La economía española pierde un motor: la amenaza de un sector exterior en horas bajas
Septiembre fue el tercer mes consecutivo en el que las cifras conjuntas de la región se situaron por debajo del nivel de 50 (el que marca la frontera entre la expansión y la contracción de la actividad)
El frenazo de la economía española es ya una realidad. El índice PMI conocido este miércoles refleja que la actividad conjunta de las manufacturas y servicios nacionales experimentó en septiembre la primera contracción desde enero.
España alcanza así un estadio en el que muchas economías europeas se encuentran desde hace meses. De hecho, septiembre fue el tercer mes consecutivo en el que las cifras conjuntas de la región se situaron por debajo del nivel de 50 (el que marca la frontera entre la expansión y la contracción de la actividad), alcanzando mínimos desde 2020.
La resistencia de España ante una crisis que ya lleva tiempo haciendo estragos en los países vecinos ha permitido en los últimos tiempos al Gobierno presumir de que el país despuntará este año por sus tasas de crecimiento y, presumiblemente, lo seguirá haciendo el próximo. No en vano, la economía nacional está menos expuesta al gas ruso y, por su propia composición, está menos basada en el consumo energético.
Tras sumar 3,4 puntos al crecimiento en 2022, la demanda externa frenará su aportación al 0,5%
Pero tampoco puede obviarse que si el país ha logrado esquivar hasta ahora el frenazo es, principalmente, debido a la fortaleza de una potente demanda exterior, evidenciada en las fuertes cifras registradas durante la temporada turística estival. Así queda reflejado en el informe publicado este jueves por el Banco de España, en el que se atribuyen tres cuartas partes del crecimiento estimado para este año (un 4,5%) a la demanda exterior, mientras que la demanda nacional sumaría tan solo 1,1 puntos porcentuales.
La fuerte dependencia de la demanda externa, a causa del fuerte peso que tiene el turismo en el conjunto de la actividad nacional, es una de las características más significativas de la economía española. Se trata de una realidad que si bien este ejercicio ha supuesto un amortiguador nada desdeñable, también ha mostrado su lado más crudo en los años previos, cuando la pandemia del coronavirus provocó el cierre casi completo de los viajes turísticos, motivando un colapso rotundo del PIB nacional.
Ahora, con una crisis internacional en ciernes, este pilar básico de la economía española amenaza de nuevo con resquebrajarse, volviendo a mostrar las vulnerabilidades que presenta el sistema económico del país. Es obvio que no hay razones aparentes para esperar un hundimiento de esta demanda exterior como la experimentada en 2020 y 2021, a causa de la pandemia, pero sí parece lógico esperar que el dinamismo visto este año sufra una significativa desaceleración a medida que la crisis debilita la capacidad de consumo de los hogares por toda Europa.
“Cabe esperar un debilitamiento de la demanda externa en un contexto de tensionamiento simultáneo de la política monetaria en numerosas jurisdicciones”, señala el propio Banco de España en el citado informe, en el que también pone el foco directamente sobre el turismo al señalar que cabe esperar que “su dinamismo se verá moderado en el corto plazo por los efectos del repunte inflacionista sobre las rentas reales de los potenciales turistas”.
Este es un miedo que ha sobrevolado a la industria turística a lo largo de todo el verano, impidiendo saborear las buenas nuevas de una temporada que ha resultado mejor de lo que cabía esperar inicialmente. Y las razones para el escepticismo no han hecho sino agudizarse en las últimas semanas, con el empeoramiento de las condiciones económicas internacionales, especialmente en Europa.
La institución que dirige Pablo Hernández de Cos pronostica que en 2023 la demanda externa pasará a aportar tan solo cinco décimas de crecimiento, prácticamente una séptima parte que este año, pero aún más de un tercio del total del crecimiento esperado. Pero las incertidumbres son elevadas y apuntan cada vez más a la baja.
Oxford Economics ya prevé tres trimestres de recesión en la eurozona
Al fin y al cabo, como señalaba Chris Williamson, economista jefe de negocios de S&P Global Market Intelligence, tras la publicación este miércoles de las cifras del PMI a escala europea, “cualquier esperanza de que la zona euro evite una recesión se ha frustrado aún más debido a la creciente caída de la actividad empresarial señalada por el índice PMI. La encuesta no solo indica un empeoramiento de la desaceleración económica, sino que, además, señala que el ámbito de la inflación también se ha deteriorado, lo que significa que los responsables de las políticas monetarias se enfrentan a un riesgo cada vez mayor de un aterrizaje forzoso en su intento de frenar el aumento de la inflación”.
Especialmente significativo es el deterioro de la actividad en Alemania, un mercado esencial para España, donde las cifras del sector privado están cayendo a un ritmo que (con la excepción del ‘shock’ pandémico) no tenía lugar desde la crisis financiera de 2008-2009.
Todo esto ha llevado a los analistas de Oxford Economics a estimar que la eurozona se encuentra ya sumida en una recesión y que esta se prolongará durante al menos tres trimestres, un escenario que inevitablemente lastrará la demanda exterior en todas sus variantes.
Un escenario poco alentador para la demanda externa y ante el que España se muestra escasa de alternativas con las que evitar verse envuelta en una crisis que ha tardado en manifestarse, pero que no por ello está garantizado que vaya a resultar a la postre menos dañina.
El frenazo de la economía española es ya una realidad. El índice PMI conocido este miércoles refleja que la actividad conjunta de las manufacturas y servicios nacionales experimentó en septiembre la primera contracción desde enero.
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