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 José María Loza

Nació hace cincuenta y ocho años en el número seis de la plaza de Antonio Maura, en Barcelona, sede de Caixa Catalunya y antigua sede del Banco de España durante la República, una mole arquitectónica sita en Via Laietana, corazón de la ciudad Condal. José María Loza nació en las propias oficinas, entre cartillas de ahorro y letras de frigoríficos Fagor, pues su padre era conserje de la entidad y su familia habitaba una vivienda ubicada dentro del mismo edificio.

Haciendo honor a sus orígenes humildes, Loza comenzó de botones, y sólo con el paso del tiempo iría ascendiendo hasta convertirse en director general de la considerada quinta caja más importante de España. Lo hizo sin llamar la atención, ya que es persona modesta y poco dada a los boatos, y ahora, cincuenta y ocho años después, se va de la entidad con el mismo sigilo con el que llegó. El próximo viernes, día 29 de febrero, Loza deja la caja y toda una vida.

Lo cierto es que no se va… sino que le han invitado a irse. Desde que Narcís Serra, ex alcalde de Barcelona y ex vicepresidente del Gobierno con Felipe González, se hiciera con la presidencia de la entidad en el año 2005, su vida ha sido un pequeño calvario. Sin ningún tipo de química entre los dos, ese virus altamente contagioso que se expande como un reguero de pólvora en el sistema financiero nacional, especialmente entre las cajas catalanes, y que consiste en laminar a sus directores generales bajo el argumento de ser los responsables de los males que aquejan a la entidad, ha tenido en José María Loza a una de sus víctimas.

La excusa es que el director saliente pertenece a otra época y no encaja del todo bien en estos tiempos de subprime, hedge funds y apalancamientos suicidas. ¿Quién se acuerda ya de la obra social? ¿Quién se encarga ahora de mimar a esos clientes que, como en la película Plácido, se las ven y las desean para pagar la letra del coche, la cuota mensual de la hipoteca y llegar a fin de mes?

Loza parece sacado de una película de Berlanga color sepia, con su traje apagado de cajero de ventanilla, su insignia dorada de Caixa Catalunya en la solapa, su portafolios de tapa de cuero negro, su mirada seria y su carácter reservado, seguramente demasiado, que tan malo es pecar por exceso que por defecto. No le gusta dejarse ver por los cenáculos financieras más elitistas de su Barcelona natal. Ante todo, discreción. Aun así, se rumorea que su próximo destino puede ser el Banco Sabadell de Josep Oliu, pero sus antiguos compañeros de la caja no lo tienen tan claro. Creen que a partir de ahora se dedicará a actividades altruistas, su verdadera vocación.

Amigos, compañeros y competidores, todos coinciden en definirle como una persona cristiana, trabajadora, y de valores enraizados. Almuerza en el comedor de los empleados, no en el de los directivos, que lo hay, y hace cola a la hora de recibir el ‘rancho’. También espera en fila de a uno cuando va a sacar dinero de la ventanilla. Además, participa activamente y a título individual en una organización que trabaja en proyectos sociales en el barrio del Raval, dedicada a atender a personas en estado de exclusión social. “De lunes a viernes se centra en la caja y los fines de semana en los que más lo necesitan”, explica un directivo del mundo de las cajas de ahorros. Una dedicación y unos valores que ha sabido transmitir a sus hijos, pues uno de ellos trabaja con una ONG en Latinoamérica y otro es logopeda con personas discapacitadas.

El ‘empleado del mes’

“Se crió en Caixa Catalunya. Empezó de cero, siendo un trabajador modesto, y de ahí fue ascendiendo. Le ha dedicado toda su vida a la caja. Ni siquiera dejó de trabajar para estudiar. Lo hacía al mismo tiempo”, indican sus compañeros. Su carrera profesional no es paradigma de las que suelen darse en España, donde las entidades salen al mercado para realizar fichajes de renombre tirando de bonus y chequera, sino más bien del american way of life de los USA, donde se tiene por norma primar a la gente de la casa y promocionar a los que están en los escalafones inferiores antes que ir a pescar a otros caladeros. Si hubiera nacido en los EEUU, la fotografía de Loza habría estado colgada de la pared en más de una ocasión, dentro de un marco tornasolado y con un lema escueto que dijera “empleado del mes”.

Llegó a la dirección general de la caja en 1998 de la mano del entonces presidente Antoni Serra Ramoneda, personaje independiente y heterodoxo, que acabaría siendo laminado por el actual número uno de la Generalitat, José Montilla, para poner en su lugar a alguien de la cuerda del PSC como Narcís Serra. Nada más aterrizar en el cargo, Loza tuvo que proceder al saneamiento de Caixa de Catalunya, que en el momento de su llegada atravesaba por una delicada situación financiera tras la compra de Multinacional Aseguradora. La adquirieron por 5.000 millones de pesetas en 1995 y después, en un error de cálculos, se vieron obligados a aportar otros 20.000 millones para cubrir un ‘agujero’ en las provisiones. Loza vendería la aseguradora a Catalana Occidente por 1.000 millones.

“Una vez que se pone al frente de Caixa Catalunya se implica por completo y se impone dos objetivos: uno, potenciar su actividad financiera con el modelo de banca al por menor, dirigida al pequeño cliente, muy tradicional; y dos, potenciar el servicio enfocado a la obra social”, señalan en las cajas. Durante su mandato, Loza creó la Fundación Un Sol Món, que se ocupa de la integración de los colectivos excluidos o marginados a través del mercado del trabajo. También fue impulsor de los microcréditos, o préstamos concedidos a los clientes pobres y sin recursos, cuando en España nadie había oído hablar todavía de Muhammad Yunus y su Banco Grameen.

Tras sanear la entidad, Loza consiguió colocar a Caixa Catalunya en el top-five de las cajas de ahorros por resultados. El pasado mes de enero, en la que fue su última rueda de prensa, el financiero presentó las cuentas de 2007 de la entidad con un beneficio de 487,9 millones de euros, un 39,5% más que el ejercicio anterior gracias, entre otros, a las plusvalías de 305 millones generadas por la venta de su participación en la inmobiliaria Riofisa a la Colonial de Portillo. Tras esta desinversión, la cartera de participaciones no estratégicas de Caixa Catalunya queda reducida a un 1,63% de Repsol, más del 1% de Abertis, el 7,76% de Applus y el 3,3% de Gas Natural.

El ‘feo’ de Narcís Serra

En la citada rueda de prensa, a la que faltó el presidente de la entidad, Narcís Serra, algo poco habitual en estos casos, Loza reconoció implícitamente la poca sintonía que había tenido con este último, al contrario de lo que había sucedido con su predecesor en el cargo, Serra Ramoneda, con el que sí hacía buenas migas. Loza fue escueto a la hora de explicar los auténticos motivos de su salida: “Mi marcha se trata de una opción personal. A los tres días de acceder al cargo, ya comenté que estaría en el puesto un máximo de diez años”, señaló Loza.

El ex director general es así. “Su dimisión la llevó en secreto, con la misma discreción con la que lleva todos los asuntos. Todos nos enteramos al mismo tiempo. Había comentado alguna vez lo de la edad, que se quería retirar cuando tuviera edad para ello, pero era algo que mencionaba de soslayo”, explican sus compañeros.

El sustituto de José María Loza será el hasta ahora director general de Caixa Manresa, Adolf Todó, quien tendrá que lidiar con unos mercados financieros muy revueltos y con las trabas de las agencias de calificación de riesgo financiero, después de que Mooy’s colocara el rating de Caixa Catalunya en “perspectiva negativa”. Narcís Serra ha tenido que salir al mercado para fichar a un director general. Es la primera vez en mucho tiempo que la caja catalana no recurre a alguien de la casa, poniendo punto y final a una tradición que, hasta el día de hoy, había dado sus buenos réditos.

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