¿India o China? Los dos gigantes asiáticos se contrapesan con frecuencia en la balanza de los análisis económicos, las consideraciones éticas y las conversaciones de bar. Por un lado, la democracia más poblada del mundo. Por otro, el modelo totalitario más grande e influyente del planeta. Con todas sus dificultades y anomalías, que son muchas, India acaba de demostrar por enésima vez que el sufragio universal no está reñido con la superpoblación, la diversidad, ni el subdesarrollo. Con todas sus injusticias y arbitrariedades, que son legión, China ha conseguido elevar el nivel de vida material de sus habitantes a un ritmo asombroso desde que se abrió al mercado a finales de los 70. Los dos sistemas comparten algunas virtudes y muchos defectos: capacidad de sacrificio y corrupción rampante, flexibilidad para afrontar la globalización y crecientes desigualdades... Y hasta aquí la introducción. No tiene sentido abordar en este humilde blog un debate al que le sobran bibliografía, estadísticas y defensores apasionados de una y otra causa. Vamos mejor al ejemplo concreto: o cómo los respectivos gobiernos han reaccionado ante un reciente escándalo que ha tocado a las puertas de los despachos del poder.

Hablamos de las “madres de alquiler”, mujeres que prestan su útero a la “fecundación in Vitro” a cambio de dinero, gestando los hijos de otras parejas. La práctica está en auge en toda Asia y ha empezado a inquietar tanto en Pekín como en Nueva Delhi. La industria es legal y paga impuestos en varias regiones de India. Y a pesar de la indignación expresada por grupos políticos y los ataques de la prensa local, el volumen de negocio no ha parado de crecer con la crisis, atrayendo cada vez más clientes, incluidas miles de parejas occidentales. Ingleses, norteamericanos, australianos, alemanes, etcétera, acuden al subcontinente para hacer lo que en su país está prohibido, o para ahorrarse varios miles de dólares. Tampoco faltan voluntarias: en India viven un tercio de los pobres del planeta y engendrar un hijo a cambio de sumas que rondan los 5.000 euros se percibe como una estupenda oportunidad antes que como un sórdido drama.

“Es muy sencillo. No hacemos daño a nadie, al revés. Todos se benefician. Las parejas occidentales consiguen tener el hijo que estaban buscando y las mujeres indias reciben una cantidad de dinero que puede sacarlas de muchos apuros”, me explicaba hace año y medio Naina Patel, directora de una de las clínicas pioneras en la región de Gujarat, donde el 40 por ciento de las madres de alquiler prestan servicios a extranjeros. “El resto son indios de clase media o alta y siguen constituyendo la mayoría”, matizaba la doctora, que publicita abiertamente su negocio, responde sin pensárselo a los periodistas y defiende en foros internacionales su trabajo y su opinión, un modo de ver las cosas que choca con el de algunos de los pesos pesados del país. "Si no ponemos límites se convertirá en un verdadero comercio de mujeres, con el riesgo de que haya explotación", se quejaba ya a finales de 2007 Renuka Choudhury, ministro para las Mujeres y el Desarrollo de India, saliendo al paso de dos escándalos registrados en el mismo mes. El primero, el de una pareja gay israelí que había “comprado” el cuerpo de una campesina de Gujarat para tener un hijo. El segundo, el de una señora de 43 años que engendró a su propio nieto. Tras año y medio de debate, Choudhury no ha conseguido que el Parlamento saque adelante ninguna nueva ley.

En China, a decir verdad, el negocio de las “madres prestadas” tampoco se esconde demasiado. Es ilegal y está teóricamente penado con multas y hasta condenas de cárcel, pero las agencias que ofrecen el servicio (casi exclusivamente a parejas chinas) se anuncian en páginas web donde incluso cuelgan vídeos explicativos y tarifas. En torno a 25.000 niños han nacido ya mediante dicha técnica en China, ante la vista gorda de las autoridades locales. Se calcula que esta industria, que por supuesto no está ajena la corrupción, mueve ya más dinero que el tráfico de drogas. Con la colaboración de hospitales privados y con todos los peligros derivados de la clandestinidad, la “fecundación” in vitro ha sido una actividad consentida y visible… hasta hace bien poco.

“Madres de alquiler” sometidas a abortos forzados

A principios de mayo, las autoridades de la región sureña de Guangdong (una de las más ricas de China) decidieron dar un puñetazo en la mesa para sofocar un escándalo que estaba filtrando (tímidamente pero cada vez con más frecuencia) a la prensa del país. La agencia Reuters consiguió documentar varios casos de “madres de alquiler” sometidas a abortos forzados por las autoridades. Según la versión de las propias protagonistas, que no ha sido desmentida, fueron sacadas a empujones del apartamento donde se encontraban y trasladadas al hospital estatal del distrito. Una vez allí, se les obligó a firmar una “autorización” y se les practicó el aborto. “Yo decía llorando que no quería hacer eso, pero de todos modos me arrastraron hasta el lugar y me inyectaron una aguja en el vientre. Estaba aterrorizada”, dijo una joven de 20 años identificada como Xiao Hong, que no quiso dar su nombre completo por miedo a represalias. Otra de las víctimas, de 23 años, aseguró haber sido anestesiada con píldoras antes de que le extrajeran quirúrgicamente un feto gestado durante tres meses.

Las denuncias apenas trascendieron a la prensa local. El oficialista Guangzhou Daily despachó el terrible abuso citando a autoridades sanitarias que admitían haber puesto en marcha una “campaña de saneamiento” para combatir la “práctica ilegal”. “Ellas estaban de acuerdo y firmaron la autorización”, se limitaron a decir. Ante la ausencia de expertos dispuestos a interpretar el hecho en la China continental, el comentario hubo que buscarlo en la excolonia británica de Hong Kong. El profesor David Seng, experto en planificación familiar de la Universidad de Hong Kong, aclaró que Pekín pretende “mandar un mensaje a las agencias que se dedican al negocio, así como a las mujeres que se prestan a alquilar sus cuerpos, para frenar la transparencia de una industria que se tolera silenciosamente, pero que se estaba haciendo demasiado visible”.

¿China o India? Que cada cual saque su conclusión.

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