Ante la deriva actual de un cierto tipo de periodismo, los jueces centroeuropeos están empezando a tomar  medidas y a marcar límites. Decisiones sensatas para poner freno a esos profesionales que más que buscar la información se empeñan en rebañar la carroña. Un primer ejemplo ha sido el de la justicia de Munich, donde este lunes en cuatro horas y dieciséis minutos se resolvió el futuro del gigoló más exitoso de los últimos tiempos: Helg Sgarbi, 44 años de edad, convicto y confeso de haber seducido a  cuatro mujeres ricas, a las que arrancó entre caricias más de nueve millones de euros. Entre sus víctimas se encontraba la mujer más rica de Alemania, Susanne Klatten, quien se vio obligada a denunciar su caso ante la policía porque su ex amante, no contento con los siete millones que había obtenido ya de ella, reclamaba otros 49 millones más, amenazándole con difundir vídeos en los que se veía a ambos en sus encuentros eróticos.

El juicio y la sentencia ultra rápida de Sgarbi evitó entrar en detalles dolorosos y especialmente incómodos para las víctimas seducidas -algunos de los cuales ya habían sido relatados en la prensa sensacionalista con más o menos verosimilitud- y, sobre todo, no hizo necesaria su presencia en el juzgado para responder a las preguntas de la defensa y el fiscal del caso. El gigoló se declaró culpable de los cargos en la primera media hora del proceso, y volvió a la cárcel con una condena de seis años de prisión y propósito de enmienda. Desgraciadamente, no fue capaz de explicar dónde están los millones ‘regalados’ por sus víctimas ni los vídeos comprometedores de sus momentos de pasión y los jueces, por razones todavía incomprensibles, no quisieron ir más allá. Los medios más ansiosos tendrán que esperar a que cuente en un libro los pormenores de sus actividades como Romeo por encargo de un delincuente italiano, Ernano Barreta, que se encuentra en estos momentos en libertad condicional a la espera de juicio en su país. Su abogado es un antiguo Secretario de Estado del gobierno Berlusconi, así que es posible que Barreta duerma muy tranquilo cada noche.

Monsters’ parade

Este lunes se abre en Sankt Pölten, Austria, el proceso contra Josef Fritzl, el llamado “monstruo de Amstetten”. Después del escándalo en torno a la figura de Natasha Kampusch, la niña que estuvo retenida durante ocho años por su secuestrador, las autoridades austríacas pretenden evitar al máximo el circo mediático y las filtraciones en torno a esta atormentada familia Fritzl. Hasta ahora nadie ha obtenido una sola imagen de la Elisabeth, la mujer secuestrada y violada por su padre a lo largo de 24 años. Tampoco de los seis hijos que concibió con él. Del padre esta semana aparecían publicadas en Austria y Alemania dos fotos paseando en el patio de la cárcel, con vaqueros y un chaquetón azul marino. Eso es todo.

Los jueces han sometido a la prensa a un régimen estricto. Nadie verá a las víctimas, quienes han declarado ya y sus palabras están registradas en cintas de vídeo. De hecho, han cambiado de identidad y viven en algún lugar de Austria. Por supuesto, no volverán a poner el pie en Amstetten. Sólo una cámara de la televisión austríaca podrá grabar las intervenciones del fiscal y de la defensa en el primero de los cinco días previstos para el juicio. No habrá posibilidad de abordar a quienes entren o salgan del tribunal de Sankt Pölten porque el edificio estará sellado por un cerco policial. El primer imperativo legal será preservar la intimidad de Elisabeth y sus hijos y no dar oportunidades a los carroñeros. Se pretende, como ha dicho el experto vienés Diezmar Ecker, poner freno “a la industria del entretenimiento extendida mundialmente”

El último verdugo nazi

Otro proceso que puede resultar apasionante desde el punto de vista informativo es el que podría celebrarse, por fin, en Alemania contra John Demjanjuk, al que muchos conocen más bien como “Iván el terrible”. La fiscalía de Munich dictó ayer orden de detención contra este hombre de origen ucraniano, de 88 años de edad, quien durante la Segunda Guerra Mundial se destacó por su crueldad como vigilante y verdugo en el campo de concentración de Treblinka. John Demjanjuk vive desde 1952 en los Estados Unidos donde consiguió la nacionalidad norteamericana. Siempre ha  negado el pasado que se le imputa. En 1986 fue extraditado a Israel para ser juzgado por crímenes de guerra, después de haber sido identificado por algunos supervivientes de campos de exterminio como Iván el Terrible. Un fallo legal obligó a la Corte Suprema israelí a revisar la condena, y Demjanjuk regresó a los Estados Unidos, aunque perdió el pasaporte norteamericano.

Ahora le espera una segunda extradición, ya como apátrida, a Alemania. Aquí será juzgado por colaboración en el asesinato de 29.000 judíos. Será uno de los últimos procesos por crímenes de guerra nazis. Una pieza irresistible para la prensa de las vísceras.

1.  psghe12/03/2009, 11:04 h.

No pasa nada. Con lo de ayer en Winnenden el Bild tiene carroña para rato.

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