El frenazo de la Fed es un aviso a Europa de los riesgos que se avecinan
Pese a los intentos del BCE de desmarcarse de la estrategia de su homólogo, los mercados consideran que cada paso a la baja del euro estrecha más su margen de actuaciòn
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El presidente de la Reserva Federal de EEUU (Fed), Jerome Powell, comparó este miércoles la situación a la que se enfrenta la institución con conducir un vehículo en medio de una densa niebla, haciendo referencia así a las numerosas incertidumbres que se yerguen en el horizonte económico estadounidense ante el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
Ante esta situación, la Fed ha optado por pisar el pedal de freno, dibujando para 2025 una senda de recortes de los tipos de interés más moderada de lo esperado (si en septiembre proyectaba cuatro recortes de tipos el próximo año, ahora solo ve probable dos). Un gesto con el que el banco central ha zarandeado los mercados financieros. Y no solo los de EEUU.
Las fuertes caídas que registran este jueves los principales índices bursátiles de todo el mundo representan, una vez más, una muestra vívida de cómo las decisiones de la institución que dirige Powell tienen la capacidad de condicionar el rumbo de la economía mundial.
El cuadro planteado el jueves por la Fed no resulta, a primera vista, nada aterrador. Si la institución planea ahora recortar los tipos de interés menos de lo que parecía razonable hace tres meses es porque ahora dibuja un escenario económico más sólido tanto este como el próximo año y un mercado laboral más resistente. Una situación que, intuyen, conducirá a tasas de inflación persistentemente por encima del objetivo del 2%, pero lo suficientemente contenidas para permitir una progresiva reducción de los tipos de interés.
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El problema es que un giro como el planteado por el banco central estadounidense cuenta con la entidad suficiente como para poner a prueba los complejos equilibrios del sistema económico internacional. Sobre todo si se lee –y es lógico que así se haga– como una primera respuesta a las políticas económicas propuestas por Trump (aranceles, bajadas de impuestos, restricciones a la inmigración). El riesgo de que, si estas se acaban materializando en una versión extrema, agudizarán el viraje de la Fed resulta demasiado obvio.
La escalada del dólar, que este miércoles tocó sus niveles más elevados en dos años tras repuntar más de un 7,5% en tres meses, es el canal más directo a través del que la política monetaria estadounidense puede acabar salpicando al resto del mundo. Incluida, obviamente, Europa.
La estrategia de Lagarde
A menudo se ha expuesto la dependencia que tienen bancos centrales como el BCE del rumbo marcado por la Fed. Al fin de cuentas, mantener un tipo de cambio equilibrado entre el euro y el dólar parece –aunque nunca se admita de forma explícita– un objetivo inexcusable para la institución que dirige Christine Lagarde, ya que es una palanca directa de absorción (o todo lo contrario) de las presiones en los precios.
Así, el fuerte retroceso que experimentó este miércoles el euro frente a la divisa estadounidense –el mayor desde las elecciones del pasado 5 de noviembre– debió ser vigilado con inquietud por los miembros del banco central de la eurozona, que han visto cómo en las últimas semanas la moneda común ha ido perdiendo terreno de forma acelerada, mientras que cada vez más casas de análisis pronostican su caída por debajo de la paridad (actualmente se mantiene al filo de los 1,04 dólares).
Un euro más débil implica un mayor coste de las importaciones en dólares y, lo que resulta de suma importancia, de los suministros energéticos (que se negocian mayoritariamente en dólares), con un impacto nada despreciable sobre las perspectivas de crecimiento e inflación. Es interesante observar que, pese a su atonía reciente, el coste del barril de Brent medido en euros se ha incrementado más de un 9% desde finales del pasado septiembre.
El bono español a 10 años tocó este jueves el 3%, su nivel más alto en el último mes
Todo esto explica que, pese a sus esfuerzos por desligar sus actuaciones de las de la Fed y pese a la convicción de que, hagan lo que hagan Powell y sus compañeros de institución, el BCE tendrá que seguir recortando el precio del dinero en sus próximas reuniones para combatir la debilidad de la economía regional, el mercado lleve tiempo preparándose para unas condiciones financieras más restrictivas también en Europa.
Este jueves, sin ir más lejos, el interés del bono español a 10 años ha tocado el 3% por primera vez en un mes. Las contundentes caídas en bolsa que acumulan algunos de los sectores más sensibles a la deuda, como eléctricas o inmobiliarias, es otra de las maneras en que los inversores vienen mostrando su temor a que los costes financieros seguirán siendo un lastre para la actividad en una región para la que, por su actual endeblez, cualquier contratiempo corre el riesgo convertirse en un obstáculo dañino.
Parece muy difícil que el paso dado por la Fed pueda detener la tendencia a la baja de los tipos de interés en la eurozona, que algunas firmas pronostican que se extenderá, al menos, durante las próximas tres reuniones. Pero las últimas previsiones que presentó el BCE la semana pasada, sin duda condicionadas por la depreciación del euro, mostraban la inflación anclada en torno al 2% (incluso con un repunte al 2,1% en 2027) durante los próximos años, ofreciendo, a priori, poco margen de maniobra para seguir aliviando la política monetaria sin arriesgarse a un incremento indeseado de los precios.
El BCE se encuentra así ante un complejo dilema, en el que el camino para aplicar a la economía regional los estímulos necesarios se presenta repleto de unos riesgos que obligan a guardar la cautela. Y el freno planteado ayer por la Fed no hace sino estrechar el terreno de juego. La niebla que dificulta la visión de Powell amenaza con hacer a Lagarde conducir a ciegas.
El presidente de la Reserva Federal de EEUU (Fed), Jerome Powell, comparó este miércoles la situación a la que se enfrenta la institución con conducir un vehículo en medio de una densa niebla, haciendo referencia así a las numerosas incertidumbres que se yerguen en el horizonte económico estadounidense ante el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.