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La herencia, el camarero en paro y la mujer más rica (y peligrosa) de Asia

Nina Wang

@Ángel Villarino. Hong Kong - 15/05/2009 06:00h

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La procelosa mitología que envuelve a los magnates de Hong Kong ofrece tramas para cualquier tipo de novela negra. ¿Quieren desapariciones inexplicables, apuestas macabras, cadáveres flotando en la bahía, herencias robadas o suicidios públicos? Encontrarán de todo en las hemerotecas de esta isla de fortunas milagrosas, volcada en las finanzas desde hace décadas y donde se reúnen algunos de los tycoon más excéntricos, litigiosos y poderosos del mundo.

Los hongkoneses son unos expertos en la materia. Abordan los escándalos con la delicadeza de un coleccionista que valora y cataloga las rarezas. El inventario es variado, hay subgéneros y algunas tramas se han convertido en material de culto. Y por sus giros de guión y las apasionantes transformaciones de los personajes, la historia de Nina Wang es seguramente la más seguida. Nina se convirtió en la mujer más rica del continente después de que su marido desapareciese misteriosamente en 1990. Fraguó un extravagante imperio y falleció en 2007, dejando una herencia de 4.200 millones de dólares, que ahora podría acabar en manos de un camarero desempleado. Pero vayamos por pasos.

Las fotos de Nina Wang han vuelvo a publicarse estos días y el personaje ha recobrado la imagen de los mejores tiempos: trenzas estiradas hacia arriba y minifaldas de colores, osos de peluche gigantes, poses de niña de papá y sonrisas ingenuas de adolescente. Su apodo, Little Sweetie, es parte de esa misma fachada de la que nunca se desprendió y un vector fundamental en el inmenso morbo que respira su historia. Porque detrás de la cursilería de su colorete rosa, Nina escondía de todo.

Su marido, Teddy Wang, era un magnate del sector químico y farmacéutico, a quien Nina conoció siendo niña en un jardín de infancia de su Shangai natal. Lo sedujo, dicen, con la fórmula preescolar de las coletas, que no abandonó el resto de su vida. Se casaron en Hong Kong, montaron un conglomerado empresarial y durante décadas escenificaron un matrimonio sin fisuras. Aparentemente, Teddy hacía negocios y Nina se ajustaba las trenzas. Así fue hasta 1983, cuando él fue raptado por una banda criminal y ella pagó, entre lágrimas, un rescate de 11 millones de dólares. Desde entonces empezaron a tener problemas y se airearon infidelidades, insinuadas por la prensa. Siete años después del primer secuestro se volvió a repetir la historia y Teddy ya nunca regresó de esta aventura. La Policía no halló el cuerpo, ni dio con ninguna pista. No había rastro que seguir. Se había esfumado.

Adicto al opio y a las concubinas

Nina se enzarzó entonces en una batalla legal con el padre de Teddy, el viejo Wang Din-Shin, un empresario de la vieja escuela china, ex adicto declarado al opio y a las concubinas, quien consiguió dar por oficialmente muerto a su hijo en 1999 con la intención de arrebatarle el conglomerado de empresas a la viuda. Pasaban las semanas y las exequias; y la historia se iba complicando: entre los papeles del desaparecido había tres testamentos diferentes y profundamente contradictorios.

Según el primero, la herencia habría de repartirse entre la desconsolada viuda y el atribulado padre. En un segundo documento, firmado después de destaparse que Nina tenía un amante, Teddy desheredaba a su esposa y dejaba el imperio en manos del viejo. El giro final llegaba en una tercera carta, redactada un mes antes de que el empresario desapareciese del mapa y en la que se insiste en que Nina es “el amor de una vida” y que, por tanto, sólo ella tiene acceso a su fortuna.

Después de meses de batallas legales, portadas y entrevistas, un tribunal de la isla dictaminó que el último testamento había sido falsificado. La sentencia, sin embargo, fue revocada días después por instancias superiores y en condiciones un tanto confusas. Nina se convertía en la única heredera. Al día siguiente, una viñeta dibujaba las coletas de Little Sweetie como los aguijones afilados de una viuda negra.

La princesa de Asia agigantó el mito y la fortuna del apellido. Diversificó las inversiones hasta convertirse en la constructora más importante de Hong Kong. Levantó y bautizó con su propio nombre el rascacielos más alto de la capital financiera, el Nina Tower 1. Se ganó fama de huraña sentándose en las butacas más baratas del teatro, comiendo en Mc Donald´s, vistiendo ropa de mercadillo y asegurando que sus gastos personales no pasaban los 300 euros al mes. Entre otras muchas manías, persiguió la ambición de hacerse con el premio Nobel de la Paz y, para conseguirlo, realizó varios intentos para reunir al Dalai Lama con las autoridades chinas y poner fin, así, al conflicto del Tibet. Sus excentricidades dieron de comer durante años a decenas de periodistas en la isla, que hoy la echan de menos.

Una fortuna sin dueño

Después de 69 años llamando la atención, Nina murió de cáncer el 3 de abril de 2007. La noticia se anunció con un comunicado solemne desde la presidencia de su compañía, donde  había conseguido superar la autoridad de su difunto marido. Sin descendencia y sin apenas amigos, la guerra de los testamentos Wang ha vuelto al ruedo. Estos días se celebra un nuevo juicio en el que se decidirá quién habrá de quedarse con los ahorros de Little Sweetie.

La familia de su marido reclama el dinero para la fundación benéfica de la estirpe, tal y como quedó escrito en su primer testamento. Sin embargo, la historia de Nina Wang no podía tener un desenlace tan sencillo: también esta vez hay una segunda versión del documento. Se trata de un papel redactado con un extraño lenguaje que mezcla términos jurídicos con estrofas de canciones sentimentales y donde se asegura que el único heredero, la persona que administrará todos su sus bienes “de manera benéfica” es Tony Chan, un camarero en paro, casado, aficionado al feng shui y de quien nadie había oído hablar en su vida.

Los abogados de la familia Wang se esfuerzan por demostrar que el testamento es falso, mientras la prensa se divierte y hace caja desgranando un novelesco romance entre el “maestro de feng shui” y la vieja ricachona solitaria. Mientras tanto, el camarero en paro espera la sentencia con serenidad, sin separarse de su mujer y confiando en el que el mito de Nina Wang no decepcione. Como todos los hongkoneses, Chan sabe que para que su historia se cierre como merece, su broche  es imprescindible. Los amantes del género afrontan el juicio como si se tratase del último capítulo de ‘Perdidos’. Faltan unos días para la sentencia y el culebrón estará finiquitado. Aunque quién sabe, quizá el fantasma de Nina protagonice aún otra temporada.

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Opiniones de los lectores (1)

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1. usuario registrado elcoz15/05/2009, 12:21 h.

Pues la siguiente historia también va de camareras, pero en un tono muy distinto. Inadmisible.

Detenido el propietario de un establecimiento por abusos sexuales a sus empleadas.

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