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Repagar más deuda o pagar más dividendo: el dilema heredado de Telefónica
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El problema de la deuda

Repagar más deuda o pagar más dividendo: el dilema heredado de Telefónica

La persistencia de Telefónica en lo alto de los rankings de rentabilidad por dividendo no ha sido un acicate suficiente para animar una cotización estrangulada por el peso de la deuda

Foto: Logo de Telefónica. (Sergio Beleña)
Logo de Telefónica. (Sergio Beleña)
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Tras casi nueve años al mando, José María Álvarez-Pallete ha escrito sus últimas páginas como presidente de Telefónica. Algo menos de una década de mandato que ha estado condicionada, en gran medida, por la afanosa lucha que ha tenido que librar la dirección del grupo para desembarazarse de la abultada deuda que ya por entonces condicionaba las perspectivas de la operadora.

Frustradas las principales intentonas ensayadas en aquel 2016 (venta de O2 y salida a bolsa de Telxius), la mirada de inversores y analistas se dirigió pronto hacia el dividendo. Aunque forzado a cancelar los pagos en los años posteriores a la gran crisis financiera, su predecesor, César Alierta, había logrado asentar a Telefónica como uno de los líderes del mercado en remuneración al accionista, llegando, en su punto álgido, a repartir más de 7.000 millones de euros al año (aunque haciendo uso de la fórmula del scrip dividend, para limitar las salidas de caja).

Y Pallete le había tomado el relevo con el propósito manifiesto de defender esa herencia. Sin embargo, el peso de las circunstancias acabaría doblegando su voluntad y en octubre de 2016, apenas seis meses después de asumir la presidencia, se vio forzado a anunciar un sustancial recorte del dividendo (de 0,75 euros se rebajaba a 0,55 ese ejercicio y a 0,40 el siguiente).

Si aquella pretendía representar una solución definitiva, cinco años después, en 2021, tras el impacto de la pandemia del coronavirus, la dirección de Telefónica se encontraría ante una tesitura similar, que le llevaría a ejecutar un ajuste adicional de la remuneración al accionista, hasta los 0,3 euros. Y ni siquiera así ha sido posible enterrar de forma definitiva las dudas de los expertos sobre el dividendo de la operadora.

Foto: Logo de Telefónica. (Reuters/Nacho Doce)

Haciendo una lectura favorable, se podría considerar que Pallete llega al término de su mandato habiendo mantenido a Telefónica entre los grupos del Ibex más generosos con sus accionistas (los 0,3 euros que reparte anualmente representan una rentabilidad por dividendo del 7,5%) sin por ello haber dejado de ejecutar una intensa labor de reducción de deuda —los 53.600 millones de deuda neta al cierre de 2015 se han reducido a poco más de 37.000 en la actualidad—.

Pero resulta igual de cierto que el problema del apalancamiento ha quedado lejos de quedar resuelto (Moody’s y S&P la mantienen solo un escalón por encima del nivel de 'bono basura') sin que el esfuerzo por repartir estos pagos haya resultado un acicate para la acción, que no solo ha dibujado una trayectoria persistentemente a la baja —solo interrumpida por el baile accionarial de los últimos trimestres— sino que lo ha hecho con números que, entre sus rivales, solo empeora una atribulada Vodafone.

Un vendedor forzado

Sería ingenuo achacar a la deuda y los abultados dividendos la culpa de los problemas que ha enfrentado Telefónica en la última década. Un escenario competitivo feroz en Europa (y muy especialmente en España), una regulación muy restrictiva en cuestiones de consolidación, y una apuesta latinoamericana que ha dejado, al menos, tantas sombras como luces han sido lastres muy poderosos que se han hecho notar en las cifras de negocio del grupo y han desactivado el interés de unos inversores que no han visto en las grandes 'telecos' europeas una apuesta muy prometedora.

No obstante, resulta inevitable considerar que el empeño en mantener unos niveles de pago elevados ha representado un condicionante que no ha jugado precisamente a favor de los intereses del negocio a lo largo de este periodo. Es fácil imaginar, sin ir más lejos, que en las numerosas operaciones de desinversión que ha intentado la compañía a lo largo de estos años (muchas de las cuales no han llegado a buen puerto), los potenciales compradores han podido ver en Telefónica un vendedor forzoso, lo que generalmente induce a realizar ofertas de derribo. Precisamente, la falta de pujas atractivas por su negocio latinoamericano englobado en Telefónica Hispam, durante mucho tiempo considerado para una posible venta, ha obligado a la compañía a seguir lidiando con el que se observa como uno de sus principales puntos débiles.

Foto: El presidente ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. (Europa Press/Carlos Luján)

Todo esto en un contexto de presión continuada sobre su deuda, con el consiguiente impacto en sus costes financieros, que pesa igualmente en su capacidad para realizar nuevas inversiones. Recientemente, los expertos de Bloomberg Intelligence subrayaban el riesgo al que se enfrenta Telefónica de que tanto Moody’s como S&P sitúen su calificación actual en perspectiva negativa, lo que "podría tener un impacto desproporcionado en los diferenciales de crédito dado el volumen de deuda que Telefónica tiene en circulación".

Considerando todo esto y teniendo en cuenta que Telefónica sigue repartiendo entre sus accionistas alrededor de 1.700 millones de euros al año en concepto de dividendos es inevitable cuestionarse si una postura más contundente respecto a estos pagos no habría permitido al equipo liderado por Álvarez-Pallete encauzar el problema de la deuda de forma más efectiva —quizás sin necesidad de realizar algunas desinversiones que si bien han permitido reducir el monto total de deuda también han privado a la compañía de unos muy necesarios flujos de caja— y asegurarse un margen de actuación más holgado con el que tratar de reescribir una historia de inversión que pudiera volver a sonar atractiva a los inversores, que es algo para lo que estos dividendos no se han mostrado efectivos.

Tras casi nueve años al mando, José María Álvarez-Pallete ha escrito sus últimas páginas como presidente de Telefónica. Algo menos de una década de mandato que ha estado condicionada, en gran medida, por la afanosa lucha que ha tenido que librar la dirección del grupo para desembarazarse de la abultada deuda que ya por entonces condicionaba las perspectivas de la operadora.

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