¡Ricitos de Oro ha muerto! Las razones detrás del pánico en las bolsas mundiales
El hundimiento del Nikkei es la señal de alarma que muestra que las dudas del mercado en los últimos días representan algo más que los tradicionales titubeos veraniegos
La confianza de los mercados se desmorona como un castillo de naipes. En apenas unos días, las bolsas, que venían mostrando en los últimos trimestres una llamativa resistencia a cualquier incertidumbre, han acabado sucumbiendo con estrépito, llevándose por delante más de cuatro billones de euros en capitalización bursátil en apenas tres días.
El derrumbe inapelable de la bolsa de Japón este lunes (-12,4% en su mayor descalabro desde 1987) se ha convertido en la señal de alarma con la que el mercado parece confirmar que sus dudas recientes son algo más que los tradicionales titubeos veraniegos.
En el caso japonés es posible apuntar a cuestiones intrínsecas de un mercado que había vivido un largo periodo de fulgor, apoyado en la ventaja de una moneda débil, y ahora se enfrenta al rápido fortalecimiento de esta tras la histórica decisión del Banco de Japón de elevar los tipos de interés.
Pero resulta incuestionable que la tormenta que azota al mercado desde hace escasas jornadas cuenta con ingredientes mucho más globales, que explican la zozobra de los índices internacionales (el Ibex se ha dejado más de un 7% en cuatro días), que ya no encuentran motivos ni en la esperanza de una próxima rebaja de los tipos de interés en Estados Unidos para contener sus dudas.
Y esta es, precisamente, una de las grandes variaciones que se ha producido en el relato del mercado, que hasta ahora había sido capaz de capear las más variadas incertidumbres confiado en que cualquier muestra de debilidad sería compensada con un alivio de la política monetaria que evitaría el desastre.
En esencia, las bolsas, que entre finales del pasado octubre y mediados de julio se anotaron ganancias por encima del 25%, parecían navegar confiadas en que se dirigían hacia el mejor de los mundos posibles: uno, en el que la inflación quedaría contenida sin que la economía sufriera un frenazo brusco. Es el escenario tradicionalmente conocido como goldilocks (Ricitos de Oro), en el que la economía sería capaz de moverse en un virtuoso término medio, con un crecimiento sólido pero no excesivo, que permitiría políticas monetarias suaves y una dinámica de beneficios empresariales positiva.
El posible error de la Fed
Ese relato, sin embargo, parece haber quedado seriamente herido en las últimas semanas, a medida que se han ido acumulando señales de deterioro de la economía internacional (especialmente en EEUU), que parecieron alcanzar un punto de no retorno con el débil dato de empleo estadounidense publicado el pasado viernes.
A pesar de los matices que los expertos han puesto a la lectura de ese dato (afectado por unas condiciones climáticas adversas, y en el que el aumento del paro se debe a un crecimiento de la demanda más que a la destrucción de puestos de trabajo) en los mercados se ha ido afianzando la idea de que tal vez la Fed se ha pasado de frenada en su intento por frenar la inflación y podría estar conduciendo a la economía estadounidense a una recesión profunda. La idea del aterrizaje suave (que tantas veces han advertido los analistas de que resultaba casi inviable) ha saltado por los aires y algunas firmas de análisis ya pronostican que el banco central se verá obligado a rebajar tipos de interés de forma precipitada (de 50 en 50 puntos básicos) en sus próximas reuniones para tratar de amortiguar el frenazo.
Son muchos los analistas que ven excesiva la reacción de los inversores. Al fin y al cabo, como han advertido en los últimos días varios miembros de la Fed, un dato no hace tendencia y las cifras siguen apuntando a un crecimiento sólido (aunque más suave) de la economía estadounidense y global. Pero no puede perderse de vista que el mercado se había posicionado en los meses anteriores para un escenario extremadamente benigno, que era el único que parecía justificar las valoraciones históricas alcanzadas por las bolsas.
Especialmente porque ese optimismo parecía apoyarse en unas pocas ideas que hoy resultan mucho más discutidas. Principalmente, las tocantes al impacto de la inteligencia artificial, sobre la que se depositaron tales esperanzas que convirtieron a sus principales adalides del mercado (con Nvidia, a la cabeza) en motores de una escalada sin límites en las bolsas. Pero la reciente temporada de resultados ha mostrado que, a día de hoy, la IA supone más gasto que beneficio para las grandes compañías, lo que, como mínimo, supone que rentabilizar esta tendencia llevará más tiempo de lo esperado. Y todo esto mientras algunas voces autorizadas se atreven ya a cuestionar el verdadero impacto de una herramienta que sigue siendo, en gran medida, fuente de promesas aún por probar.
Nada de esto tiene por qué significar un derrumbe prolongado en las bolsas. De hecho, son mayoría los expertos que consideran que lo que está ocurriendo estos días en los mercados es un episodio que puede caracterizarse como un "susto de crecimiento", común en los mercados de mitad de ciclo y favorecido por las condiciones propias de agosto, cuando descienden los volúmenes de negociación, propiciando movimientos más bruscos en las bolsas.
Mark Haefele, director de inversiones de UBS Wealth Management, sigue apostando porque EEUU evitará la recesión y mantendrá tasas de crecimiento en el entorno del 2%. "Con los tipos en su nivel más alto en 23 años, la Fed tiene mucha flexibilidad para apoyar la economía y los mercados", señala, al tiempo que tacha como precipitadas las dudas sobre el potencial de la IA. La mejora que siguen registrando, en términos medios, los resultados empresariales es otro argumento para suavizar los temores.
Los expertos siguen viendo margen para evitar la recesión y recuperar el pulso en bolsa
Sin embargo, el mercado se enfrenta ahora a un largo periodo escaso de referencias y sin intervenciones de los bancos centrales, lo que da margen para que el nerviosismo se siga retroalimentando en los parqués. Con las ganancias acumuladas en los trimestres anteriores, la tentación de recoger beneficios y ponerse a resguardo hasta que amaine la tormenta es obvia.
Si la economía se dirige a una recesión o no solo el tiempo lo dirá. Lo que resulta ya incuestionable es que, en el relato de los inversores, Ricitos de Oro ha muerto. Y encontrarle un reemplazo para devolver la confianza al mercado no va a ser cuestión de un día.
La confianza de los mercados se desmorona como un castillo de naipes. En apenas unos días, las bolsas, que venían mostrando en los últimos trimestres una llamativa resistencia a cualquier incertidumbre, han acabado sucumbiendo con estrépito, llevándose por delante más de cuatro billones de euros en capitalización bursátil en apenas tres días.