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Los March recogen hilo: del palme de Indra al gatillazo de Aena
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Los March recogen hilo: del palme de Indra al gatillazo de Aena

La venta de un 5% de Indra por 90 millones a la empresa vasca SAPA Placencia ha confirmado la capitulación de los March

Foto: Imagen: EC Diseño.
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Algo más de una década después, la familia March ha decidido bajarse del barco de Indra. Una recogida de hilo en toda regla, y además dolorosa, para un apellido acostumbrado a ganar casi siempre. Su apuesta por la tecnológica española —entró en el verano de 2010 tras comprar un 10% en manos de la eléctrica Fenosa— ha sido un cúmulo de malos números para una inversión de 250 millones, la tercera más relevante entonces de su 'holding' inversor Corporación Financiera Alba, solo por detrás de ACS y Acerinox. Mucho tendría que revalorizarse el 3% que aún mantiene, en teoría a la venta, para compensar las minusvalías de varias decenas de millones que se han comido.

Los números hablan por sí solos. Indra vale un 40% menos desde la entrada de los March. En este viaje, solo cobraron dividendos los cuatro primeros años, aunque los dos últimos ingresaron la mitad que los dos anteriores. A partir de 2015, con la llegada de Fernando Abril-Martorell como presidente, se canceló la retribución al accionista. Las pérdidas y saneamientos de más de 700 millones cargados en ese ejercicio han estado digiriéndose desde entonces. Una travesía por el desierto que el plan estratégico 2018-20 no pudo acortar más, pero que ahora capitaliza el nuevo presidente, Marc Murtra, con la propuesta de dividendo para 2022, aunque un 50% menor al abonado hace siete años.

Foto: Sede de Indra.

La venta de un 5% de Indra por 90 millones a la empresa vasca SAPA Placencia ha confirmado la capitulación de los March. Además de ser una inversión muy poco rentable (sin contar el coste de oportunidad), la saga mallorquina se ha visto atrapada en la pelea por la gobernanza de la compañía, cristalizada con la salida de Abril-Martorell antes del verano, pero aún sin resolver. El Gobierno, a través de la SEPI, primer accionista con el 18% de la cotizada, está decidido a que la compañía concentre su negocio en el sector de defensa, como demuestra el culebrón por participar en la compra (coinversión) del fabricante vasco ITP Aero, ahora en manos del fondo Bain Capital.

Para ese viraje, bloqueado por la mayoría de consejeros independientes de Indra, los March han vendido su neutralidad en el órgano de gobierno, como comprobó el presidente saliente, a cambio de garantizarse una salida (parcial) para su participación. Y la causa-efecto existe, una vez que el comprador de su 5% es el mismo (SAPA) que ha cubierto la cuota española en la operación de ITP Aero, donde el fabricante de armamento y sistemas de defensa controlado por la familia Aperribay se coló en la operación con un papel simbólico, pero determinante para validar la candidatura del inversor estadounidense Bain Capital tras el plantón de la familia Sendagorta (Sener).

Indra fue la primera inversión donde comenzó a foguearse Juan March de la Lastra (1974), hijo del banquero Carlos March Delgado, como futuro ‘hereu’ ejecutivo del clan. Entró con 36 años en el consejo de administración que aún controlaba Javier Monzón, presidió un comité y formó parte de la comisión delegada, desde donde se comió el giro público de la compañía en 2012, tras la llegada de la SEPI con la compra del 20% en manos de Bankia. Aquella operación gubernamental cerró la puerta a la posible inversión de un gigante chino aprovechando las horas bajas bursátiles de la tecnológica española, que valía poco más de 1.000 millones en ese verano pos-rescate de Bruselas.

Foto: Aperribay ofrece rueda de prensa en el estadio de Anoeta.

El presidente de Banca March y vicepresidente de CFA estuvo en el consejo de Indra hasta comienzos de 2018. Su puesto lo ocupó Ignacio Mataix, con galones ejecutivos para las áreas de Defensa, Seguridad y Transporte, procedente de la dirección general de ITP Aero. Aquel desembarco era el paso previo necesario para que tuviera lugar la posterior oferta de Indra por la compañía vasca propiedad de Rolls-Royce, formalizada año y medio después, dando forma a un proyecto soñado por el ministro de Defensa hasta 2016, Pedro Morenés, y su antiguo compañero de gabinete y expresidente de ITP Ricardo Martí Fluxá, tras sacar a Monzón de la presidencia de Indra en 2015.

Aquel sillón caliente fue para Abril-Martorell, en expectativa de destino desde su salida de Prisa. El financiero madrileño era entonces consejero independiente de Aena, dentro del proceso de privatización del gestor aeroportuario organizado por el Gobierno de Mariano Rajoy. Antes de llegar a Indra, compartió allí consejo de administración con el joven Juan March de la Lastra, de quien fue mentor en JP Morgan, después de que la familia mallorquina fuera elegida para formar parte del núcleo duro accionarial español (junto a Ferrovial), privilegio al que renunciaron tras el cambio de precio fijado (de 53 a 58 euros por acción) para la salida a bolsa pilotada por José Manuel Vargas.

Pese a su condición de empresa pública, pocas veces una inversión de estas características, dentro de la filosofía ‘good to better’ que promueven los March, habría ofrecido un retorno similar. Aena multiplicó por tres su valor en solo dos años (máximos de 183 euros por acción) y hoy capitaliza un 80% por encima del precio de salida a bolsa pese al impacto de la pandemia en su negocio durante estos dos años. Lograr esos múltiplos en Indra, incluso con su viraje a defensa, es misión imposible. El lado para hacerlo sería desde ITP junto a Bain Capital, un esquema similar al que ya ha hecho con KKR (Telepizza), EQT (Parques Reunidos), CVC (Naturgy) o Hellman & Fridman (Securitas).

Algo más de una década después, la familia March ha decidido bajarse del barco de Indra. Una recogida de hilo en toda regla, y además dolorosa, para un apellido acostumbrado a ganar casi siempre. Su apuesta por la tecnológica española —entró en el verano de 2010 tras comprar un 10% en manos de la eléctrica Fenosa— ha sido un cúmulo de malos números para una inversión de 250 millones, la tercera más relevante entonces de su 'holding' inversor Corporación Financiera Alba, solo por detrás de ACS y Acerinox. Mucho tendría que revalorizarse el 3% que aún mantiene, en teoría a la venta, para compensar las minusvalías de varias decenas de millones que se han comido.

Corporación Financiera Alba Fernando Abril-Martorell Accionistas
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