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Vender el gas en rublos: ¿cómo funciona la 'jugada maestra' de Putin contra Europa?
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Vender el gas en rublos: ¿cómo funciona la 'jugada maestra' de Putin contra Europa?

Las fuertes alzas de los precios del gas y la apreciación del rublo respaldan la idea de que el movimiento ruso supone un importante refuerzo de sus intereses, en detrimento de Europa

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Vladímir Putin ha agitado el tablero en el que se libra la guerra económica que Occidente ha declarado a Rusia a causa de la invasión de Ucrania. En un movimiento que algunas voces no han dudado en calificar de jugada maestra, el presidente ruso ha dado órdenes para que Gazprom solo venda gas a los países “hostiles” a cambio de rublos.

El repunte superior al 30% que registraban los precios del gas y la revalorización cercana al 9% que experimentaba el rublo en su cruce con el dólar respaldaban los planteamientos de que esta decisión supone un éxito incontestable para la economía rusa. La realidad podría ser, no obstante, menos beneficiosa para los intereses rusos, pero parece llamada a crear, sin duda, notables dificultades a las economías europeas, pasen o no por el aro de las demandas rusas.

A estas alturas, parece fuera de lugar señalar que Europa —y en especial países como Alemania— tiene una dependencia muy elevada de los suministros de gas ruso, que representan alrededor de un 40% del total que se consume en la región, un suministro muy difícilmente reemplazable en el corto plazo. Por eso, al tiempo que han bloqueado casi totalmente sus tratos comerciales con Rusia, los países europeos se han negado a cancelar sus contratos energéticos con el país, como sí han hecho Estados Unidos o Reino Unido.

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La decisión de Putin implicaría que para acceder a esos suministros, los países europeos deberían pagarlos en la propia divisa rusa, en lugar de en euros o dólares, como está establecido en una mayoría abrumadora de los contratos. Para proveerse de rublos, una moneda de circulación limitada —máxime en las circunstancias actuales—, los países europeos deberían abrirse a realizar transacciones comerciales con Rusia, lo que supondría, 'de facto', desactivar el bloqueo impuesto al país y ayudaría a la economía rusa, respaldando el valor de su moneda, muy devaluada como consecuencia de las sanciones internacionales.

Además, podrían verse penalizados por el empleo arbitrario de su moneda por el propio Gobierno de Putin. En opinión de Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas, esto “significa que los clientes se exponen a dificultades en sus transacciones, ya que tienen que adquirir rublos en Rusia en condiciones inciertas, en especial el tipo de cambio. Hace dos semanas, el banco central de Rusia suspendió la convertibilidad del rublo, una decisión importante que abre la puerta a una utilización estratégica de la moneda por parte de Putin”.

Por supuesto, los países europeos podrían negarse a transigir con esto. De hecho, el Gobierno italiano ya ha expresado su rechazo a las pretensiones rusas. Muchos analistas se han aferrado a la existencia de contratos en los que ya se establece el pago en divisas distintas al rublo para señalar la dificultad de que los deseos de Putin se lleven a la práctica. Sin embargo, en las circunstancias actuales no resulta difícil pensar que esos contratos sean considerados por parte de Gazprom papel mojado.

Gazprom podría saltarse los contratos que establecen el pago en otras divisas

Ante esto, Europa podría encontrarse incitada a decidir finalmente la suspensión de las compras de gas ruso, como se viene reclamando desde diversos ámbitos en las últimas semanas. Esta medida, sin duda, penalizaría aún más la economía del gigante euroasiático, que vería cortado el último de sus nexos con el mundo económico occidental (quedando a expensas de China para evitar la condena a la autarquía). Pero podría resultar aún más gravosa a corto plazo para países como Alemania, que se encontraría de la noche a la mañana con graves dificultades de abastecimiento.

Convertirse en un proveedor menos fiable aumenta, obviamente, los incentivos para que Europa busque nuevas alternativas, pero esta es, en cualquier caso, una carrera de largo plazo, ya en marcha y difícilmente reversible —al menos, mientras Putin y sus aliados se mantengan en el poder—, por lo que el presidente ruso puede pensar fácilmente que tiene poco que perder en este sentido.

Cómo responderá Europa a este desafío por parte de Rusia y qué consecuencias tendrá para la economía de ambas regiones son cuestiones abiertas a múltiples variables. Pero parece inevitable que, al menos en el corto plazo, se traduzca en una mayor confusión en el mercado del gas, condenado a un periodo de discusiones y renegociaciones que probablemente conllevaría distorsiones en el suministro. Y eso, se mire como se mire, solo puede traer consecuencias negativas.

Vladímir Putin ha agitado el tablero en el que se libra la guerra económica que Occidente ha declarado a Rusia a causa de la invasión de Ucrania. En un movimiento que algunas voces no han dudado en calificar de jugada maestra, el presidente ruso ha dado órdenes para que Gazprom solo venda gas a los países “hostiles” a cambio de rublos.

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