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Mi bonus millonario de Lehman no vale nada
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HASTA UN 60% DEL VARIABLE SE PAGABA EN ACCIONES

Mi bonus millonario de Lehman no vale nada

Primero fue perplejidad. Días más tarde, después de reposar lo sucedido en el sofá de casa, el ánimo es bien distinto, más próximo al cabreo y

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Mi bonus millonario de Lehman no vale nada

Primero fue perplejidad. Días más tarde, después de reposar lo sucedido en el sofá de casa, el ánimo es bien distinto, más próximo al cabreo y la indignación. Los 28.200 empleados de Lehman Brothers han visto como una entidad con 158 años de antigüedad caía sin solución de continuidad en el transcurso de una semana. Es un hecho, están sin trabajo, pero lo que es peor aún, sin los jugosos millones de dólares/euros/libras acumulados como bonus a lo largo de su servicio en la entidad.

 

El sistema retributivo de los grandes bancos de negocio es tan generoso y atractivo como perverso. La retribución variable es la parte mollar del sueldo anual (un 60%), que dependiendo del ejercicio y del cargo en la estructura puede llegar a los 22 millones de dólares, montante que se llevó en marzo Richard Fuld, el CEO de Lehman, un importe similar al del año anterior. Sin embargo, el opulento bonus se cobra en forma de acciones del propio banco, que no pueden venderse hasta el vencimiento de las cláusulas, dentro de cinco o más años.

Desde Londres, un desconsolado ejecutivo de Lehman explica en carnes propias lo sucedido. Su sueldo anual rondaba las 85.000 libras. Sin embargo, el bonus de este año había sido de casi 2 millones. Una cantidad desorbitante que, sin embargo, ha quedado reducida a cenizas después de que las acciones de Lehman coticen, quiebra mediante, al borde de los cero dólares. El trabajo de todo un año, los ahorros de toda una vida profesional en el banco, tirados a la basura. Toda una potencial montaña de dinero de repente no vale nada.

Los más confiados han perdido hasta la camisa. Las cantidades especialmente elevadas corresponden a los ejecutivos veteranos. Sus bolsas de acciones tienen más de un lustro de antigüedad y algunos amasaban ingentes pilas de acciones a modo de millonario plan de pensiones, como los que en España atesoran la cúpula de Santander y BBVA. A comienzos de 2008, esas acciones cotizaban por encima de los 65 dólares, todo un tesoro si se pensaba que Lehman no había dado todavía perdidas ningún trimestre en toda su historia como compañía cotizada.

Fieles a una marca

Esta política de fidelización y retención del talento había convertido a Lehman en una de los bancos con menos rotación de ejecutivos del sector. Una situación comprensible si se tiene en cuenta que el 30% del capital está en mano de sus propios trabajadores. Toda una herramienta persuasiva que utilizó este mismo año adelantando el cobro -en acciones- de un 20% del bonus de 2007 ante las malas previsiones existentes, cuando algunos analistas ya dudaban sobre la solvencia del banco como entidad independiente. Había que atar a la gente. 

Tal vez fue demasiado tarde, como ha demostrado la quiebra. Aún así, Richard Fuld, apodado en el gremio como El Gorila, y su número dos, Bart McDade, director general, trataron de dar buena imagen y a finales de junio anunciaron su renuncia al bonus de 2008. Lehman acababa de dar 2.800 millones de perdidas en el segundo trimestre y había que escenificar un preventivo ajuste del cinturón. Las provisiones de dinero ya no serían para cumplir con los programas de retribución variable, sino para las pérdidas futuras que estaban por llegar.

“El pago en acciones era como un acto de fe, un ejercicio de compromiso con la independencia de la que hacía gala el banco”, explica un ejecutivo de Lehman. “El banco había hecho de esta política una bandera”. Sin ser el más grande, sí era el más generoso, aunque el pago en acciones, técnicamente denominado Restricted Stock Units (RSU), suponía un encadenamiento a medio/largo plazo con el banco. Según datos de 2007, Lehman pagó en concepto de bonus un total de 5.700 millones de dólares.

¿Un sistema perverso? Esas dinámicas van cambiando. En la bolsa española, los incentivos salariales por objetivos superan ya al pago en acciones de la propia compañía, un modelo que hizo furor en la década de los 90 y que poco a poco va llegando a su fin. Ahora, algunos empleados de Lehman sospechan de su propia casa. Si el pago del bonus, del que recibieron incluso un adelanto, fue extendido a sabiendas de que la entidad era insolvente, los empleados podrían contar con un resquicio para emprender acciones legales contra el banco. Algunos ya están buscando abogado.

Primero fue perplejidad. Días más tarde, después de reposar lo sucedido en el sofá de casa, el ánimo es bien distinto, más próximo al cabreo y la indignación. Los 28.200 empleados de Lehman Brothers han visto como una entidad con 158 años de antigüedad caía sin solución de continuidad en el transcurso de una semana. Es un hecho, están sin trabajo, pero lo que es peor aún, sin los jugosos millones de dólares/euros/libras acumulados como bonus a lo largo de su servicio en la entidad.