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Deuda soberana y riesgo bancario: una vieja amenaza que aún espera solución
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Aviso del Banco de España

Deuda soberana y riesgo bancario: una vieja amenaza que aún espera solución

La llamada de atención del Banco de España sobre los lazos entre banca y riesgo soberano evidencia que la situación económica ha hecho de esta una amenaza a tomar en cuenta

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Un viejo fantasma de la economía europea vuelve a emerger como el recordatorio de una tarea incompleta. El último informe de estabilidad financiera del Banco de España pone el foco sobre una cuestión, el nexo entre deuda soberana y entidades financieras, que estuvo en el epicentro de la crisis que casi lleva al colapso a la eurozona en los inicios de la década de 2010.

Lo oportuno de este mensaje resulta fuera de toda cuestión, ya que la crisis del coronavirus ha resultado en un considerable incremento de las cifras de deuda pública doméstica que mantienen en sus balances los bancos de la eurozona. De hecho, la del Banco de España es solo una más de una sucesión de llamadas de atención que se han lanzado sobre este aspecto en los últimos meses.

El BCE, sin ir más lejos, ya incluía en su revisión de estabilidad financiera del pasado mayo un apunte sobre el conocido como ‘doom loop’ o círculo vicioso entre la deuda pública y la banca, indicando que “la interdependencia del riesgo crédito de las empresas y las entidades financieras de la zona euro con los soberanos ha aumentado notablemente a raíz de la pandemia, y el sector empresarial se ha convertido en un elemento central de la red”.

La banca europea suma 1,1 billones de euros de deuda doméstica, un 16% menos que en 2014

Según cálculos de Bloomberg Intelligence, los bancos de la eurozona acumulan en sus balances en torno a 1,1 billones de euros de deuda de sus países de origen, tan solo un 16% menos que en 2014. Esta cifra equivale al 42% de su capital, pero en el caso de España, esta medida se duplica hasta el 84%, nivel que entre los grandes países de la región solo supera Italia, con un inquietante 123%.

Con todo, hay señales para considerar, como indica el Banco de España, que los riesgos que los bancos españoles asumen por esta cuestión se encuentran aún contenidos. Al fin y al cabo, tras el pico de compras experimentado en los primeros meses de la crisis, los bancos españoles se han convertido en 2021, junto a los de Irlanda y Alemania, en los mayores vendedores en términos netos de bonos soberanos.

Según las cifras del Tesoro, al cierre de agosto, la banca nacional cuenta con cerca de 150.000 millones de euros en deuda pública, casi 25.000 millones menos de lo que sumaba al cierre del pasado septiembre y apenas 13.000 millones más que al inicio de la pandemia. Así, según la institución que dirige Pablo Hernández de Cos, las tenencias de deuda soberana de los bancos españoles se han mantenido relativamente estables desde finales de 2019, pasando del 9,1% al 10,5% del total del activo consolidado. Y a esto se añade que el respaldo que sigue dando el BCE al mercado de deuda pública europeo mantiene muy contenidos los riesgos. Pero, aun así, el Banco de España concluye su nota sobre este tema advirtiendo de “potenciales vulnerabilidades que exigen vigilancia a futuro”.

La crisis del euro de la pasada década ya puso bien de relieve los peligros que se esconden tras este nexo entre riesgo soberano y bancos, al mostrar de forma práctica cómo cualquier problema en una de las dos partes de esta conexión puede derivar de forma casi automática en un empeoramiento de la salud financiera de la otra: el deterioro de los balances bancarios podía tensionar la situación financiera de los Estados y viceversa.

Foto: Sede del Banco de España en Madrid. (iStock)

Las lecciones aprendidas en aquel convulso episodio se tradujeron entonces en propuestas para limitar esa amenaza, penalizando la posesión de deuda pública en los balances bancarios. Pero las necesidades de los Estados más endeudados de mantener el recurso a sus entidades para colocar su deuda acabaron lastrando estos intentos, de modo que hoy la deuda soberana sigue tratándose como un activo sin riesgo dentro de los balances bancarios, lo que sin duda representa un aliciente para que las entidades recurran a ella.

Por el contrario, las nulas rentabilidades —en muchos casos negativas— que ofrece la mayoría de estos títulos representan un freno considerable al interés de la banca por engordar sus carteras de deuda pública. Pero en un entorno de progresivo aumento de los tipos de la deuda —a causa de las presiones inflacionistas y el cambio de sesgo de la política monetaria—, esta situación podría variar. Tal y como observaban recientemente en Bloomberg Intelligence, la dinámica general de la banca europea en 2021 ha sido reducir la deuda soberana en balance, pero los “billones de euros de exceso de liquidez disponible son un poderoso incentivo para la compra de bonos, y las tendencias podrían cambiar rápidamente, incluso con un modesto aumento en las tasas”.

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay. Opinión

Aunque es presumible que cualquier movimiento sea muy gradual y moderado, la posibilidad de que el BCE se vea forzado en los próximos meses a un endurecimiento de la política monetaria supondría una disminución de la protección que viene ofreciendo a los mercados de deuda y pondría a prueba la estabilidad de la que estos vienen disfrutando a lo largo de la crisis.

Hay que tener en cuenta, además, que los lazos entre Estados y banca doméstica se han ensanchado de forma notable por vías indirectas a lo largo de la crisis, a partir de mecanismos como los créditos avalados, como los que en España se articularon a través del ICO. Ese punto adicional de conexión agrava los riesgos inherentes a un hipotético escenario de endurecimiento de la política monetaria y estancamiento económico del que algunos expertos han comenzado a alertar a causa de los impactos de la inflación.

No es este, con todo, el resultado más obvio de las actuales dinámicas económicas y, aparentemente, se puede confiar en que la banca europea encararía hoy cualquier golpe en sus carteras de deuda en una situación de mayor fortaleza que durante la pasada crisis, dado el refuerzo de sus niveles de capital a lo largo de la última década.

Es positivo que los supervisores se muestren hoy tan atentos a esta problemática

Pueden celebrarse, asimismo, las muestras que vienen dando desde hace varios trimestres los organismos supervisores de estar muy encima de esta cuestión. Las lecciones aprendidas tras la crisis del euro siguen muy presentes, a pesar de todo, y deben servir para identificar las amenazas antes de que se hagan demasiado grandes.

Pero sería mucho mejor que ya se hubiera articulado a estas alturas algún tipo de mecanismo regulatorio que contuviera de forma automática este riesgo, no dejándolo al arbitrio de unos supervisores que, llegado el momento, pueden verse atrapados entre los distintos intereses en juego (cabe cuestionarse si forzarían de forma preventiva una reducción de las carteras de deuda soberana bancaria en un momento en que esto pueda comprometer la capacidad de financiación de un Estado).

Como señalaba un editorial publicado por Bloomberg la pasada primavera, “hasta que no se solucione este problema [que es a su vez un freno a las pretensiones de sellar una unión bancaria], el sistema de moneda única de Europa es un trabajo peligrosamente inacabado”. Un problema adormecido, pero que conviene no olvidar, porque las circunstancias para que vuelva a aflorar no son hoy tan improbables como puede parecer.

Un viejo fantasma de la economía europea vuelve a emerger como el recordatorio de una tarea incompleta. El último informe de estabilidad financiera del Banco de España pone el foco sobre una cuestión, el nexo entre deuda soberana y entidades financieras, que estuvo en el epicentro de la crisis que casi lleva al colapso a la eurozona en los inicios de la década de 2010.

Pablo Hernández de Cos Banco de España
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