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Fábrica de baterías para eléctricos en España: objetivo encomiable, formas mejorables
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Fábrica de baterías para eléctricos en España: objetivo encomiable, formas mejorables

El proyecto para construir una fábrica de baterías, con respaldo gubernamental, es clave para la transición del sector, pero las formas no deberían sentar precedente

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La industria del automóvil se encuentra inmersa en pleno proceso de transformación. No es ninguna novedad que, desde hace años, el sector camine de forma constante hacia un nuevo estadio, en el que los vehículos eléctricos pasarán a representar la base del mercado, desplazando la tecnología de los motores de combustión interna. Se trata de un proceso que avanza muy lentamente, pero la crisis del coronavirus ha acabado por convencer incluso a los más escépticos de que resulta irreversible.

En su último informe sobre las perspectivas del vehículo eléctrico, BloombergNEF pronostica que los coches eléctricos representarán el 10% de las ventas de vehículos de pasajeros en 2025, el 28% en 2030 y el 58% en 2040. Esta progresiva penetración debería propiciar que para entonces, algo menos de un tercio de los vehículos de pasajeros en circulación a nivel global sean eléctricos, aunque esta proporción podría superar el 50% en regiones como China y parte de Europa.

Foto: El rey Felipe y Pedro Sánchez visitan la fábrica de SEAT en Martorell. (EFE)

Estas proyecciones justifican que los grandes fabricantes del sector estén abordando ya —unos con más decisión que otros— una transformación que debe ser crucial para sus perspectivas de futuro y que podría dejar a muchos de ellos fuera de juego, ante la llegada de nuevos actores mejor adaptados a las nuevas necesidades del mercado. Y esto obviamente tiene profundas implicaciones para aquellos países que tienen en la industria del motor uno de los pilares de su economía, como es el caso de España. Según el último informe anual de Anfac, correspondiente al ejercicio 2019, el sector generó un 8,5% del PIB español y un 9% de los puestos de empleo. El reciente cierre de la fábrica de Nissan en Barcelona ha supuesto una dolorosa muestra de los daños que se pueden derivar para la economía española (no sobrada, precisamente, de capacidad industrial) del ocaso del sector de la automoción.

Según Anfac, el sector generó un 8,5% del PIB de 2019 y el 9% de los empleos

Poco debería sorprender, por lo tanto, que el Gobierno centrara buena parte de sus esfuerzos en ofrecer un respaldo a esta industria, aunque lo cierto es que desde el sector se viene lamentando desde hace tiempo el ninguneo al que vienen siendo sometidos por parte del Ejecutivo. Sin embargo, ahora, en un momento que se antoja crucial para el diseño de la senda futura de la economía nacional, el sector del motor no puede dejar de suponer una pieza esencial de la nueva estrategia de crecimiento. Al fin y al cabo, como resaltan distintos expertos, resulta prácticamente imposible posicionarse en lo alto de la cadena de valor de cualquier actividad partiendo desde cero, por lo que conviene centrarse en aquellas áreas en las que ya se cuenta con unas bases competitivas ventajosas.

Es ahí donde encaja la implicación del Gobierno español en la construcción de una fábrica de baterías para vehículos eléctricos en colaboración con SEAT e Iberdrola, un proyecto que debería servir de respaldo a los planes del fabricante español, propiedad del Grupo Volkswagen, para reconvertir sus instalaciones en España para la electrificación de sus vehículos. Pero independientemente de que tenga o no sentido hacer esa inversión en Barcelona (SEAT ya cuenta con un centro de investigación en Martorell), no es de extrañar el recelo de algunas comunidades autónomas con intereses automovilísticos por el modo en que se ha tomado y publicitado la decisión.

El real decreto-ley que respalda el despliegue de fondos europeos establece que cada uno de los Perte (proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica) será aprobado por el Consejo de Ministros y "deberá recoger claramente la definición y el alcance del mismo y velar por los principios de publicidad, igualdad y no discriminación, concurrencia, transparencia y proporcionalidad". Algo que no casa del todo bien con que el presidente del Gobierno publique un artículo en el diario 'El País' anunciando a bombo y platillo "el primer Perte de España".

placeholder Felipe VI, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), y el presidente del Grupo Volkswagen, Herbert Diess. (EFE)
Felipe VI, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), y el presidente del Grupo Volkswagen, Herbert Diess. (EFE)

Pero al margen de que las formas dejen mucho que desear, el objetivo —crear una fábrica de baterías eléctricas en España— es un paso esencial que debería ayudar a desatascar la transición del sector del motor en el país hacia esta nueva realidad. De consumarse, debería estimular a muchas de las compañías pertenecientes a los sectores auxiliares de la automoción a especializarse en esta nueva tecnología. Y esto, a su vez, debería servir como incentivo para que otras marcas puedan optar por adaptar sus plantas españolas a la electrificación.

Y precisamente el de las baterías representa un suministro clave para la viabilidad de una industria potente del motor en el mercado español. En un artículo publicado en 2019, Roberto Scholtes, director de Estrategia de UBS en España, advertía del notable retraso de Europa —y, por ende, de España— en este segmento, dominado hasta entonces por China y Corea del Sur. "Sin planes específicos de instalación de grandes fábricas en España, el sector estará perdiendo incluso más del 40% del valor añadido por cada vehículo que pase a ser eléctrico", indicaba.

Sin fábricas de baterías, el sector perdería más del 40% del valor añadido por vehículo

Una de las cuestiones clave en torno a las baterías es la posibilidad de que los grupos dominadores de la industria pudieran optar por un modelo de fabricación vertical, que les lleve a captar una parte creciente del proceso de produccción. Así, junto a las propias baterías, estos conglomerados podrían añadir gran parte del núcleo del vehículo eléctrico, ensamblando el motor, el conversor y los inversores de corriente, la caja de cambios, el sistema de refrigeración...

Foto: El rey Felipe VI (i) junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), conversan con un grupo de directivos durante la visita a la fábrica de SEAT en Martorell. (EFE) Opinión
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Las consecuencias para la economía española, calculaba entonces Scholtes, podrían pasar por la pérdida de unos 40.000 puestos de trabajo hasta 2025 y alrededor de 1,2 puntos porcentuales de PIB en un plazo de siete años, mientras la producción industrial podría contraerse en hasta dos puntos. "De todo lo expuesto hasta ahora, se desprende la obvia conclusión del papel crítico de las baterías tanto en el probable éxito de la tecnología como en el valor añadido en el proceso de fabricación. Esto implica que cualquier estrategia industrial para permitir capturar en España una parte relevante de la creación de valor en la revolución del vehículo eléctrico debería pasar por lograr la producción doméstica de las baterías, motor y resto del sistema de propulsión", concluía el experto de UBS.

Con el proyecto de la fábrica de baterías junto a SEAT e Iberdrola, el Gobierno parece estar asumiendo finalmente el papel impulsor de un movimiento que sea esencial para el futuro de un sector clave para la economía española. A falta de alternativas que hoy por hoy no resultan nada evidentes, contar con una industria del motor robusta y con perspectivas sólidas supone una condición 'sine qua non' para dibujar un futuro económico prometedor para España.

La industria del automóvil se encuentra inmersa en pleno proceso de transformación. No es ninguna novedad que, desde hace años, el sector camine de forma constante hacia un nuevo estadio, en el que los vehículos eléctricos pasarán a representar la base del mercado, desplazando la tecnología de los motores de combustión interna. Se trata de un proceso que avanza muy lentamente, pero la crisis del coronavirus ha acabado por convencer incluso a los más escépticos de que resulta irreversible.

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