero no hay que confundirse. Que Bernanke, Trichet y King acaparen las principales atenciones de Irwin no implica que sean los únicos banqueros centrales y personajes históricos que desfilan por sus páginas. No falta, por supuesto, Walter Bagehot y su legendario Lombard Street. Tampoco Paul Volcker ni Alan Greenspan; ni el último gran alquimista -y más aún los históricos acontecimientos de esta semana- Mario Draghi, al que Irwin también le hace un hueco.

"Un lunes por la noche de finales de mayo de 2012, en la terraza de la azotea del edificio del hotel Gran Bretagne, en Atenas, un grupo de turistas que hablaban idiomas distintos -alemán, finlandés, inglés- se reían, se fotografiaban con el Partenón iluminado a lo lejos, y saboreaban sus gin-tonics de catorce euros. A lo lejos sonaban los tambores, y, de manera casi simultánea, policías con cascos blancos y equipos antidisturbios salían del edificio del Parlamento, formando enseguida varias líneas de defensa. Una muchedumbre de unas quinientas personas avanzaba hacia la Plaza Sintagma; varios de ellos llevaban enormes banderas griegas, otros iban con bengalas encendidas y evocando terriblemente la estampa del pueblo asaltando el castillo.

"No son neonazis", aclaró el camarero, mientras los manifestantes gritaban una serie de consignas en griego y, luego, avanzaban. "Salen cada pocas noches". La noche ofrecía el contraste entre dos Europas: una animada, cosmopolita y satisfecha, la otra austera, insular y llena de resentimiento y rabia.

El trabajo de los bancos centrales suena a menudo como algo frío y técnico, pero el trabajo de Draghi trata realmente de algo que está más allá de los mercados de bonos y de los rescates. Su tarea, cinco años después del inicio de la crisis, consistía en tratar de liberar el mar Egeo de extremistas enfurecidos. Consistía en recuperar un mundo de posibilidades económicas que volviera diluir los instintos más bajos que asoman a veces en los corazones de los hombres"

Por cierto, lo que prometía ser un feliz día de vacaciones para Trichet, se convirtió en la fecha que dio el pistoletazo oficial a la crisis. "Hacias las 7:30 horas sono el teléfono de Trichet. Francesco Papadia, jefe de la sección de mercados del BCE, llamaba desde la sede del banco central en Fránkfurt. "Tenemos un problema", le comunicó Papadia". Tenía razón. Había un problema...

Se le atribuye a Mervyn King, que fue gobernador del Banco de Inglaterra entre 2003 y 2013, la afirmación de que la política monetaria “debe ser aburrida”. Hubo un tiempo en el que era así. Ni los bancos centrales publicaban sus decisiones –el mercado que debía deducirlas- ni sus presidentes o gobernadores resultaban populares ni sus decisiones eran alambicadas, con el manejo de los tipos de interés –el precio del dinero bastaba-.

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