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El gestor en los tiempos del cólera
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El gestor en los tiempos del cólera

Barton Biggs es un gestor poco común (aunque, por otra parte, es un ejemplo típico de la diversidad existente en la formación académica de los profesionales

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El gestor en los tiempos del cólera

Barton Biggs es un gestor poco común (aunque, por otra parte, es un ejemplo típico de la diversidad existente en la formación académica de los profesionales de las finanzas en Estados Unidos y Gran Bretaña). Licenciado en Filología Inglesa en Yale y con una pasión evidente por la historia y la poesía, pasó treinta años en Morgan Stanley, donde llegó a ser el máximo responsable global de sus divisiones de análisis, primero, y de gestión de fondos, después. Esa combinación de intereses intelectuales y profesionales le proporciona la inquietud y el bagaje necesarios para guiarnos por la historia de la segunda guerra mundial desde un ángulo poco frecuente. Así, mientras los libros de historia tradicional de ese conflicto se centran en aspectos políticos, sociales y militares, el que ahora nos ocupa se centra en seguir el rastro de las bolsas mundiales en esos años y las cotizaciones de las principales clases de activos (acciones, obligaciones, oro, efectivo, tierras...) durante los mismos. El resultado es Wealth, War and Wisdom.

Curioso y terrible tema el de las guerras y su efecto sobre la vida de las personas. Desde el comienzo de la historia humana, la guerra ha sido una parte integrante de la vida de las naciones. De hecho, si se consideran períodos largos de tiempo, puede esperarse que algún episodio bélico interrumpa la vida normal de las personas al menos una vez en cada siglo, si no en cada generación; a menudo, incluso con mayor frecuencia. Desde este punto de vista, la generación de europeos occidentales y norteamericanos nacidos en la segunda mitad del siglo XX constituimos una excepción privilegiada al destino de casi todos los seres humanos que han sido. Hoy en día, todos pensamos que nunca viviremos una guerra en nuestras vidas. Lo más probable es que así sea y nos ahorremos tan cruel experiencia. Pero tampoco deberíamos lanzar las campanas al vuelo sin pensar. También a comienzos del siglo XX parecía que la prosperidad, basada en el comercio global y la paz universales eran algo conquistado para siempre. Hasta el comienzo de la primera Gran Guerra en 1914 nadie pensaba que una vuelta atrás de ese calibre era siquiera concebible. Literalmente, nunca se sabe.

Biggs desarrolla tres planos diferentes en su libro, con desigual acierto. En el primero, el menos logrado, esboza el contexto militar e histórico de la evolución de los distintos frentes de la guerra desde 1939 hasta 1945. Mucho más interesante es el segundo plano, que sigue el rastro de las bolsas de los países intervinientes (fundamentalmente las de Londres, Nueva York, Berlín y Tokio) y nos muestran la reacción de cada una de ellas a eventos singulares de la contienda. La conclusión de Biggs es que la intuición, o tal vez la perceptividad, del colectivo de inversores representado en cada bolsa superó a la de los expertos militares en los momentos claves. Un ejemplo: la Bolsa de Londres tocó fondo y empezó su remontada en junio de 1940, justo al rendirse Francia a Hitler y al comienzo de la Batalla de Inglaterra con los bombardeos masivos de la Luftwaffe sobre Londres, un momento en el que la opinión experta daba muy poco por la supervivencia del Imperio Británico. Otro ejemplo aún más llamativo: incluso en una sociedad dictatorial y con severas limitaciones de acceso a información militar como la Alemania nazi, la Bolsa de Berlín tocó su máximo y comenzó a bajar al iniciarse la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética que a la larga desangraría a la Alemania nazi y sería el comienzo de su derrota. De nuevo, los inversores resultaron ser colectivamente más finos en su percepción de la realidad que la opinión de los expertos publicada durante esos días.

El tercer plano del libro se aborda en sus conclusiones. En ellas, el autor se plantea el problema de la diversificación en circunstancias extremas. ¿Qué debe un ciudadano tener en cuenta para proteger sus inversiones, sus ahorros para el futuro y el de su familia,cuando las cosas se ponen realmente mal? Las guerras se presentan como paréntesis de la vida normal de las naciones solamente en los libros de historia. Las vidas de las personas continúan durante esos paréntesis. En medio de circunstancias extremas, las personas normales siguen teniendo que trabajar, alimentar y educar a sus hijos, procurarse una vivienda, tratar sus enfermedades, preservar o sacar rendimiento a sus ahorros, etc... El ciudadano normal de un país invadido, bajo bombardeos o derrotado en una guerra no puede permitirse el lujo de esperar a que todo acabe para reorganizar sus asuntos. ¿Reorganizar qué, en todo caso? Incluso para volver a empezar es necesario haber salvado algo de la quema.

La experiencia de los países ocupados (Francia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Grecia, Finlandia...), de los derrotados (Alemania, Italia, Japón) o de los que, tras la ocupación alemana, sufrieron irreversibles cambios de régimen (Polonia y el resto del este europeo) es muy ilustrativa, tanto durante la guerra como en los meses o años de caos inmediatemente posteriores. Biggs nos recuerda que, salvo los siete países desarrollados que él llama los afortunados (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Irlanda, Suecia, Suiza y Australia), todos los demás han sufrido durante el siglo XX al menos un episodio de discontinuidad total, en el que la validez de los contratos o la efectividad de las instituciones ha quedado en suspenso, en ocasiones para no volver jamás o sólo muchos años más tarde.

La verdad es que los consejos que da Biggs son más interesantes intelectualmente que ejecutables en la práctica para la mayoría: un inversor de gran fortuna debe tener algo de dinero fuera de su país al que acceder en circunstancias extremas, y poseer tierra agrícola productiva, también en el extranjero, a la que poder huir. Además, debe poner todo ello en práctica antes de que ni siquiera se sospeche que puede haber una guerra. Estupendos consejos si ya se es muy rico antes de empezar la contienda, pero algo lejanos para los demás mortales. En todo caso, la enseñanza es que la guerra no respeta a nadie de antemano. Ser rico no es condición suficiente para salir bien parado de un conflicto armado. Muchas fortunas se pierden o son confiscadas durante una ocupación o una guerra civil. Precisamente eso es lo que da sentido a la diversificación en tiempos extremos.

Wealth, War and Wisdom, Barton Biggs, John Wiley & Sons, 2008

*David Jiménez Blanco, ex CEO de Merrill Lynch España.

Barton Biggs es un gestor poco común (aunque, por otra parte, es un ejemplo típico de la diversidad existente en la formación académica de los profesionales de las finanzas en Estados Unidos y Gran Bretaña). Licenciado en Filología Inglesa en Yale y con una pasión evidente por la historia y la poesía, pasó treinta años en Morgan Stanley, donde llegó a ser el máximo responsable global de sus divisiones de análisis, primero, y de gestión de fondos, después. Esa combinación de intereses intelectuales y profesionales le proporciona la inquietud y el bagaje necesarios para guiarnos por la historia de la segunda guerra mundial desde un ángulo poco frecuente. Así, mientras los libros de historia tradicional de ese conflicto se centran en aspectos políticos, sociales y militares, el que ahora nos ocupa se centra en seguir el rastro de las bolsas mundiales en esos años y las cotizaciones de las principales clases de activos (acciones, obligaciones, oro, efectivo, tierras...) durante los mismos. El resultado es Wealth, War and Wisdom.