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El gran dilema de los países productores: ¿es sostenible el precio negativo del petróleo?
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El West Texas marca precios negativos

El gran dilema de los países productores: ¿es sostenible el precio negativo del petróleo?

El agotamiento de la capacidad de almacenamiento de crudo en EEUU hunde hasta un 70% los precios del crudo y pone contra las cuerdas la industria del 'shale oil'

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Apenas ha transcurrido una semana desde que el mercado digería un acuerdo histórico para el recorte de la producción de petróleo en casi 10 millones de barriles. La medida se anunciaba como un paso de calado para la estabilización de un mercado agitado por las convulsiones económicas del coronavirus y la guerra de precios abierta entre dos grandes productores como Arabia Saudí y Estados Unidos.

El presidente estadounidense Donald Trump se felicitaba por un "gran acuerdo", facilitado por sus gestiones, que venía a salvar cientos de miles de empleos en la industria petrolera estadounidense.

Cualquier esperanza de éxito del acuerdo, no obstante, ha saltado este lunes por los aires. Los precios del barril de petróleo West Texas Intermediate registraron recortes superiores al 100%, lo que ha supuesto que por primera vez se registren precios negativos en este mercado de hasta 42 dólares por barril. Es decir, los operadores del mercado pagan a los compradores para que se lleven los barriles.

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Esta situación se debe a un caso concreto -los futuros que vencen el próximo martes y cuyos barriles subyacentes se entregan en mayo- y reflejan la casuística del momento: el hundimiento de la demanda por los confinamientos y el parón económico junto con el agotamiento de la capacidad de almacenaje en Cushing, Oklahoma (lugar donde se entrega físicamente cada barril de WTI). Nadie quiere comprar ese petróleo ahora: no hay a quién revendérselo ni hay dónde almacenarlo.

Y aunque los vencimientos de los meses siguientes ya sitúan el barril de WTI en el entorno de los 20 dólares, esos precios se fundamentan en la expectativa de que la demanda se va a haber recuperado para entonces, gracias a una suavización de esos confinamientos y la reapertura gradual de la economía. Si esta no se produce ni aumenta la capacidad de almacenamiento en Oklahoma, el vencimiento de mayo con entrega en junio seguirá los mismos derroteros que el de abril.

Lo cierto es que casi desde el primer momento el acuerdo alcanzado por la OPEP y sus aliados, con Rusia a la cabeza (el grupo denominado OPEP+), ha sido cuestionado por los expertos, que advertían de que los recortes anunciados poco podrían hacer para compensar un mercado afectado por un derrumbe global de la demanda, de hasta 30 millones de barriles, a causa de la parálisis económica sin precedentes que ha provocado la lucha contra el Covid-19.

Si el acuerdo de la OPEP+ ya genera dudas sobre el grado de cumplimiento, cualquier endurecimiento de los recortes de producción las multiplicaría

Sin embargo, con su ajuste, los países productores parecían alejar el peor escenario del mercado, aquel que llevaba a un creciente número de expertos a augurar precios negativos —que los productores pagaran a los clientes para que se llevaran los barriles—, debido a la falta de capacidad de almacenamiento por la acumulación de inventarios.

Pero este escenario no ha tardado en hacerse realidad. Las noticias apuntan a que el centro de almacenamiento de Cushing, el principal de Estados Unidos, se encuentra ya al 70% de su capacidad, y al ritmo de aumento de reservas (en la última semana, se alcanzó la cifra récord de 19 millones de barriles), se espera que se llene antes de que finalice mayo.

Todo esto ha llevado a algunas voces en el mercado a señalar la necesidad de que los países productores acuerden ajustes adicionales. Este llamamiento, sin embargo, es fácil que choque con serias resistencias entre unos Estados a los que ya les costó llegar al entendimiento para el acuerdo recién alumbrado. Y si ya este ha generado suspicacias sobre el grado de cumplimiento que puede conllevar, cualquier endurecimiento de las condiciones no haría sino multiplicar estas.

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"Hay varios países que tienen una reputación de no siempre cumplir completamente con los acuerdos de reducción de producción. No hay razón para creer que esta vez será diferente. Las condiciones económicas débiles en muchos de estos países pueden darles, en su opinión, una razón excepcional para eludir las reglas", advertían hace unos días los analistas de ABN Amro.

Pero, además, los países de la OPEP+ pueden considerar que ahora les toca a otros mover pieza. De hecho, el acuerdo de hace solo una semana conllevaba la expectativa de que otros países productores, como Estados Unidos, Canadá o Brasil, también reducirían su producción en hasta cinco millones de barriles diarios. Pero este recorte vendría derivado, simplemente, de las condiciones del mercado y los bajos precios, que obligarían a muchos productores a detener la producción.

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Ese escenario parece haberse precipitado con este derrumbe de precios, que sitúa a buena parte de la industria del 'shale oil' estadounidense contra las cuerdas. Cabe señalar que mientras el petróleo West Texas sufre un derrumbe de proporciones históricas, los precios del petróleo Brent, de referencia en Europa y Oriente Medio, registran un recorte mucho más limitado, próximo al 9%, que lo dejan en torno a los 25 dólares por barril. La brecha entre ambas referencias se ha abierto a niveles no vistos en muchos años.

Es cierto que en la caída de este lunes del Texas influyen cuestiones técnicas del mercado, ya que el vencimiento este martes del contrato del futuro de mayo obliga a los inversores a deshacerse del mismo de forma precipitada si no quieren recibir unos barriles para los que cada vez hay menos sitio de almacenaje. Pero esto no oculta que la situación ha llegado a ser más compleja para el mercado petrolero estadounidense que para el resto, a causa de su incapacidad para ajustarse de forma automática —de hecho, algunos productores en estados como Texas claman por un acuerdo sectorial para limitar la producción— y su lejanía del mar, que hace escasamente viable el recurso al almacenaje de la producción en buques flotantes, una opción que sí se está explotando en centros de producción de Oriente Medio.

La creciente brecha entre el Brent y el West Texas puede ser el reflejo de un entorno de mercado mucho más complejo para EEUU que para la OPEP

Es difícil que el Brent escape a los recortes mientras los precios del West Texas se derrumban, pero mientras se mantenga un cómodo diferencial entre ambos, es posible que algunos productores de la OPEP+ interpreten la situación como favorable, ya que podrían estar consiguiendo estabilizar los precios del Brent sin dejar de herir una industria, la del 'shale oil', contra la que se han dirigido la mayor parte de sus estrategias en los últimos años. El hundimiento de esta podría dejarles al fin el camino libre para capitalizar una recuperación del mercado que los expertos prevén hacia el tramo final de 2020.

Así, la cuestión que preside hoy el mercado del crudo puede dejar de plantearse desde el punto de vista de cuánto más pueden hacer los países productores por estabilizarlo, para abordarla más bien como a quién le puede interesar hacerlo.

Entre estos últimos destacaría, obviamente, Estados Unidos, necesitado de proteger la que ha sido una de sus industrias más pujantes de la última década. Pensar, sin embargo, en una Administración estadounidense impulsando un ajuste de la producción en una industria privada como la del crudo puede parecer fuera de toda lógica. Pero tampoco era fácil, hasta hace una semana, imaginar a un presidente estadounidense celebrando un acuerdo de la OPEP para elevar los precios del petróleo.

En tiempos extraordinarios, no se puede descartar ninguna medida extraordinaria. Y el colapso de los precios del crudo solo parece remediable con soluciones que hoy son difíciles de imaginar.

Apenas ha transcurrido una semana desde que el mercado digería un acuerdo histórico para el recorte de la producción de petróleo en casi 10 millones de barriles. La medida se anunciaba como un paso de calado para la estabilización de un mercado agitado por las convulsiones económicas del coronavirus y la guerra de precios abierta entre dos grandes productores como Arabia Saudí y Estados Unidos.

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