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Vacaciones inmerecidas para Lagarde: demasiados deberes sin resolver
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Vacaciones inmerecidas para Lagarde: demasiados deberes sin resolver

El BCE termina la temporada con nuevos objetivos y nuevo estilo comunicativo, pero sin resolver cómo pretende alcanzar su meta de inflación sin variar sus herramientas

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A buen seguro, en los despachos de la sede del Banco Central Europeo (BCE), en Fráncfort (Alemania), imperará la idea de que se acercan unas vacaciones bien merecidas. La institución, que celebró este jueves su última reunión de política monetaria de la temporada, ha vivido un mes de julio especialmente intenso, tras la presentación el pasado día 8 de su revisión estratégica.

Si aquel ejercicio, en el que el banco central fijó un objetivo firme de inflación del 2% (frente a la anterior meta de "cerca, pero por debajo del 2%"), fue interpretado como una maniobra del banco central para apuntalar, asegurándose un margen adicional, la política de estímulos monetarios que viene aplicando la institución desde hace casi una década, el encuentro de este jueves representó la plasmación efectiva de esa nueva orientación.

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Con un tono 'dovish' que a algunos expertos llegó a sorprender, el BCE aseguró que mantendrá los tipos de interés en los mismos niveles (o incluso más bajos) que ahora "hasta que vea que la inflación alcanza el 2% bastante antes del final de su horizonte de proyección y de forma duradera durante el resto de dicho horizonte, y considere que los progresos realizados en materia de inflación subyacente son lo suficientemente avanzados como para que la inflación se estabilice en el 2% a medio plazo". Por decirlo de un modo más claro, que con las actuales previsiones de la institución, que cifran en el 1,4% la inflación esperada para 2023, no es de esperar ninguna modificación del precio del dinero durante, al menos, los próximos tres años.

Lagarde emplazó a septiembre para abordar el futuro del programa PEPP

Una garantía que se vio complementada con la afirmación de que la persecución de esa meta "podría implicar un periodo transitorio en que la inflación sea moderadamente superior al objetivo", lo que en esencia viene a representar un conjuro contra los temores a que las actuales presiones sobre los precios acaben motivando un viraje en las políticas de la institución. Como recordó la presidenta del BCE, Christine Lagarde, la escalada reciente del BCE está llamada a resultar transitoria, una mera anécdota en un recorrido de los precios que tenderá a desacelerarse, como establecen los pronósticos presentados el pasado junio (1,9% en 2021, 1,5% en 2022 y 1,4% en 2023).

La cuestión es que para combatir ese escenario, en el que el resurgir del coronavirus, conducido por la variante delta, establece un nuevo elemento de incertidumbre, el BCE parece aferrado a la misma estrategia con la que ha sido incapaz de alcanzar su meta durante más de una década sin ni siquiera plantearse un incremento de la dosis. De hecho, sin ni siquiera descartar una reducción, ya que Lagarde emplazó a septiembre a quienes buscaban una respuesta a cuál será el futuro del PEPP (el programa de compra de activos puesto en marcha en marzo de 2020 para responder a la crisis generada por el coronavirus).

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"No es de extrañar que la nueva interpretación del mandato del BCE se parezca preocupantemente a la anterior con un bonito lazo. Se ha modificado la declaración de forma muy semántica, pero la realidad es que el BCE sigue previendo un enorme déficit de inflación en el horizonte de la política monetaria y, sin embargo, no aporta nuevas herramientas o cambios de política para intentar cerrar esta brecha", observa James Athey, director de Inversiones de Aberdeen Standard Investments.

El BCE se ha marcado alcanzar objetivos más ambiciosos con las mismas herramientas

En cierto sentido, y pese a las pretendidas ambiciones que envuelven su nueva ruta estratégica, pareciera que el banco central hubiera asumido ya su impotencia para alcanzar su meta y se encomendara a un cambio externo que permitiera que, manteniendo la misma hoja de ruta, fuera posible un repunte sostenido de la inflación. Nada es descartable, y menos en el inestable escenario derivado de la crisis del coronavirus, pero, como observa el propio Athey, "la esperanza no es una estrategia".

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Lagarde anticipó que la próxima reunión, prevista para el próximo 9 de septiembre, será relevante para el futuro de la política monetaria del BCE, lo que según los expertos de Bloomberg Intelligence podría implicar un incremento de las compras de activos. Sin embargo, dado que ni siquiera el tímido paso dado este jueves —que como indican en ING es poco más que "vino viejo en botellas nuevas"— ha contado con el respaldo unánime de los miembros de la institución, es de presumir que, a falta de un recorte significativo de las perspectivas económicas en la próxima reunión, cualquier intento de intensificar los estímulos puede encallar en las mismas resistencias de antaño y obligar al BCE a seguir insistiendo no solo en las mismas recetas de siempre, sino también en la misma dosis.

Es por eso que, pese a todas las novedades que ha aportado a sus comunicaciones a lo largo de julio, "la cuestión de cómo prevé el BCE alcanzar un objetivo aún más ambicioso con las mismas herramientas y configuraciones de siempre sigue sin respuesta", advierte Konstantin Veit, gestor de carteras de Pimco. En ausencia de sobresaltos, Lagarde y sus compañeros podrán disfrutar de unas apacibles vacaciones durante el mes de agosto, pero las tareas más cruciales les aguardan a la vuelta del verano.

A buen seguro, en los despachos de la sede del Banco Central Europeo (BCE), en Fráncfort (Alemania), imperará la idea de que se acercan unas vacaciones bien merecidas. La institución, que celebró este jueves su última reunión de política monetaria de la temporada, ha vivido un mes de julio especialmente intenso, tras la presentación el pasado día 8 de su revisión estratégica.

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