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Superliga europea: una prueba de fuego para el negocio del deporte
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Convulsión en el mundo del fútbol

Superliga europea: una prueba de fuego para el negocio del deporte

La propuesta de una Superliga evidencia las posibilidades del fútbol europeo de maximizar sus rendimientos, pero puede llegar a suponer un riesgo al apoyo a la competición

Foto: Foto: EC.
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El fútbol europeo vive momentos de convulsión. El planteamiento de una Superliga continental ha desatado una tormenta como hacía décadas que no se registraba, subrayando una vez más la siempre difícil convivencia entre deporte y negocio.

Porque a nadie escapa que la medida planteada por 12 de los principales clubes europeos (seis ingleses, tres españoles y tres italianos) no supone otra cosa que un movimiento tendente a maximizar los rendimientos económicos de su actividad deportiva. Un objetivo que pasaría por garantizar que los equipos señeros del continente puedan enfrentarse entre ellos con mayor frecuencia, bajo la premisa de que eso atraería un mayor interés por parte de los aficionados y multiplicaría, por ende, los ingresos, principalmente los relativos a los derechos televisivos.

Foto: El presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, con el logo de la UEFA de fondo. (Reuters)

En esta propuesta convergen varios movimientos que vienen marcando ya desde hace años la senda del fútbol europeo. La de la Superliga es una idea que, en distintas formas, viene sobrevolando el ámbito futbolístico europeo desde hace ya varias décadas. La evolución de las competiciones continentales (las ya ejecutadas y las aún en ciernes) ha tendido en gran medida hacia un formato que en mayor o menor medida se adecúe a esa idea.

El fútbol europeo es un negocio en claro crecimiento. Según los datos de la última edición del 'Annual Review of Football Finance' de Deloitte, "los ingresos del mercado del fútbol europeo para la temporada 2018/2019 ascendieron a 28.900 millones de euros", un 15% más que dos años antes, prolongando una tendencia que se mantiene desde el inicio del siglo. En ese crecimiento, han sido clave los ingresos televisivos y esto, en buena medida, por un creciente alcance hacia mercados externos, como el asiático o el estadounidense, lo que en cierto modo motiva una ruptura del nexo entre la salud financiera de los clubes y su base de seguidores locales.

El fútbol europeo generó en 2019 unos 28.900 millones de euros de ingresos

Los grandes clubes que han lanzado la nueva Superliga aspiran a generar con este nuevo formato unos retornos próximos a los 4.000 millones de euros (prácticamente un tercio más que los ingresos de la actual Champions), un suculento botín que haría mucho menos atractiva la participación en otras competiciones que, por más interés deportivo que puedan suscitar, quedan lejos de proporcionar rendimientos equiparables. Las ganancias superiores al 14% que registraban este lunes las acciones de la Juventus (uno de los equipos involucrados en la creación de la competición) dicen mucho de la lógica financiera del planteamiento.

Para Luis García, gestor del Mapfre Behavioral Fund, un fondo de inversión que ha hecho de los clubes de fútbol una de sus apuestas principales, la Superliga representa la constatación de un cambio de modelo que se está dando en el fútbol desde hace años, hacia una gestión más profesional de las finanzas y, con ella, hacia la búsqueda de la maximización de los beneficios, lo que está motivando un creciente interés inversor en este deporte.

Foto: Laporta y Pérez, en una imagen de 2010. (EFE)

Sin embargo, en su opinión, este objetivo no puede producirse a costa de la pérdida de la esencia del deporte. "Los clubes de fútbol compiten en la industria del entretenimiento y son ellos los primeros interesados en dar forma a un producto atractivo para el público, no pueden ir en contra de sus propios intereses", defiende.

Las airadas reacciones en contra de la idea, no solo por parte de los organismos oficiales y varios clubes, sino también de muchos aficionados, podrían sugerir que la propuesta está lejos de contar con el beneplácito de la comunidad futbolística, que rechaza la concepción de una competición continental basada en el formato de una comunidad cerrada (o semicerrada), con una gran parte de las plazas adjudicadas de antemano, y unas opciones muy limitadas de acceso para el resto de los clubes continentales.

Pero no puede obviarse que, aunque con limitaciones, las dinámicas más recientes de competiciones como la Champions League han tendido, 'de facto', a favorecer la conformación de una élite de grandes clubes europeos (casi sin excepción, pertenecientes a las cinco grandes ligas continentales), convertidos en actores dominantes —en lo deportivo y en lo económico— a los que el resto de rivales difícilmente logra hacer frente, y que con su sucesión de éxitos deportivos refuerzan cada vez más la brecha frente al resto. Nada de esto parece haberse traducido hasta la fecha en una pérdida de interés por parte de los aficionados.

Ligas como la NBA americana generan unos rendimientos muy superiores al fútbol europeo

Han sido muchos los estudios que se han realizado en los últimos años sobre la posible "americanización" (al fin y al cabo, el formato de la Superliga bebe de competiciones semejantes estadounidenses como la NBA, la NFL o, en lo referente al fútbol, la MLS) del fútbol europeo, que debería resultar en una mejora de los ingresos, precisamente para equiparlos a los de esas ligas americanas. Ya en 1999, los profesores Thomas Hoehn y Stefan Szymanzki se refirieron a esta cuestión en un artículo publicado en 'Economic Policy', refiriéndose a una Superliga de fútbol europea como una idea que podría ser beneficiosa para todos los clubes. También aquellos que quedaran excluidos de la misma, que tendrían ocasión de convertirse en una élite que luchara por triunfos en competiciones de segundo nivel. No obstante, también son muchos los estudios que han puesto de relieve las distintas prioridades de enfoque de los aficionados a uno y otro lado del Atlántico.

Foto: Florentino Pérez, en una imagen de archivo. (Reuters)

Por supuesto, cualquier consideración sobre todas estas cuestiones dependerá en buena medida de cómo se acabe configurando —si ve la luz finalmente— esa nueva Superliga, sus miembros, las posibilidades de acceso del resto de clubes y cuál sería su interrelación con el resto de competiciones futbolísticas, nacionales e internacionales. Son muchos los aspectos por aclarar y no puede descartarse que acabe quedando aparcada, si los clubes impulsores y la UEFA son capaces de acomodar sus distintos objetivos, quizás en una nueva vuelta de tuerca al formato de la Champions League que ahonde las tendencias más recientes hacia la consolidación de una élite de clubes europeos.

Con la Superliga se ponen en cuestión muchos factores que parecen esenciales en el fútbol europeo, como los modelos de rendimiento-recompensa o la relevancia de las competiciones nacionales. Parecen movimientos suficientemente sensibles como para requerir un planteamiento frío, pues los méritos económicos que se le suponen podrían no ser tales si acaban socavando la base de aficionados de la competición.

El fútbol europeo tiene mucho potencial por explotar en el ámbito financiero y parece un arrebato nostálgico tratar de oponerse a un creciente peso de las finanzas en la competición, pero encontrarles el acomodo apropiado para no acabar matando la gallina de los huevos de oro no será una tarea sencilla. Sin duda, queda mucho partido por jugar.

El fútbol europeo vive momentos de convulsión. El planteamiento de una Superliga continental ha desatado una tormenta como hacía décadas que no se registraba, subrayando una vez más la siempre difícil convivencia entre deporte y negocio.

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