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Valor Añadido

Estados Unidos, esa nación tercermundista

@S. McCoy - 02/10/2007 nullh      Actualizado: 01/01/1970 nullh

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No es de extrañar lo que está ocurriendo en la bolsa americana estos días, que resiste los embates de una economía que se desacelera, un inmobiliario que se derrumba, un mercado crediticio que se colapsa y una moneda que se deprecia. No se trata sino de la manifestación de una realidad cada día más arraigada en el mundo económico general, realidad que puede pasar de coyuntural a estructural. Los países emergentes se han convertido, desde sus balances públicos y exteriores saneados, su acumulación de materias primas y reservas, y su posición competitiva global, en los nuevos baluartes de la economía mundial, mientras que Estados Unidos adopta el rol de nación tercermundista que depende en exceso del capital exterior, en un momento de contracción de crédito, y que necesita ser rescatada. Y los inversores están comprando esa historia, cuyo final, no es ni mucho menos obvio.

Así es. Estados Unidos cada vez reúne más características propias de las economías que tantos disgustos dieran a los inversores allá por finales de los 90. La puntilla final vendría de la más que previsible ralentización del consumo doméstico, que ya anticipan las encuestas de confianza. Con las ejecuciones hipotecarias a niveles máximos, la creación de empleo bostezando, el precio de la gasolina batiendo records y el coste de las importaciones penalizado por la constante devaluación de la moneda verde, en un entorno de repunte global de precios, los norteamericanos van a depender, cada día más, de sus exportaciones y los servicios para sostener niveles razonables de crecimiento económico. Hawai-Bombay, son dos paraísos.

Por el contrario, los países hasta ahora categorizados como emergentes, se encuentran en una dinámica que les permite capear el temporal con mucho más crédito del que afrontaban situaciones similares anteriores. Los superavits, tanto presupuestarios, gracias a los ingresos derivados de los recursos naturales, como de la balanza por cuenta corriente, al aprovecharse de sus ventajas competitivas, unido a una mayor ortodoxia financiera al profesionalizarse, con carácter general, su actividad tanto pública como privada, les están ayudando en el envite. La creación de unas clases medias consumidoras que permitan expandir la demanda interna, desarrollar el mercado de crédito, y reducir su dependencia exterior, son los factores que faltan para que se complete la cuadratura de un círculo que hace tan sólo un lustro parecía imposible. El 43% del PIB mundial ya es “emergente”.

Sin embargo, los datos son tozudos. Como lo es el comportamiento de las bolsas de aquellas naciones en vías de desarrollo que, pese a la ceguera de muchos, se encuentran ya muy cerca de llegar a la estación término de su proceso económico. Inasequibles al desaliento, han recuperado niveles casi con mayor rapidez que los perdieron, tanto en Asia como en Latinoamérica. Y no lo olvidemos, los mercados de acciones descuentan, a valor presente, expectativas futuras. De ahí que no sea de extrañar el rally de la bolsa americana y la preferencia de los inversores en ella por las exportadoras y el crecimiento frente al valor. Son las empresas de crecimiento las que más han apostado por la deslocalización y, por tanto, las que más se benefician de las bondades de las economías-antes-llamadas-emergentes, sin necesidad de que su producción sufra la desaceleración potencial de demanda que vive Estados Unidos.

Todo ello, sin menoscabo de que, la debilidad del dólar, alienta la posible compra de activos en aquel país por parte de inversores que, hasta ahora, se consideraban como destino y no como origen. Tanto los fondos soberanos, como los grandes conglomerados industriales que se han constituidos en estos últimos cinco años, están al acecho de las gangas que pudieran surgir en un Estados Unidos que muestra su preocupación a través de una renovada ola de proteccionismo legislativo.

Vivimos tiempos apasionantes. De verdad. Probablemente la hasta dentro de poco mayor economía del planeta no sea consciente desde su atalaya de prepotencia del cambio estructural que la dinámica económica global está imponiendo. A fuerza de ser sincero, creo que se trata de una interpretación probablemente excesiva que se acerca más a la leyenda que a la realidad. Pero todo cuento tiene su moraleja. Y éste también.

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@S. McCoy

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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