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Valores tradicionales vs. tecnológicas: el mercado se parte y no tiene mucho sentido
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Valores tradicionales vs. tecnológicas: el mercado se parte y no tiene mucho sentido

La calma parece haber vuelto a las principales bolsas, después de los tremendos vaivenes que sufrieron a principios de marzo. La pregunta es: ¿podemos confiarnos? Nadie lo sabe

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EC

Parece que el mercado ha entrado en una fase de relativa tranquilidad. Los índices ya no sufren los vaivenes salvajes de comienzos de marzo. Pero ¿podemos confiarnos? ¿Hemos visto ya lo peor? Lamentablemente, nadie lo sabe.

Seguimos dependiendo de la duración de la pandemia, de la reactivación de la actividad económica, de las medidas adoptadas y de la confianza que se genere (o que no se acabe de generar). Seguimos en un entorno de enorme incertidumbre y tendremos que vivir con él durante un largo periodo de tiempo. La normalización no será ni mucho menos inmediata.

Últimamente hemos visto situaciones atípicas. Muchas empresas tecnológicas se acercaban a máximos históricos, o incluso los sobrepasaban, a la vez que el precio del crudo en los vencimientos más cortos llegaba a entrar en negativo, principalmente por la saturación de la capacidad de almacenamiento en Cushing, Oklahoma.

Pero la evolución en los próximos meses dependerá de otras muchas variables, como los recortes de la producción, la normalización de la demanda a corto plazo, la inflación, el impacto de la geopolítica en el dólar, la estabilización de la producción en Estados Unidos... Situaciones todas que también afectarán al comercio y a la tecnología en su conjunto.

Pero, de momento, los inversores en renta variable penalizan a los sectores tradicionales y encuentran su particular "refugio" en aquellos favorecidos por la aceleración de procesos vinculados al mundo que presuntamente va a surgir tras la pandemia, principalmente a la tecnología. Los diferenciales son enormes con un Nasdaq muy cerca de niveles máximos mientras que índices generalistas muestran descensos por encima del 25%.

Foto: Imagen de un trabajador en la fábrica de Trelleborg, en Roma. (EFE)

La liquidez se premia, cierto, pero el 'trading' ha girado en torno a la recuperación del crédito, su estabilización por parte de los bancos centrales y un aumento claro del diferencial entre empresas que pueden verse beneficiadas en esta crisis frente a aquellas más perjudicadas en el corto. Esto es lo que reflejan ahora los mercados, pero no hay que olvidar que la situación evoluciona rápidamente. Lo que es refugio en estos momentos puede no serlo dentro de poco. Lógicamente, lo que cotiza en la bolsa son las expectativas, pero en estos momentos los cambios que se están produciendo son vertiginosos y la falta de visibilidad es la pauta dominante. La prudencia debería ser la base principal de cualquier inversión.

En ese sentido, no hay que olvidar que el diferencial entre valores ligados a factores como 'growth', 'quality' o 'momentum' frente al 'value', se viene produciendo desde hace años, apoyándose fundamentalmente en el riesgo de crisis a corto/medio plazo. ¿Si no hay estabilidad económica, no hay entrada en 'value', o estamos equivocados? Aunque todo se mueve por una lógica, esta obedece ahora mismo a un estricto corto plazo. Las cotizaciones de empresas dependen en un alto porcentaje de sus beneficios futuros, pero no olvidemos de la importancia que tiene en el sumatorio el valor residual que demos a las mismas. Las burbujas en activos se suelen producir por un exceso de confianza en ese valor residual. En este sentido, que un porcentaje tan alto de la cotización de los mercados esté basada en no más de 10 valores globales, no parece tener demasiada lógica. Los sectores tradicionales no van a desaparecer, se reestructurarán, se consolidarán, veremos empresas que quebrarán, pero en general, tendremos que ver cómo se adaptan a los cambios, unos cambios que también afectarán en algún momento a las empresas que actualmente lideran los índices.

Sin duda, el mercado seguirá pendiente de la liquidez, de la confianza en las medidas, de la duración de los confinamientos, de los cambios económicos y sociales o la geopolítica. Las acciones se moverán, en un porcentaje alto, por visibilidad sobre su negocio a corto y la expectativa que haya sobre la estabilidad de su valor residual. Esto hace que industrias tradicionales coticen con primas de riesgo y descuentos exageradamente altos y lo harán hasta que esa visibilidad no sea mayor y se pueda dar por descontada su viabilidad.

Si esta se confirma, el atractivo que esconden estos valores es muy, muy alto, pero hay que esperar acontecimientos. La diversidad de variables que mueven el mercado obliga a ser prudentes. Pero tal vez habría que plantearse si las valoraciones de los actuales refugios son sostenibles a medio plazo o esconden un riesgo significativo, tanto por el exceso de liquidez que ha buscado refugio en ellos, como por la capacidad de cumplir unos planes de negocio muy, muy exigentes.

Parece que el mercado ha entrado en una fase de relativa tranquilidad. Los índices ya no sufren los vaivenes salvajes de comienzos de marzo. Pero ¿podemos confiarnos? ¿Hemos visto ya lo peor? Lamentablemente, nadie lo sabe.

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