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Miércoles, 26 de diciembre de 2007 (Actualizado a las 17:30)
 
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El indiscutible Valor Económico de la Monarquía

@S. McCoy - 08/10/2007

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No puedo estar más de acuerdo, por una vez, con la Carta del Director que Pedro J. Ramírez ha publicado este fin de semana en El Mundo. Cierto es, se trata de una obviedad. Pero las verdades de Perogrullo, a veces, resuenan en la conciencia como auténticos martillazos. “Estabilidad Institucional, las mayúsculas son propias, y Prosperidad Económica van siempre de la mano”. Aún diría más, sólo pueden ir de la mano. El capital productivo necesita de unas garantías mínimas para su desarrollo, y la primera y más indispensable de esas premisas es la existencia de un marco político y social que salvaguarde la estabilidad y la certidumbre frente a la arbitrariedad y la zozobra. En ese sentido, gran parte del desarrollo económico español, de la modernización del país y de su entrada en el club de las naciones más ricas del planeta se la debemos a una figura indiscutible hasta hace bien poco: la Monarquía.

En efecto, el despegar de España como democracia consolidada, -sin menospreciar, ni mucho menos, los años anteriores, tan en boga hoy día en el debate editorial-, fueron la reacción de la ciudadanía, encabezada por el Rey, ante el intento de golpe de estado de 23 de febrero de 1981, que derivó en su estrepitoso fracaso, y la mayoría absoluta, al año siguiente, de un partido socialista que, apenas una década antes, aún transitaba por las catacumbas de la clandestinidad. La figura de consenso de don Juan Carlos emergió entonces como santo y seña de una España que empezaba a encontrar, demasiado rápido probablemente, su propia identidad. El papel entonces del monarca, traducido en términos económicos para nuestro país, sería incuantificable. Gracias a esa transición suave, a España se le abrieron las puertas de las instituciones supranacionales, salió del estereotipo de la bota, siesta y pandereta que le caracterizaban hasta entonces y entró en el camino que habría de configurar la España económica los años siguientes, con sus bondades y sus corruptelas.

La década y pico socialista supuso un alejamiento lógico del Rey del primer plano de la actividad pública para centrarse en la mera representatividad institucional. El crédito, merecido o no, ganado a principios de la década de los años 80, era suficiente como para que su persona permaneciera al margen del debate político. Inteligentemente, fuera de forma premeditada o por pura casualidad, el Rey, -cuentas personales aparte, que de esto otros saben mucho más que yo-, permitió que la España que nacía a la democracia definiera por sí sola su personalidad, tanto en el ámbito político como en el marco económico, gracias a la existencia de un supuesto de partida comúnmente aceptado. Pese a los numerosos escándalos que salpicaron los últimos años de los gobiernos de Felipe González, España era, aún, una nación que, cuestión vasca aparte, conciliaba el interés común de la mayoría de la ciudadanía. Los pilares fundamentales del Estado no estaban en juego aunque sí llegaron a tambalearse aquellos que definen cada uno de los poderes nacidos de la división tradicional de Montesquieu. La intervención real en aquel entonces, probablemente, hubiera manchado su figura y no habría aportado más que sorpresa al debate común. En ese sentido, la Monarquía seguía contribuyendo al asentamiento democrático de España, cumpliendo con su papel y, de nuevo, su contribución económica al futuro de España era incalculable.

Sin embargo, el no ser convocado en muchos partidos no significa que no tengas que estar permanentemente a disposición del Club que te paga y preparado por si el entrenador decide llamarte para salir al campo. Pues bien, tras la entente cordiale que, con el nacionalismo moderado, mantuvo el primer Gobierno Aznar, en este caso la virtud superó con creces a la necesidad, ese club llamado España, -que abona la ficha de la Casa Real y que mantiene sus privilegios a cambio, pacto tácito, de que asuma un rol estabilizador como el que mostró el 23 de febrero de 1981 cuando sea necesario-, empezó a reclamar al banquillo que, el jugador que tanto había aportado en el pasado y que era el mejor baluarte para que a nuestra consolidada democracia no le metieran goles, don Juan Carlos, Rey de España, saliera al campo mostrando la mejor de sus virtudes, esto es: la defensa de aquellos principios que han configurado el rostro actual de España y que algunos, desde la vuelta al pasado, el enfrentamiento políticamente servil o la apuesta por la ruptura del marco geográfico de convivencia, se empeñan en desbaratar. Y resulta que el jugador en quien todos confiaban estaba completamente fuera de forma, víctima de la complacencia ante lo que parcialmente era su propia creación. No es de extrañar que el declive económico de España coincida con el cuestionamiento de la monarquía. Estabilidad institucional, progreso económico.

De esos barros tan recientes, vienen estos lodos, consecuencia, es verdad, de un cambio climático atípico. Probablemente por olvido, por ausencia de recuerdo del papel reparador que la Monarquía tuvo para la democracia a principios de los 80, ha cambiado el modo, el clima, con que el español corriente percibe la figura borbónica como institución y al Rey como estadista, esto es: como persona con sentido de Estado. Es así. Se trata de un debate que está en la calle y que debe servir a la propia Casa Real como causa de reflexión. Ocultarlo no sirve de nada. Si el Rey no recupera su papel, si un año más hay que recurrir al lenguaje de los signos para interpretar su discurso de Navidad, si no hay un golpe, democrático, sobre la mesa que recupere la figura de don Juan Carlos, el “España, mañana, será republicana”, que ya había caído en el olvido, ganará, como la hiedra, rápido paso en el debate político español, con notables posibilidades de éxito. El trauma que supondría para muchos la redefinición, a ojos vista imposible sin una figura de consenso, de la España nacida del posfranquismo, Generación Cuéntame, sin duda traería graves secuelas económicas capaces de contrarestar la creación de valor que, para España, ha supuesto en el pasado una figura como la del monarca. Por tanto, es momento de coger el toro por los cuernos. Cuestión de valor, voluntad y capacidad. El juicio particular sobre dichas virtudes en la figura de don Juan Carlos lo dejo al arbitrio de cada uno de Uds. Buena y corta semana a todos.

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Opiniones de los lectores (30)

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30. usuario registrado AGARCÍALunes, 08/10/2007, 18:43 h.

Puedo estar de acuerdo en que para la buena marcha de la economía es precisa la estabilidad constitucional, aunque no únicamente ni como relación lineal y biunívoca, el Portugal salazarista gozó de una estabilidad tan notable como su estancamiento económico; pero no en lo mantenido en este artículo como ofrenda a la monarquía inagurada por el actual rey.
El rey si no borbonea ya contribuye en el grado que puede contribuir: no enredar. Pero la estabilidad esencial es la del curso político diario, y la estructural: constitucional y territorial, donde sobran los retos nacionalistas, no digamos los secesionistas, y los actuales intentos de cambio de regimen "desde la legalidad" (y no tanta). Tal fué la Transición, una ruptura institucional "suave", con sus costes económicos y de cohesión social.
El actual intento Zapaterista de confederalizar el Pais y de eternizar su poder en la mutuamente necesaria alianza con los nacionalistas y separatistas que mantenga fuera del Sistema y de la alternancia al PP, no está exenta de matices fascistas y de asalto revolucionario al Poder. Y no saldrá gratis, al menor susto económico la tensión saltará a la calle.
Está escrito en la Historia.

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29. usuario registrado J&LLunes, 08/10/2007, 18:38 h.

Juan del Burgo. Atinado comentario el suyo que suscribo en casi al 100%. Parece que la desnutrición que podría suponérsele atribuible a esa mísera pensión que Vd. confesó tener en otro foro, le mantiene el colodrillo libre de ateromas grasos y avivado el magín.
Lo de dictablanda yo lo cambiaría por un cocktail de herencia del pasado, patio de Monipodio del presente, socialismo de Visa oro y capitalismo de amiguetes que nutre a todos los estamentos sociales, a partir de un cierto nivel, claro está. Y como los que protestan, denuncian y gritan terminan pillando escaño o bisagra aunque la ciudadanía se escoñe, pues va para largo.
¡Y pensar que sobre Sodoma y Gomorra llovió fuego y azufre sólo por fornicar de frente o de espaldas!.

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28. usuario registrado msc100Lunes, 08/10/2007, 18:23 h.

El objetivo-meta de Zapatero es doble: Los cambios de modelo: a) de Gobierno y b) de Estado. a) Apoya a la vieja aspiración marxista de una "democracia de nuevo tipo": Siempre de izquierdas.Inutilizando, incluso físicamente, al centro y la derecha. b) Simultáneamente rema hacia la susbstitución de la Monarquía parlamentaria por la República Federal en donde se integrarían las "naciones" naciendo de los nuevos Estatutos. En cada una gobernarían los socialistas/ nacionalistas con la izquierda separatista de turno. Y Zapatero Presidente de la República. La actual revisión, mas o menos obscena, de la Monarquía es un elemnto mas del conjunto de los que que van en esa línea: La revisión de los Estatutos; el adelgazamiento del Estado incluidos el ultraje a sus símbolos; la degradación de sus Poderes, colonizados especialmente Legislativo y Judicial; control del 4º Poder; la marginación de la Oposición oposición.... Todo encaja en esa línea. Venezuela, Ecuador, Bolivia o Cuba y la II República y la "memoria histórica" pueden ser, en cierta medida, nuestros nortes. Final: Extinción de la democracia liberal y representativa.

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27. SuaveLunes, 08/10/2007, 17:14 h.

Hablamos de consultas de autoderminación, si sirve para algo la monarquía, si hay deudas con las comunidades históricas, si el Estado oprime a estas comunidades, si Cataluña debe tener una selección nacional de hockey (y todas las demás detrás, claro)... ¡Qué bonito es vivir en un país en el que no hay problemas reales de los que ocuparse!

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26. CartLunes, 08/10/2007, 16:38 h.

Hola, creo que a la monarquia Española como forma política se le atribuyen equivocadamente los valores que posee Don Juan Carlos. El que el actual monarca tenga un comportamiento acertado no garantiza que en un futuro sus sucesores lo tengan. Los mismos beneficios de los que disfrutamos actualmente gracias a este comportamiento pueden volverse en perjuicios, no habiendo ninguna alternativa a esta situación.

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Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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