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¿El oro ha perdido su brillo o está viviendo el descanso del guerrero?
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MIEDO A UN REPUNTE DE LA INFLACIÓN

¿El oro ha perdido su brillo o está viviendo el descanso del guerrero?

La presión sobre los bonos ha puesto en guardia al mercado, poniendo de manifiesto el miedo que existe a que los ingentes estímulos acaben desbocando la inflación

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Si algo nos ha enseñado la última década es que cada vez es más complicado hacer previsiones en un mercado completamente dopado por las ingentes inyecciones de liquidez que se han venido haciendo desde los bancos centrales. El efecto acción-reacción, en muchas ocasiones, ha dejado de producirse, al menos con tanta claridad como antaño, y la incertidumbre se ha convertido en una constante del día a día de los inversores.

Tan pronto una semana el riesgo deflacionista cobra protagonismo, como al mes empiezan a sonar los tambores de la inflación resultado de las políticas monetarias experimentales que se llevan adoptando desde el estallido de la crisis financiera de 2008. Cuando parecía que se iban a abandonar, estalla una pandemia mundial y provoca una crisis sin precedentes que les obliga a echar el resto para tratar de sacar la economía del planeta de la UCI.

Pero tanta dopamina tiene sus consecuencias y los mercados han empezado a mirar con temor la posibilidad de que un sobrecalentamiento de la economía y el fuerte repunte del consumo disparen la inflación. Sin embargo, en este aspecto, como en otros tantos, hay menos consenso que nunca y los inversores hacen sus apuestas dando palos de ciego, rezando para que el margen de error esté controlado.

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Así, la semana pasada, la presión experimentada sobre los bonos, especialmente sobre la deuda a 10 años estadounidense, ha puesto en guardia al mercado poniendo de manifiesto el miedo que existe a que los ingentes estímulos de la Reserva Federal y el Gobierno de EEUU acaben desbocando la inflación y ello obligue a Jerome Powell a subir abruptamente los tipos de interés antes de lo previsto.

De momento, el mensaje que se transmite desde la institución monetaria sigue siendo 'dovish' y, mientras los inversores esperan nuevas pistas sobre los escenarios que baraja la Fed, lo cierto es que el oro, que el pasado mes de agosto marcó nuevos máximos históricos por encima de los 2.000, se mueve en torno al soporte de los 1.700 dólares por onza, su nivel más bajo en nueve meses.

Y eso a pesar de su tradicional condición de valor refugio frente a la inflación. Pero han concurrido varios factores en torno a este activo que han hecho que perdiera interés para los inversores, especialmente en las últimas semanas. Por un lado, la fuerte salida sufrida por los ETF del oro como consecuencia del reajuste de las carteras ante la posibilidad de una fuerte recuperación económica promovida por los estímulos por un lado y por el éxito de la vacunación por otro. Esto ha llevado a la asunción de un mayor riesgo, llevando la renta variable estadounidense de nuevo a máximos.

Por otro, el reciente repunte de las rentabilidades del 'treasury' hace que el bono a 10 años estadounidense, otro de los valores refugio por excelencia, gane atractivo y reste interés al metal precioso por excelencia.

Y, por último, la espectacular subida del bitcoin, por encima de los 51.000 dólares, y de otras criptodivisas ha hecho que muchos inversores dirijan sus disparos hacia este nuevo activo, más después de que muchos analistas lo hayan empezado a comparar con el oro como activo refugio en la pandemia e, incluso, sugieran la posibilidad de que lo termine reemplazando.

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Pero estos mismos factores que han quitado brillo al oro en la segunda mitad de 2020 y el arranque de 2021 son los mismos que podrían catapultar de nuevo su precio. Al menos, así lo empiezan a creer desde determinadas facciones del mercado, que defienden que una fuerte corrección de bitcoin no es descabellada, devolviendo ese flujo de capital al refugio del oro.

A esto hay que sumar la relajación del mercado de deuda y el descenso de las rentabilidades de las obligaciones estadounidenses en los últimos días, sumado al paso atrás que ha dado el dólar, lo que ha dado un respiro al oro.

En este sentido, desde Goldman Sachs defienden que "el riesgo inflacionista va a apoyar la inversión y la demanda de oro, y junto con el valor relativo del oro frente a los tipos reales actuales, le ayudará a digerir un aumento gradual de los mismos, como suele ocurrir cuando aumenta la presión inflacionista al final del ciclo", explican. Por ese motivo, siguen siendo "constructivos respecto al oro basando su pronóstico en los tipos reales del mercado versus los fundamentales de la economía real" y fijan un precio objetivo para la onza de 2.000 dólares.

Con todo, el oro no se libra de que los vientos en contra se intensifiquen en la segunda mitad de año

Además, según apuntan desde UBS, "la reciente caída, que se ha visto amplificada por factores técnicos, parece exagerada", por lo que "los picos en las incertidumbres del mercado, un dólar más débil y caídas en los tipos reales pueden ofrecer soporte en el corto plazo", aseguran en un informe.

Con todo, el oro no se libra de que los vientos en contra se intensifiquen en la segunda mitad del año, especialmente si los desorbitados estímulos de EEUU aumentan la previsión de una subida de los tipos de interés de la Fed antes de lo previsto.

Si algo nos ha enseñado la última década es que cada vez es más complicado hacer previsiones en un mercado completamente dopado por las ingentes inyecciones de liquidez que se han venido haciendo desde los bancos centrales. El efecto acción-reacción, en muchas ocasiones, ha dejado de producirse, al menos con tanta claridad como antaño, y la incertidumbre se ha convertido en una constante del día a día de los inversores.

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