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Conexión kazaja: servicios diplomáticos reales para llegar hasta Asia Central
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REPSOL, INDRA Y TALGO, ENTRE LOS BENEFICIADOS

Conexión kazaja: servicios diplomáticos reales para llegar hasta Asia Central

El pasado jueves 20, el presidente del Gobierno tuvo saturado su teléfono móvil. La irrupción de Lukoil como posible nuevo socio de Repsol marcaba la

Foto: Conexión kazaja: servicios diplomáticos reales para llegar hasta Asia Central
Conexión kazaja: servicios diplomáticos reales para llegar hasta Asia Central

El pasado jueves 20, el presidente del Gobierno tuvo saturado su teléfono móvil. La irrupción de Lukoil como posible nuevo socio de Repsol marcaba la agenda política del día. Los cruces de llamadas se sucedían. Los medios de comunicación esperaban un primer pronunciamiento oficial. A pesar de las informaciones puntuales que había tenido sobre el proceso, las diferentes corrientes de opinión existentes en el seno del Ejecutivo y, por extensión, en el PSOE, habían dejado confundido al Presidente. Otra vez demasiado ruido en torno a una operación corporativa.

 

Uno de los interlocutores de esa mañana telefoneó con especial insistencia. Hasta seis veces. El monarca, Juan Carlos de Borbón, trasladó a Rodríguez Zapatero un mensaje claro sobre los intereses que España tenía comprometidos con algunos países de Asia Central. Muy especialmente con Kazajstán, un república ex soviética donde la petrolera Repsol consiguió, hace poco más de un año, participar en la exploración de un importante yacimiento petrolífero junto a la desembocadura del Volga en compañía de la estatal de hidrocarburos y de la rusa Lukoil.

Antes de que Repsol, igual que otras compañías españolas, caso de la tecnológica Indra o el fabricante de trenes TALGO, aterrizará en Asia Central, los puentes entre España y Kazajstán se habían construido a base de viajes de ida y vuelta. Y siempre, durante los últimos 14 años, con los mismos interlocutores: el Rey Juan Carlos y el presidente kazajo Nursultán Nazarbáyev, que han tenido tiempo de consolidar una especie de amistad duradera a pesar de la distancia, por encima de cualquier tratado de la alianza de civilizaciones.

La sintonía entre ambos dirigentes ha sido posible a base de encuentros oficiales, pero sobre todo gracias a los encuentros y viajes privados con los que se han agasajado mutuamente. Así, mientras el dirigente kazajo ha visitado España hasta en seis ocasiones (asistió invitado a la boda del Príncipe de Asturias), el monarca español ha devuelto visita en cinco ocasiones, alguna de ellas como escala de otros viajes y la mayoría como desplazamientos privados, llegando a familiarizarse con el país y a conocer de primera mano las bondades de sus reservas cinegéticas.

Fruto de esta relación, España se ha convertido en “aliado político y económico” de Kazajstán, una potencia emergente gracias al patrimonio natural que descansa sobre su territorio, el noveno más extenso de cuantos países hay en la tierra. Y fundamentalmente, como destaca el profesor Carlos Echeverría en un informe de este verano publicado por el Real Instituto El Cano, a raíz de su papel como productor de crudo, con expectativas de reservas entre 50.000 y 100.000 millones de barriles. Un goloso pastel donde Repsol ha conseguido plantar un primera pica.

Desde su llegada a Repsol, su presidente Antoni Brufau ha tratado de consolidar un núcleo duro que permitiera a la petrolera española permanecer lejos del apetito de cualquiera de los grandes. El músculo de La Caixa no era suficiente ni estaba garantizado para siempre. Para ese viaje, el ejecutivo catalán busco entre iguales sin ir tan lejos como a Argentina. Por su camino se cruzó Lukoil, uno de las escisiones del aparato industrial soviético que desde los noventa trata de abrirse camino en su área geográfica de influencia bajo las reglas del mercado.

Sin ser una alianza entre iguales, Brufau pensó haber encontrado la pareja perfecta. Un cruce accionarial en doble sentido permitiría establecer alianzas estratégicas relevantes (capacidad de refino, acceso a reservas...) y obtener al mismo tiempo un blindaje accionarial lo suficientemente relevante como para no ser comido a la fuerza. Por motivos aún desconocidos, aunque sospechados, la solución final pasó por la constructora Sacyr. Un compañero de viaje que ofrecía muchas menos sinergias y exigía muchas más contrapartidas, sobre todo vía dividendo.

Ahora que las circunstancias obligan, los principales actores de este episodio empresarial han tratado de retroceder dos años en el reloj del tiempo. En escena, otra vez Lukoil, accionista frustrado y socio en las tierras del Caspio, y también el monarca, que gasta relaciones de camaradería con el eterno presidente kazajo y es a la vez embajador en misión especial para aquellas marcas españolas que pretenden abrirse hueco en la estepa de Asia Central. Lo extraño, en todo caso, hubiera sido que el jueves de marras don Juan Carlos no hubiera llamado a Zapatero.

El pasado jueves 20, el presidente del Gobierno tuvo saturado su teléfono móvil. La irrupción de Lukoil como posible nuevo socio de Repsol marcaba la agenda política del día. Los cruces de llamadas se sucedían. Los medios de comunicación esperaban un primer pronunciamiento oficial. A pesar de las informaciones puntuales que había tenido sobre el proceso, las diferentes corrientes de opinión existentes en el seno del Ejecutivo y, por extensión, en el PSOE, habían dejado confundido al Presidente. Otra vez demasiado ruido en torno a una operación corporativa.