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El camino hacia la unión fiscal y los deberes pendientes de la economía española
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El camino hacia la unión fiscal y los deberes pendientes de la economía española

El propósito del Gobierno español de que la UE establezca un mecanismo permanente de emisión de deuda debe ir acompañado de esfuerzos para ajustarse a los criterios europeos

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La crisis del coronavirus ha dado pie a realizar múltiples anotaciones en el debe de la Unión Europea. Sin embargo, un solo logro ha sido capaz de eclipsar todas estas fallas. Transcurridos seis meses desde su aprobación, existe un amplio consenso en que el fondo de recuperación europeo, por valor de 750.000 millones de euros, puesto en pie para combatir las secuelas económicas de la pandemia, representa un hito crucial en la historia de la construcción de la comunidad europea.

El establecimiento por primera vez en la historia de la unión de un sistema de transferencias entre países para ayudar a los más golpeados a hacer frente a la crisis ha sido entendido en muchos ámbitos como un antes y un después, un paso fundamental hacia la consecución de una verdadera unión económica y fiscal, capaz de dejar atrás los sinsabores generados por episodios como la crisis de la deuda, que estuvieron cerca de significar la ruptura del euro, precisamente por la falta de mecanismos de solidaridad entre Estados. La mínima fragmentación que evidencian hoy las primas de riesgos regionales —favorecida también por la extraordinaria intervención del BCE— o el fortalecimiento registrado por el euro en los últimos meses suponen la mejor prueba de cómo este episodio ha cambiado la percepción de la región a ojos de los inversores.

Desde esta perspectiva, poco se puede argumentar contra el propósito del Gobierno español de hacer de esta herramienta un mecanismo de actuación permanente. "El siguiente paso debe ser la consolidación de instrumentos permanentes de emisión mancomunada de deuda y la creación de nuevos recursos propios que permitan financiar la Unión Europea a la altura de sus necesidades y que estén relacionados con las políticas que desarrolla la Unión", reza el documento en el que se plasman las líneas maestras de la política exterior que pretende desarrollar en Ejecutivo que dirige Pedro Sánchez.

El fondo de recuperación contra el covid ha sido un paso crucial en la construcción de Europa

Al fin y al cabo, y pese a la extendida creencia de que el fondo de reconstrucción Next Generation EU supone el cruce de un Rubicón que hará mucho más sencilla la adopción de soluciones similares en el futuro, no puede obviarse que este fue planteado como la respuesta a una ocasión única, sin lo cual habría resultado mucho más difícil su aceptación por parte de los Estados más reacios a la propuesta.

El establecimiento de un mecanismo de emisión de eurobonos (o cualquier nombre con el que se quiera bautizar la figura) se enmarca en el que es uno de los grandes caballos de batalla en el seno de la Unión Europea, el de la creación de una unión fiscal plena, objeto de las más intensas luchas internas por definir cuál debe ser su rumbo. Mientras algunas voces abogan por esta como la única manera de dar sentido y estabilidad al proyecto común, no faltan quienes defienden que, dadas las profundas diferencias entre los países miembros —desde económicas a culturales—, es preferible poner límites a la integración, asumiendo la UE como poco más que un mercado común y evitando las obligaciones que conllevaría ir más allá.

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Porque no puede obviarse que la consecución de una unión fiscal como la que plantea el Gobierno español conlleva, de forma inevitable, una serie de responsabilidades entre sus miembros, que resultan esenciales para su correcto funcionamiento. Al fin y al cabo, entre las críticas a un mecanismo de transferencias de fondos entre países como el que plantea España, ocupan un lugar clave las advertencias sobre el riesgo moral, que no es otra cosa que el peligro de que algunos países asuman el respaldo fiscal común como una carta blanca para el gasto público, sin atender a los más elementales criterios de responsabilidad fiscal y olvidando la necesidad de hacer más competitivas sus economías mediante reformas estructurales de calado.

Un argumento que se ha visto reforzado en los últimos años por los continuos incumplimientos de algunos países con las reglas de estabilidad fiscal dictadas por la Comisión Europea. Y es precisamente España uno de los que menos rigor han mostrado a la hora de ajustarse a las normas sobre el déficit en los últimos años, a pesar del periodo de sólido crecimiento registrado, lo que da buena cuenta de los retos estructurales que subyacen tras estos incumplimientos.

España ha sido uno de los países menos riguroso en la aplicación de las normas europeas

Sin embargo, el Ejecutivo español ha dado en los últimos tiempos pocas muestras de querer abordar estos desafíos y, de hecho, los debates abiertos en torno a cuestiones clave como el mercado laboral o las pensiones parecen tratar de rehuir las medidas precisas —y muchas veces planteadas desde Europa—, mientras se proponen en su lugar soluciones de dudosa eficacia, cuando no contraproducentes.

España, como el resto de países de la UE, puede disfrutar ahora de un periodo de exención en las reglas fiscales europeas, motivado por la crisis del coronavirus. Una crisis que también podría llevar a replantearse cuestiones básicas en torno a los criterios fiscales hasta ahora exigidos por Europa, en cuestiones tales como la deuda sobre el PIB apropiada o, incluso, sobre los objetivos de déficit. Pero resulta inevitable que las normas, las que sean, vuelvan a activarse tarde o temprano, y llegado ese momento España tendrá que dar pruebas de estar en disposición de ajustarse a las mismas y hacer las reformas necesarias.

Solo así podrá tener la fuerza suficiente el reclamo por parte del Gobierno español de que Europa adopte definitivamente los mecanismos de emisión de deuda conjunta como una solución permanente.

Aunque hay académicos que sostienen lo contrario, puede que una unión fiscal —con su presupuesto y su Tesoro comunes— sea una condición necesaria para acabar con los desequilibrios de la zona euro y que economías como la española recuperen el terreno perdido en convergencia económica. Pero, desde luego, no es una condición suficiente. Basta mirar a Italia: 150 años de unión fiscal no han acabado con la división norte-sur.

La crisis del coronavirus ha dado pie a realizar múltiples anotaciones en el debe de la Unión Europea. Sin embargo, un solo logro ha sido capaz de eclipsar todas estas fallas. Transcurridos seis meses desde su aprobación, existe un amplio consenso en que el fondo de recuperación europeo, por valor de 750.000 millones de euros, puesto en pie para combatir las secuelas económicas de la pandemia, representa un hito crucial en la historia de la construcción de la comunidad europea.

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