De la ruina de Oughourlian por Lehman, al banco oculto del clan del PSOE en Prisa
El mundo del dinero encierra claves de poder y de intereses que explican el sentido de muchas operaciones y movimientos. Ibex Insider ofrece pistas para entender a sus protagonistas
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Joseph Oughourlian ha decidido dar guerra al Gobierno de Pedro Sánchez para evitar que inversores afines a Moncloa tomen el control de Prisa, en una actitud que algunos califican de valiente y otros de osado. Su batalla mediática ha hecho que su apellido armenio, de difícil recuerdo, se convierta ya en popular, especialmente tras acusar por escrito al líder del PSOE de actuar como el dictador Francisco Franco, al que su Ejecutivo recuerda este año por el 50 aniversario de su muerte. Pero, ¿quién es en realidad el tal Oughourlian? ¿De dónde procede su fortuna? Y, sobre todo, ¿cómo llegó a Prisa? ¿Cuál era su relación con César Alierta, histórico presidente de Telefónica? ¿Y por qué se pelea ahora con Pedro Sánchez, cuando hasta hace poco era su gran valedor?
Descendiente de un superviviente del genocidio armenio ejecutado por los turcos, se educó en buenos colegios y universidades de París. Sus primeros pasos en el mundo financiero los dio en Société Générale, donde aprendió el mundo de los brokers, las compras en bolsa, la gestión de fondos. Después se trasladó a Nueva York donde voló solo al crear Amber Capital, su propia firma de capital riesgo. Pero, tras años de muchas ganancias, la quiebra de Lehman Brothers le pegó fuerte, ya que una buena parte de sus activos los tenía bajo la tutela del banco estadounidense. Oughourlian tuvo que despedir al 80% de la plantilla y dejar su lujosa sede de Manhattan por una oficina de tres por cuatro para empezar casi de cero.
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Pero, lejos de salir corriendo, se puso de nuevo a operar en los mercados financieros tras la gran crisis mundial del 2008. Lo primero que hizo con los beneficios que obtuvo fue devolver a sus inversores el dinero que se había volatilizado por la caída de Lehman, cosa que logró en menos de un año. Otras grandes instituciones, especialmente las que habían recibido ayudas públicas, tardaron más de cinco en compensar a sus accionistas y limited partners. Aquello fue una lección para el franco-armenio, pero también su mejor carta de presentación: no dejaba tirados a sus inversores.
En 2012 volvió a Europa, en concreto a Londres, donde se especializó en tomar participaciones en empresas que consideraba mal gestionadas, pero que, en su opinión, tenían grandes posibilidades de crecer con una buena administración. Es lo que se conoce como un activista, un tipo que entra en el capital de una compañía, por lo general hundida en bolsa, que exige cambios en el equipo gestor y en la estrategia para que vuelvan a ser rentables y, en último lugar, venderlas por un precio mucho más alto. Un fondo oportunista.
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Así lo hizo en multinacionales como la petrolera Total, la francesa Suez, el grupo de medios galo Lagardère y, cómo no, en Prisa. En la española desembarcó a finales de 2015 cuando Telefónica, gobernada por César Alierta, había aparecido poco antes en su capital con un 22%. Participación, construida con derivados, que no fue comunicada a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que miró para otro lado cuando se enteró. El escándalo era de tal dimensión que el ya fallecido broker aragonés tuvo que trocear ese paquete entre Caixabank, Bankia, Banco Santander y BBVA, con sus presidentes informados de todo. Fue una operación de Estado en toda regla, coordinada curiosamente por el Partido Popular, por Soraya Sáenz de Santamaría, para salvar al grupo editor de El País y Cadena SER, quebrado, con más de 5.000 millones de deuda, por su ruinosa inversión en Sogecable.
Oughourlian, muy amigo de Bergé Setrakian, el abogado (armenio también) de cabecera de Alierta, irrumpió con un porcentaje pequeñito. Se sospechaba que ese paquete era del broker aragonés, cuyo testamento ha sido una caja de sorpresas para la familia. Pero poco a poco fue aumentando su participación, hasta el punto de que a mediados de 2016 ya se convirtió en el primer accionista, por delante incluso de los Polanco, los fundadores, con el 16% de las acciones. El paso grande lo dio con motivo de las dos ampliaciones de capital de 2018 y 2019 por 765 millones, cuando la compañía editora estaba tiritando, operaciones que aprovechó para llegar hasta el 26%. En aquellos momentos, exigió la cabeza de Juan Luis Cebrián, el hombre intocable, el gran ideólogo de la izquierda, que demandó, con escasa suerte, a El Confidencial por publicar sus relaciones con uno de los grandes personajes de los Papeles de Panamá.
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Aquello fue asunto de gran debate en el consejo de administración de Prisa, que no creía que su líder, que el hombre que representaba los profundos valores del socialismo, recibiera regalos en forma de viajes a Dubái y acciones de petroleras africanas en Suiza de un inversor iraní perseguido por la Justicia y la Interpol, que había estafado a buena parte de la beautiful people madrileña.
Pero Oughourlian consiguió la salida de Cebrián, que horas antes de ser defenestrado fue a pedir ayuda desesperada a Moncloa e incluso al rey emérito. Después, en la Navidad de 2020, hizo lo propio con Javier Monzón, puesto en representación del Banco Santander, al que acusó de no hacer lo necesario para enderezar el rumbo de Prisa, que encadenaba años de pérdidas sin fin, sobre todo por las ventas fallidas de Santillana y de la filial en Portugal. Un trofeo que solo fue posible por el beneplácito de Pedro Sánchez, que pidió a Telefónica que le apoyara, con su 9%, en una votación a cara de perro.
José María Álvarez-Pallete siguió las órdenes de Moncloa, hasta el punto de que más tarde vendió un 7% a un grupo de amigos de Ferraz, liderados por Andrés Varela Entrecanales y José Miguel Contreras. Lo hizo a 0,65 euros por acción, que había perdido el 90% de su valor en una década para olvidar. La consigna gubernamental era españolizar Prisa, lo cual conjugaba mal con un presidente franco-armenio, cuya sociedad, Amber Capital, tiene su origen más profundo en un paraíso fiscal.
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En principio se entendían muy bien, ya que Oughourlian recibía a cambio la fuente de publicidad institucional que repartía Moncloa. Incluso le montaba actos en Nueva York para gloria de Sánchez y atacaba a los medios digitales que incordiaban. Pero el primer choque vino en septiembre de 2023 tras una reunión corporativa en Cartagena de Indias (sí, hasta Colombia se iban unos directivos cuya empresa perdía dinero a espuertas), en la que el presidente les comunicó que tenía una oferta de 500 millones de un grupo belga, Mediahuis, por El País y Cadena SER. Contreras y su alter ego, Miguel Barroso, se fueron a ver inmediatamente a Pedro Sánchez, al que le informaron de las maniobras del inversor parisino.
Prisa tuvo una oferta de 500 millones del grupo belga Mediahuis por 'El País' y la 'Cadena SER'
El susto fue tal que la facción próxima al PSOE contactaron con Arcano Partners, un banco de inversión de los más relevantes en el sector del middle market nacional, pero dirigido por banqueros con ideologías en las antípodas de Ferraz. Según han confirmado varias fuentes, entre otros el propio Contreras, la entidad de Álvaro de Remedios y Borja Oria, fundador y socio director de Arcano, respectivamente, inició conversaciones para tratar de conseguir el dinero para comprar el histórico periódico y la emisora de radio para Contreras y compañía.
¿Quién hizo de embajador entre Prisa y Arcano? El lobista fue Diego Prieto, un empresario andaluz, dueño de SSG, una compañía de ambulancias, que se la había vendido al fondo de infraestructuras Asterion. La operación, con la que se hizo muy rico, fue intermediada por Arcano. Aunque, como es habitual en estos casos, no se firmó un mandato formal, banqueros de la entidad exploraron en varias reuniones iniciales la posibilidad de montar una oferta para los Contreras (atesoran cerca del 17% gracias a Adolfo Utor, Balearia, y a Diego Prieto), pese a que no contaban con la cantidad mínima exigida.
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Al ver que aquello no salía, Pedro Sánchez llamó a capítulo a Oughourlian y le recordó lo que significa Prisa para España, para su concepto de país y, sobre todo, su legislatura, cogida con alfileres por el chantaje habitual de Junts y PNV. Le animó a nombrar incluso a un vicepresidente español después de ver cómo a Barroso, que falleció en enero de 2024, lo sustituía Fernando Carrillo, un exministro colombiano, también con formación parisina. El resultado era que el gran grupo de medios nacional estaba gobernado por un franco-armenio y un latinoamericano.
Para calmar a las fieras de Moncloa, Oughourlian, casado, con tres hijos, designó como vicepresidenta a Pilar Gil, directora financiera, persona muy cercana a él. Demasiado cercana para los inversores del PSOE, a la que el presidente premió por su trabajo para refinanciar la deuda y salvar a la empresa del concurso de acreedores con otras dos ampliaciones de capital por 230 millones en 2023 y 2024.
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Aquello, tras otras jornadas en Cartagena de Indias, rompió cualquier puente entre las partes, sobre todo cuando Contreras no conseguía convencerle de lanzar una televisión en abierto, previa licencia concedida a dedo por Pedro Sánchez. Pero lo que hizo estallar la guerra fue la oposición en el consejo de enero a la subida de sueldo de Oughourlian, que se lo había bajado durante cuatro años por la pandemia, y la gran mejora de la remuneración de Pilar Gil, que presuntamente cobraba mucho menos que su antecesor. La reacción del presidente de Prisa fue despedir a Contreras y a Carlos Núñez, el consejero delegado, y eliminar tres asientos del consejo de administración.
Las declaraciones posteriores contra los promotores de Moncloa y contra el propio Pedro Sánchez, al que ha acusado de actuar como Franco y utilizar a Telefónica para tomar el control de Prisa son históricas. Lo curioso es que al activista franco-armenio se le han colado en su casa, donde tiene una pérdida de más de 200 millones, otros activistas hispanos que no tienen dinero, pero sí munición gubernamental. Las bromas que juega el capitalismo socialista cuando te metes en la cama con el líder.
Moncloa tiene la gran bala contra Oughourlian: el decreto anti-opa, que ya aplicó a Vivendi cuando quiso comprar el 29% del capital
Oughourlian ha ganado hasta ahora todos los pulsos contra Cebrián, Monzón y Contreras. El combate contra Pedro Sánchez, señalado en el Congreso de los Diputados por estas intromisiones en empresas cotizadas, es la madre de todas las batallas, como recientemente definía un importante cargo de la nueva Telefónica. Moncloa tiene la gran bala que es permitir o vetar, mediante el decreto anti-opas, a quién se vende o quién compra una empresa calificada como estratégica. Por lo que el armenio sabe que solo les puede vender a los chicos de Zapatero, que en su día fundaron Público y La Sexta.
Lo más llamativo de todo es que esta pelea con tintes palaciegos es por una compañía que no genera caja positiva, es decir, que no es rentable, que en los últimos diez años solo ha ganado dinero en dos ejercicios. Y una empresa periodística que no gana dinero solo tiene servidumbres.
Joseph Oughourlian ha decidido dar guerra al Gobierno de Pedro Sánchez para evitar que inversores afines a Moncloa tomen el control de Prisa, en una actitud que algunos califican de valiente y otros de osado. Su batalla mediática ha hecho que su apellido armenio, de difícil recuerdo, se convierta ya en popular, especialmente tras acusar por escrito al líder del PSOE de actuar como el dictador Francisco Franco, al que su Ejecutivo recuerda este año por el 50 aniversario de su muerte. Pero, ¿quién es en realidad el tal Oughourlian? ¿De dónde procede su fortuna? Y, sobre todo, ¿cómo llegó a Prisa? ¿Cuál era su relación con César Alierta, histórico presidente de Telefónica? ¿Y por qué se pelea ahora con Pedro Sánchez, cuando hasta hace poco era su gran valedor?