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¿Quién falla? Los analistas ven una brusca corrección en la deuda pública en 2014
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anticipan rendimientos más altos a final de año

¿Quién falla? Los analistas ven una brusca corrección en la deuda pública en 2014

Alguien se equivoca en la deuda pública. Quienes siguen comprando bonos o los analistas con sus previsiones. La solución, en los próximos meses

Foto: Un operador mira fijamente una pantalla en Wall Street
Un operador mira fijamente una pantalla en Wall Street

El dilema en la deuda pública está servido. Y alguien se equivoca. O bien los inversores, que siguen comprando bonos soberanos para sus carteras; o bien los analistas, que prevén una subida sustancial de los rendimientos -y, por tanto, una corrección de los precios actuales- de aquí a final de año.

El contraste entre ambas visiones se va ampliando conforme las compras, alimentadas por la abundante liquidez suministrada por los bancos centrales, reducen los rendimientos de los bonos en los mercados. La semana pasada, la rentabilidad de los títulos estadounidenses a 10 años regresó al 2,6%; la de los bonos alemanes se situó bajo el 1,5%; la de los franceses, en el 1,9%; la de los británicos se movió entre el 2,6 y el 2,7%; e incluso los títulos españoles e italianos a una década terminaron bajo el 3%, con lo que pueden presumir de lucir los rendimientos -nominales, que no reales- más reducidos de su historia.

Pero, mientras los inversores siguen dando rienda suelta a esas compras, los analistas insisten en que la deuda pública ya ha dado todo lo que tenía que dar y en que una corrección espera a la vuelta de la esquina. Tan pronto, como en los meses que van de aquí a final de año.

Al menos, eso es lo que desprenden sus previsiones. Según el consenso de mercado recogido por la agencia financiera Bloomberg, que recoge los pronósticos de 70 analistas, el bono estadounidense a 10 años terminará el ejercicio en el 3,24%, es decir, más de 60 puntos básicos por encima de donde está ahora. Pero es que incluso Bank of America Merrill lo sitúa en el 3,75% y Deutsche Bank se atreve con la previsión más alta de todas: en su opinión despedirá 2014 en el 4%. En cualquier caso, estas previsiones lo devuelven a cotas desconocidas desde 2011.

Pero el caso estadounidense no es el único. Aunque con un número de analistas menos nutrido -23 previsiones-, los expertos sitúan en el 2,08% el rendimiento del bund germano a finales de 2014, con lo que regresaría a los niveles de 2012. Y hay más: el británico se irá al 3,28% y el francés, al 2,48%. ¿Y el español? Aunque el consenso de mercado de Bloomberg se limita a los pronósticos de tres firmas, de media prevén que debería termnar el año en el 3,8%, casi un punto porcentual por encima del rendimiento actual.

Si estas previsiones están en lo cierto, reflejarían, por un lado, que los actuales temores deflacionistas, más tímidos en EEUU que en la Eurozona, quedarían desterrados. También, que la recuperación se afianza y eso obligará a los bancos centrales a preparar el terreno para desmantelar sus expansivas políticas monetarias actuales. Pero, al mismo tiempo, supondría una reválida para la solidez de la propia recuperación porque examinaría si la economía está preparada para soportar los mayores costes de financiación que esos niveles provocarían para los Estados, las empresas y las familias -en este caso, porque, por ejemplo, se encarecerían las hipotecas-. Y, por supuesto, semejante corrección en la deuda pública tendría sus correspondientes réplicas en las bolsas, la deuda privada y las divisas, con lo que la segunda mitad de 2014 sería extremadamente volátil en los mercados.

En cualquier caso, e inclusio aunque finalmente no tengan razón con sus cálculos para 2014 por ser demasiado exigentes, los pronósticos de los expertos deben constituir un aviso a navegantes. ¿En qué sentido? En que, en algún momento, a la deuda pública le llegará la hora de purgar sus precios actuales. Partiendo de la base de que los bajos rendimientos actuales se apoyan en una política monetaria anormalmente expansiva, conforme los bancos centrales vuelvan sobre sus pasos y aminoren los estímulos -es decir, cuando empiecen a normalizar su estrategia monetaria- esas rentabildades también tenderán a normalizarse; o lo que es lo mismo, a subir. O como dice un analista que prefiere no ser citado: "A los niveles actuales, el coste de oportunidad de estar en deuda pública comienza a ser demasiado alto. Poco rendimiento para tanto riesgo de empezar a sufrir caídas en los precios en cualquier momento".

Por el momento, ya se están viendo los primeros pasos, aún incipientes eso sí, en esa dirección. Aunque la Fed mantiene activo su tercer programa de compras de activos (QE3), este ya ha pasado de 85.000 a 45.000 millones de dólares al mes y la presidenta de la entidad, Janet Yellen, ya ha confirmado que está previsto que finalice completamente en otoño. Al mismo tiempo, el Banco de Inglaterra cada vez se siente más incómodo con su actual estrategia porque teme que se esté cebando una nueva burbuja inmobiliaria en suelo británico. Por eso son crecientes las voces que anticipan un viraje en su política, para hacerla un poco más restrictiva, antes de fin de año.

Estas tentativas ponen sobre la pista de que, salvo algún accidente económico o financiero, en 2015 deberían verse las primeras subidas de los tipos de interés en Estados Unidos y Reino Unido. ¿Y en el caso del BCE? Parece más complicado, envuelto como sigue en el lanzamiento de nuevos estímulos en junio para erradicar las presiones deflacionistas y tratar de reparar la transmisión monetaria. Pero si, en efecto, la Fed y el Banco de Inglaterra barajan encarecer el precio del dinero en 2015, podrían empezar a preparar el terreno en 2014. Y ese viarje, aunque por el momento sea dialéctico, sí puede provocar sobresaltos -en forma de ventas, y por tanto de subidas de las rentabilidades- en sus respectivas deudas públicas, en un movimiento con capacidad para contagiarse a los bonos de la Eurozona.

El dilema en la deuda pública está servido. Y alguien se equivoca. O bien los inversores, que siguen comprando bonos soberanos para sus carteras; o bien los analistas, que prevén una subida sustancial de los rendimientos -y, por tanto, una corrección de los precios actuales- de aquí a final de año.

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