Los expertos económicos saben desde hace tiempo que el Producto Interior Bruto (PIB) no es un indicador suficientemente completo para medir la riqueza de un país. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, declaró su intención de convencer al resto del mundo para que salga de “la religión de la cifra” como forma de medir el progreso de los países. Su convicción procede del resultado de un informe sobre la materia que encargó a un selecto grupo de expertos. Previamente, Bruselas también se mostró a favor de establecer indicadores económicos más justos. La idea central cuenta con el beneplácito del rotativo británico Financial Times.

En las últimas semanas Europa ha reabierto un antiguo debate que catalogaba al PIB como un indicador insuficiente para medir el bienestar y el progreso económico de un país. Son muchas las voces que coinciden en mencionar que el PIB es un indicador que se ha ido quedando obsoleto, sobre todo por la brecha que suele constatarse entre las cifras que genera la estadística económica y la percepción que tienen los ciudadanos de la marcha del país.

El presidente Sarkozy, quien ya ha recetado otras líneas de acción durante este período de crisis mundial, indicó la semana pasada que defendería un nuevo enfoque sobre las cifras, tanto ante sus socios europeos como en todas las reuniones internacionales, entre ellas el G-20. También pesó la promesa de que Francia adpataría su propio aparato estadístico para pensar más allá del PIB. Tales afirmaciones se apoyan en el resultado de un informe que había encomendado a principios de 2008 a una comisión de expertos encabezada por los Premio Nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen, y que recibió el presidente el pasado lunes 14 de septiembre.

El contenido del informe revela que el mundo, la sociedad y la economía han cambiado, mientras que la medida que se utiliza no lo ha hecho. Por ello propone que “hay que hacer hincapié en la medición del bienestar de la población (calidad de vida, desarrollo sostenible…) más que en la de la producción económica”. El informe no trata de decir que el PIB sea insignificante, sino que sus imperfecciones son numerosas. Por ejemplo, ajusta los precios de manera arbitraria, no contabiliza el trabajo doméstico, ignora los fenómenos de depreciación y el medio ambiente, o lo que es aún más desalentador, no tiene en cuenta las diferencias de ingresos ni el rol de las fortunas.

Bruselas promete un indicador “verde”

La Comisión Europea publicó a principios del mes de septiembre su intención de mejorar la medición del progreso de los países complementando el PIB. La Comisión se comprometió a presentar en 2010 una versión beta de un indicador que integre un índice de la calidad medioambiental. El objetivo es que el propio sistema estadístico europeo absorba tal indicador y lo utilice sistemáticamente como un parámetro más en sus estadísticas económicas.

En este sentido, el comisario europeo de Medio Ambiente, Stavros Dimas, manifestó que “para cambiar el mundo, necesitamos cambiar la manera en que comprendemos el mundo y, para ello, tenemos que ir más allá del PIB”. Así, Bruselas apoya que el PIB no recoge variables para identificar la calidad de vida, como la limpieza del medio ambiente, la cohesión social o, incluso, el grado de felicidad de la gente.

Antecedentes

En el campo económico, hace ya algunos años que contamos con otro tipo de indicadores que exponen una idea de otros valores que se le escapan al PIB. Es el caso de la paridad del poder adquisitivo (PPA), que intenta comparar el coste de la vida entre países, o del índice de bienestar económico sostenible (IBES) que contabiliza el gasto de los consumidores, la aportación al trabajo doméstico, la polución y el consumo de recursos.

Aunque parezca alegórico, existe ya un pequeño país asiático que aplica esta experiencia, Bhután. El rey Jigme Singye Wangchuk creó el concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB) como indicador del bienestar de sus habitantes, basándose en el acceso a la asistencia sanitaria, el tiempo que sus gentes pasan junto a la familia y la consideración de los costos ambientales o sociales del desarrollo.

3.  viernes26/09/2009, 13:34 h.

¿Cómo se mide la felicidad?

¿Alguien ha inventado un medidor?


¿Tenemos los políticos que nos merecemos?

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2.  Fabito26/09/2009, 12:25 h.

Como las manipulaciones del PIB, para que salga lo que les interesa, no es suficiente, ahora lo quieren complicar de modo que aunque lo manipulen nunca seamos de saber cuanto y en qué dirección. Así nos podrán decir que estamos en el paro y sin poder pagar la hipoteca pero somos más sostenibles y felices que antes. ¡Asco de Casta Parasitaria!

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1.  aset26/09/2009, 07:46 h.

La eficiencia existencial, medida en términos de felicidad, es uno de los principales componentes de una ciencia económica que sea algo más que contabilidad sobrevalorada. Desde luego, es el componente fundamental para diseñar y comprender el tercer macroestadio económico, única salida viable una vez que hemos llegado al callejón sin salida del segundo macroestadio, el neolítico, basado en la sobreexplotación del medio y en la burbuja demográfica. Ya no da más de sí y esos dos motores económicos, además de ineficaces, se han vuelto extremadamente peligrosos. Esa la eficiencia existencial, la capacidad de transformar nivel de vida en calidad de vida con rentabilidad existencial [con felicidad] es el criterio básico de eficacia económica en el tercer macroestadio.
//www.lulu.com/content/e-book/la-libertad-liberada/7433052

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