"Nunca pasa nada": por qué las bolsas ignoran (conscientemente) el polvorín de Oriente Medio
Las bolsas han encajado el choque entre Israel e Irán con una llamativa solidez que vuelve a evidenciar la creencia de que el mercado puede resistir casi cualquier amenaza
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En los últimos días, a medida que Israel e Irán han ido intercambiando golpes militares de desigual magnitud, se han multiplicado las voces que alertan del riesgo de una escalada sin precedentes. La beligerancia del gobierno de Israel, dispuesto a asestar un golpe decisivo al régimen iraní; las vacilaciones de EEUU, que no descarta respaldar la ofensiva israelí; y las amenazas de los acorralados líderes iraníes, que mantienen viva la baza del ataque nuclear mientras advierten de daños "duros e irreparables" han convencido a múltiples observadores de que este conflicto tiene el potencial de generar daños mucho más severos y de dimensiones globales que cualquier otra refriega de las que son usuales en la región. "Estamos más o menos todos sentados encima de un gran barril de pólvora", escribía el periodista Ilya U. Topper, hace apenas unos días, en El Confidencial.
En su opinión, "lo que está haciendo Israel amenaza con hacer saltar los fusibles que garantizan la tranquilidad de los mercados internacionales". Y sin embargo, pocos rastros pueden divisarse hoy en los mercados que inviten a pensar en que nos encontramos en ciernes de un "descalabro planetario".
En las seis sesiones transcurridas desde que Israel lanzó un enérgico ataque que decapitó a la cúpula militar de Irán, las bolsas mundiales han perdido un 1,5% de su valor, lo que no ha supuesto ni siquiera borrar todas las ganancias acumuladas en junio. Para el EuroStoxx 50, uno de los grandes índices más penalizados en el periodo, las caídas superiores al 2,3%, solo han supuesto rebajar sus avances anuales al entorno del 7%. Más llamativo, entre los mercados que mejor han resistido se sitúa el TA-35, el selectivo de la bolsa de Tel Aviv, que se mueve en zona de máximos históricos, tras sumar un 5,2% desde el pasado viernes.
La solidez con la que los mercados han encajado este nuevo episodio de tensión en el polvorín de Oriente Medio ha sido interpretada bajo la máxima del "nunca pasa nada" ("nothing ever happens", en inglés), una sentencia que en los últimos días se ha viralizado en diversos foros especializados en inversión.
Esta frase puede entenderse como la adopción entre los inversores de una actitud calmada, que les anima a evitar tomar decisiones precipitadas al calor de las tensiones geopolíticas, bajo la convicción de que estas suelen tener un impacto escaso en los parqués. Un estudio de los expertos de Deutsche Bank muestra que en los 32 grandes eventos geopolíticos que han golpeado a las bolsas desde 1939 (desde los avances de Alemania en la II Guerra Mundial al ataque de Hamás en Israel, pasando por la crisis de los misiles en Cuba, el embargo petrolero de 1973, los ataques terroristas del 11S o la guerra de Ucrania) las bolsas –medidas a partir de la referencia del S&P 500— tendieron a caer durante poco más de tres semanas (17 sesiones) antes de marcar un suelo, para recuperar todo lo perdido en las tres semanas posteriores. En los 12 meses siguientes al evento, el retorno medio supera el 13%.
"La historia nos muestra que tanto los mercados bursátiles como la renta fija tienden a recuperar su equilibrio tras este tipo de shocks, salvo en casos excepcionales como el de la crisis del petróleo de los años 70. En consecuencia, la actitud más razonable pasa por mantener la calma, conservar niveles adecuados de liquidez y estar preparados para identificar y aprovechar oportunidades que puedan surgir en momentos de corrección", explica en este sentido Pedro del Pozo, director de inversiones financieras en Mutualidad.
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En el caso concreto del choque entre Israel e Irán existen diversos argumentos para confiar en un impacto limitado en los mercados. Como han subrayado diversas casas de análisis, el principal canal de impacto de las hostilidades entre ambas naciones en la economía internacional y, por ende, en las bolsas son los precios del petróleo, termómetro oficioso de las tensiones en la región de Oriente Medio.
Con Irán capacitada para bloquear el flujo de petróleo por el estrecho de Ormuz –por donde fluye una quinta parte de la producción mundial–, la amenaza de una nueva crisis petrolera, como la que afectó al mundo en la década de 1970, vuelve a cernirse sobre la economía global.
Pero lo cierto es que, hasta la fecha, la cotización del crudo no ha dado razones para encender las alarmas. Es cierto que el barril de Brent acumula una revalorización del 7% desde el pasado viernes y se anota cerca de un 20% desde el comienzo del mes, cuando ya comenzaba a especularse con una ofensiva israelí contra el régimen de Teherán. Pero esta fuerte subida, que los expertos achacan más a una creciente prima de riesgo que al impacto real de la guerra en los flujos petroleros, ni siquiera ha supuesto borrar las pérdidas acumuladas desde inicio de año. A 76 dólares por barril, el Brent se encuentra muy lejos de los máximos alcanzados en otros escenarios de tensión, como al inicio de la guerra de Ucrania, cuando llegó a rebasar los 120 dólares.
A 76 dólares por barril, el Brent está muy por debajo de niveles alcanzados en otras crisis
No puede obviarse que el choque entre Israel e Irán se ha desatado en un momento de debilidad de los precios del petróleo, ante la atonía de la demanda y la decisión de la OPEP de elevar la producción, tras años de restricciones. Con capacidad ociosa aún en el mercado, son varios los expertos que consideran que habría margen para reemplazar la oferta de Irán, si esta acabara retirándose del mercado.
"Un aumento sostenido hasta unos 125 dólares por barril exigiría una reducción significativa de la capacidad exportadora del Golfo. Es poco probable que baste con dejar fuera de juego a Irán: su producción representa el 12% de la oferta de la OPEP y el 8% de la de la OPEP+. Pero otros productores del Golfo tienen capacidad de reserva y probablemente actuarían con rapidez para recuperar cuota de mercado", comenta Raphael Olszyna-Marzys, economista internacional en J. Safra Sarasin Sustainable AM.
Además, los expertos también recuerdan que tanto Israel como Irán tienen incentivos para evitar que su enfrentamiento se traduzca en un repunte agudo y sostenido de los precios energéticos. "El riesgo de que la producción y las exportaciones de petróleo se vean involucradas en el conflicto sigue siendo alto, pero no corresponde a nuestro escenario base, porque a) esto podría involucrar a otros países; b) existe presión sobre Irán e Israel para garantizar que esto no suceda; y c) las relaciones de Irán con otros estados del Golfo son mucho mejores que en el pasado", explican al respecto los expertos de Citi.
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Sin embargo, no faltan voces que advierten de que tras el fenómeno "nunca pasa nada" se percibe el mismo exceso de complacencia que ha caracterizado la actitud de los mercados en los últimos tiempos. Estos expertos advierten de la existencia de un amplio grupo de inversores que, alentados por los resultados de tres lustros de avances casi ininterrumpidos en las bolsas –especialmente en Wall Street–, tienden a desdeñar los riesgos de cualquier escenario, convencidos de que, en el peor de los casos, las bolsas conseguirán aguantar el envite y, tras un retroceso de corto plazo, recuperarán la dinámica alcista.
Se trata de un pensamiento labrado a través de episodios como el Brexit, la primera guerra comercial de Trump, la pandemia o la guerra de Ucrania, donde las tensiones financieras tuvieron un alcance limitado en el tiempo y dieron paso a recuperaciones aceleradas que superaron las previsiones más optimistas.
Los inversores parecen haber asumido rápidamente que este episodio tendrá un impacto similar en los mercados. Una visión que parecen respaldar la mayor parte de las casas de análisis: este viernes, firmas como Citi o Bank of America emitieron mensajes esperanzadores sobre la renta variable global y europea, mostrando que no prevén un daño severo de las actuales tensiones geopolíticas.
Del riesgo nuclear a Ormuz
Pero esta confianza puede enfrentarse a dos importantes obstáculos. Por un lado, está el peligro de que los escenarios más extremos, descartados por improbables, acaben materializándose. Un riesgo que crece a medida que los líderes iraníes vean en juego, en este conflicto, su propia supervivencia.
John Authers, columnista financiero de Bloomberg, se hacía eco en un artículo reciente de un esquema desarrollado por Andrew Bishop, de Signum Global Advisors, en el que otorgaba un 10% de probabilidades al escenario de que Irán posea armas nucleares y que acaben entrando en liza, lo que daría lugar al escenario más temible. Pero sin llegar a esos extremos, no parecen descartables del todo ni la implicación de Estados Unidos –con riesgo de forzar a otras potencias a tomar parte en el conflicto– ni la opción de que Irán use la baza del bloqueo en Ormuz, poniendo en juego alrededor de 20 millones de barriles diarios de crudo.
“En un escenario en el que un cierre provocara un aumento repentino del precio del petróleo hasta alrededor de los 130 dólares por barril, nuestro equipo macroeconómico proyecta que el crecimiento global estaría aproximadamente un 0,3 % por debajo de nuestra base actual en 2026, con una inflación del IPC mundial y estadounidense que alcanzaría un máximo cercano al 6 %. Creemos que la renta variable sufriría una fuerte caída en este escenario, conforme los inversores proyectan un entorno más estanflacionario”, advertían esta semana los expertos de Oxford Economics.
Oxford Economics cree que ni un barril a 130$ arrastraría la economía mundial a recesshônin
La propia firma británica restaba gravedad a este pronóstico al indicar que, incluso en ese escenario, parece poco probable que la economía global caiga en recesión, una visión que parece concordar con la de los expertos de Citi, que calculan que un mantenimiento de los precios actuales tendría un efecto limitado en la economía y la inflación europea.
Sin embargo –y aquí entra el segundo obstáculo con el que tendrá que lidiar la confianza de los inversores–, cualquier efecto negativo de las tensiones en Oriente Medio supondrá un añadido a un entorno ya muy convulso en el que se mueven desde hace meses empresas y consumidores, que aguardan el próximo vencimiento de la pausa arancelaria decretada por Trump sin evidencias de cuáles pueden ser sus próximos pasos.
Los mercados han venido lidiando con este confuso escenario comercial bajo la misma premisa de que "nunca pasa nada", lo que ha llevado a las bolsas -tras un agudo resbalón en los primeros días de abril– a situarse, nuevamente, en zona de máximos históricos, limitando así el margen para nuevas decepciones.
En este contexto, el incremento de las tensiones geopolíticas, con el encarecimiento de la energía y un presumible impacto inflacionario, que dificultaría aún más la tarea de los bancos centrales, puede representar no tanto un cambio radical de guion, como la puntilla que haga quebrar las costuras de un sistema económico ya sometido a profundas presiones.
Esta no parece ser la idea imperante entre los inversores. Y razones no parecen faltarles. Pero es pertinente recordar que, aunque casi nunca pasa nada, a veces sí. Y conviene estar preparado.
En los últimos días, a medida que Israel e Irán han ido intercambiando golpes militares de desigual magnitud, se han multiplicado las voces que alertan del riesgo de una escalada sin precedentes. La beligerancia del gobierno de Israel, dispuesto a asestar un golpe decisivo al régimen iraní; las vacilaciones de EEUU, que no descarta respaldar la ofensiva israelí; y las amenazas de los acorralados líderes iraníes, que mantienen viva la baza del ataque nuclear mientras advierten de daños "duros e irreparables" han convencido a múltiples observadores de que este conflicto tiene el potencial de generar daños mucho más severos y de dimensiones globales que cualquier otra refriega de las que son usuales en la región. "Estamos más o menos todos sentados encima de un gran barril de pólvora", escribía el periodista Ilya U. Topper, hace apenas unos días, en El Confidencial.