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Datos que no son tan buenos como parecen: China crece un 2,3% el año del covid
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Creció un 2,3% en 2020

Datos que no son tan buenos como parecen: China crece un 2,3% el año del covid

China cerró 2020 con unas cifras de crecimiento que resultan envidiables para las economías occidentales, pero que no deben ocultar los retos que aún debe afrontar el país

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En cualquier otra circunstancia, la menor tasa de crecimiento en más de cuatro décadas habría sido visto como un fiasco mayúsculo para China, un país acostumbrado a asombrar al mundo con sus tasas de expansión económica. Sin embargo, el 2,3% registrado en 2020, un año marcado por el impacto del coronavirus representa un logro mayúsculo que será mirado, indudablemente, con envidia por las grandes potencias occidentales, pendientes aún de ponerle números al histórico agujero que ha ocasionado la pandemia.

A estas alturas son de sobra conocidas las bases sobre las que se ha articulado la recuperación de China, tras ser el origen y, por ende, el primer país severamente golpeado por el covid. A una rápida y tajante contención del virus siguió un importante plan de estímulo fiscal que permitió al país recuperar con notable velocidad niveles de actividad similares a los que se registraban antes del impacto de la enfermedad, con sectores como la inversión inmobiliaria actuando como tractores del crecimiento.

Además, los tempos de la crisis a nivel global y sus características jugaron a favor de la economía del gigante asiático. Por un lado, haber sido el primer afectado permitió que el país estuviera recuperando la normalidad al tiempo que el resto del mundo desarrollado se veía forzado a una 'gran reclusión' que hizo de China, aún más si cabe, la gran fábrica del mundo. Además, la pandemia provocó una demanda histórica en la que es una de las industrias clave en el comercio internacional chino, la electrónica, que experimentó un crecimiento de las exportaciones superior al 17%.

La pandemia impulsó la demanda global de manufacturas chinas

La velocidad del crecimiento en el último trimestre, del 6,5%, refuerza la perspectiva de que el país se dirija en 2021 hacia un sólido crecimiento, que la mayor parte de las firmas de análisis cifran por encima del 8%. "Los dos principales factores de crecimiento, la inversión en el sector privado y las exportaciones se están recuperando progresivamente y volverán a impulsar el crecimiento chino en 2021", señala Dídac Cubeiro, profesor asociado al departamento de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Sin embargo, tras las cifras más reseñadas subyacen algunas tendencias que permiten afirmar que "los datos no son tan buenos como parecen". Así lo asegura Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico de Natixis. Sus recelos se basan, en buena medida, en la dinámica del consumo interno, que lejos de las buenas cifras generales, ha acabado el año con un recorte del 3,9% y experimentando una llamativa desaceleración en diciembre, en medio de una serie de nuevos brotes del coronavirus que podrían lastrar la actividad ahora que se acerca la celebración del Año Nuevo chino, el próximo 12 de febrero.

"Tras las nuevas restricciones gubernamentales en medio de los brotes de covid-19 en dos provincias, la reducción de la confianza y los viajes durante las vacaciones del Año Nuevo chino en febrero podrían obstaculizar el crecimiento del primer trimestre", advierten en BIMB Securities, una firma con sede en Kuala Lumpur, donde confían, no obstante, en que el Gobierno chino vuelva a mostrarse efectivo en la contención de estos rebrotes.

En cualquier caso, no son cuestiones de corto plazo las que más dudas generan sobre la sostenibilidad del crecimiento chino, sino la propia estructura del mismo, muy basado en estímulos fiscales que han favorecido un importante volumen de inversión en activos inmobiliarios, pero que no han logrado estimular de forma efectiva el consumo ni la inversión privados. "La pregunta sigue siendo si, y en qué medida, el consumo se mantendrá más allá del efecto base obvio para la primera mitad de 2021", observan en Natixis.

Revitalizar el consumo interno es el gran reto para afianzar la recuperación

Resulta evidente que, si los países occidentales consiguen encaminarse en la segunda mitad de 2021 hacia una normalización de su actividad la extraordinaria demanda de manufacturas tecnológicas chinas podría debilitarse, desapareciendo uno de los grandes impulsores del crecimiento del país a lo largo del pasado año. Y también existen dudas sobre la disposición del país a mantener un alto grado de apoyo fiscal a la economía, dado el elevado endeudamiento existente en el sector privado.

Con algunos de los grandes estímulos recientes de su economía llamados a desaparecer a medio plazo, algunas voces se aventuran a prever que a finales de año la economía del país podría volver a revelar alguna de las vulnerabilidades que ya evidenciaba antes de la pandemia y que están relacionadas con el declive de su fuerza laboral, la pérdida de productividad y el creciente endeudamiento de los consumidores. En esas circunstancias García-Herrero sostiene que "China necesita repensar su estímulo fiscal para apoyar los ingresos de los hogares".

Al fin y al cabo, y a pesar de la buena evolución registrada en 2020, las exportaciones de China a nivel mundial vienen experimentando un continuado descenso desde hace años, por lo que el país precisa de un cambio de modelo que apuntale sus perspectivas de crecimiento más allá de las circunstancias extraordinarias de la pandemia. "China debe acometer reformas en su sector bancario y fortalecer su consumo interno, para reducir su dependencia exterior y ganar estabilidad en su economía. Ese es el verdadero reto de China para los próximos años", sentencia Cubeiro.

En cualquier otra circunstancia, la menor tasa de crecimiento en más de cuatro décadas habría sido visto como un fiasco mayúsculo para China, un país acostumbrado a asombrar al mundo con sus tasas de expansión económica. Sin embargo, el 2,3% registrado en 2020, un año marcado por el impacto del coronavirus representa un logro mayúsculo que será mirado, indudablemente, con envidia por las grandes potencias occidentales, pendientes aún de ponerle números al histórico agujero que ha ocasionado la pandemia.

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