¿Fin de la inversión ESG? Trump 2.0 aboca la inversión responsable a un dilema existencial
La nueva política de Estados Unidos amenaza la tendencia en favor de la sostenibilidad de bancos y fondos. El sector financiero europeo tiene que significarse
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"El Green New Deal ha sido una desgracia". Este es uno de los mensajes que trasladó Donald Trump a Ana Botín y a otros banqueros en Davos. Además de prometerles más desregulación, también apuntó a revertir las políticas en favor de la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático. Los bancos y fondos estadounidenses han dejado las alianzas de cero emisiones, y el sector financiero europeo está en un momento en el que debe significarse en torno a la inversión ESG (criterios ambientales, sociales y de gobernanza, por sus siglas en inglés), cuyo empuje comercial se ha deteriorado.
Los principales bancos norteamericanos abandonaron la alianza bancaria de emisiones netas cero (NZBA, por sus siglas en inglés), en la que están casi todos los grandes bancos españoles y la mayoría de entidades europeas relevantes. BlackRock y otras gestoras también han dejado la alianza de gestoras (NZAMI).
El caso de BlackRock es paradigmático. La mayor gestora del mundo, con más de 11 billones (millones de millones) de dólares bajo gestión, asegura que no cambia nada en su estrategia: "A medida que los mercados en los que operamos se vuelven más complejos y con la evolución de muchas de estas alianzas, nuestra participación ha causado confusión y nos ha sometido a investigaciones legales por parte de varios funcionarios", aseguran desde BlackRock a este medio.
Pero el mensaje es muy potente. Larry Fink, CEO de BlackRock, publica cada año una carta muy influyente en el mundo de la inversión, en la que hasta hace poco defendía la necesidad de apoyar la transición energética hacia un modelo más verde. En 2021 apuntó que habría un potencial extra de crecimiento económico del 25%. Ahora, el discurso debe cambiar con Trump en la Casa Blanca, después de un periodo difícil para el gigante estadounidense con estados apostando por la sostenibilidad y otros totalmente en contra de esta práctica, según gobernaran demócratas o republicanos. Y había muchos mandatos milmillonarios en juego.
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En la Encuesta de Sentimiento de Mercado de El Confidencial de enero, el grueso de los gestores españoles considera que la inversión sostenible sufrirá un freno con el nuevo mandato de Trump, aunque seguirá habiendo hueco para el ESG.
Que el hombre más poderoso del mundo deteste la lucha contra el cambio climático no es un mensaje muy halagüeño para la inversión socialmente responsable, que siempre ha tenido más foco en la parte ambiental que en la social o de gobernanza (el caso Villarejo, por ejemplo, no penalizó a BBVA o Iberdrola como cuestiones climáticas han perjudicado a otras empresas). Pero tampoco ayuda que, en los últimos años, la percepción general es que las rentabilidades han sido más pobres. Esto se ha traducido en peores resultados comerciales.
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Como las ventas con la etiqueta ESG han empeorado, y el nuevo contexto político global no ayuda —por Trump y por incertidumbres geopolíticas que son inflacionarias para petróleo o armas—, muchas firmas dudan. La sostenibilidad ha sido la principal bandera de los discursos del grueso del sector financiero, pero algunas gestoras optan ahora por guardar silencio en pleno periodo de reflexión.
Dos de las tres principales gestoras españolas (Santander AM y BBVA AM) han rechazado opinar sobre el momentum del ESG y la amenaza desde la Casa Blanca para este artículo. Sí lo ha hecho CaixaBank AM, que es líder en el mercado español en fondos y, considera que sigue habiendo espacio para la sostenibilidad: "Nosotros estamos más centrados en el cliente minorista, y entendemos que, aunque este cliente no tiene un apetito específico por el ESG, sí que es receptivo y valora positivamente que integremos aspectos ESG en nuestro modelo de inversión".
También muchas internacionales que solían hablar de ESG con frecuencia guardan silencio. Ahora hay un dilema existencial y, sobre todo, comercial. Sí que han participado para el reportaje Arcano, BlackRock, Robeco, Carmignac, Bestinver, Triodos IM, BNP, Allianz, Generali IM, Vontobel, J Safra AM, M&G, CaixaBank AM y la propia BlackRock, cuyo mensaje ha pasado a ser ambiguo para dar cabida a los creyentes, ateos y agnósticos del ESG: "Los gestores de BlackRock continúan evaluando los riesgos materiales relacionados con el clima, junto con otros riesgos de inversión, en la prestación de servicios a los clientes".
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"La salida de algunas alianzas no solo está motivada por el cambio de liderazgo en Estados Unidos, sino que probablemente también refleje la incapacidad de alcanzar un enfoque de consenso", advierte John William Olsengestor, gestor de M&G, que recuerda que ha habido una sobrerregulación en sostenibilidad para evitar casos de falso marketing (greenwashing) que están siendo desincentivadora para la tendencia hacia más sostenibilidad.
La gran paradoja es que Trump está suponiendo una amenaza para el ESG, pero su primer mandato coincidió con el periodo de eclosión de la inversión sostenible. "La inversión se triplicó, aunque en Estados Unidos solo representa el 10% de los activos sostenibles globales, y el crecimiento de la producción de electricidad renovable pasó del 17% al 21%", recuerda Lloyd McAllister, director de inversión sostenible de Carmignac.
En cualquier caso, el golpe al ESG no es solo de palabra. "La paralización de 300.000 millones de dólares en financiación de infraestructuras verdes en Estados Unidos es un importante obstáculo. A pesar de ello, a nivel estatal todavía se persiguen objetivos de emisiones en Estados Unidos", recuerdan desde Vontobel. Aunque solo Europa requerirá de inversiones de 30 billones de dólares hasta 2050 en energías verdes para su compromiso de una economía de cero emisiones netas, añade Umberto Tamburrino, CEO de Sosteneo, parte de Generali Investments: en 2024 se invirtieron en todo el mundo 2 billones. Las renovables siguen ganando cuota, pero solo el 25% de los inversores ha dejado de financiar proyectos de carbón, petróleo y gas.
Además, Asia podría compensar una reducción potencial de las inversiones sostenibles desde Estados Unidos, indica Carola van Lamoen, jefa de inversión sostenible de Robeco: "China ofrece un ejemplo interesante. Aunque sigue siendo el mayor emisor de CO2 del mundo, también se ha convertido en un líder global en inversión y desarrollo de energía renovable".
¿Menor rentabilidad?
La invasión de Ucrania disparó los beneficios de compañías vetadas total o parcialmente por los inversores sostenibles en sectores como petróleo, carbón, gas o armamento. "Estos sectores normalmente están infraponderados en los fondos sostenibles. En años anteriores, vimos mayores retornos en muchos de los fondos sostenibles, por lo que el rendimiento en un año determinado o en un período corto fluctuará, pero el interés de los inversores en ESG sigue siendo alto, y seguimos creyendo que obtendrán mejores retornos a largo plazo", apunta Matt Christensen, director global de inversión sostenible e impacto de Allianz Global Investors. La percepción de que el ESG es menos rentable "es cortoplacista", aseveran desde CaixaBank AM.
La merma de retornos por invertir de forma sostenible se vio, especialmente, en 2022 y 2023. En 2024 no está tan clara la superioridad de los fondos no ESG. El índice MSCI ACWI ESG Leaders superó al MSCI ACWI en casi un 2%, y el MSCI EM ESG Leaders superó al MSCI EM en un 8%, mientras que en Estados Unidos el MSCI con etiqueta sostenible fue un 1% peor, recuerda Lloyd McAllister, director de inversión sostenible de Carmignac. En bonos, en los mercados emergentes hubo mejores rentabilidades entre los fondos ESG, pero no en el resto.
"Algunos inversores creen que las restricciones de cualquier tipo (venidas por la sostenibilidad u otras) conducen a una menor rentabilidad", opina Alex Bernhardt, director global de análisis sostenible de BNP Paribas AM. "La integración de criterios ESG puede mejorar la forma de invertir. Los participantes del mercado interpretan y tienen en cuenta las consideraciones ESG de diferentes maneras. Esto, unido a la falta de consistencia en la divulgación de información por parte de las empresas, puede dar lugar a ineficiencias del mercado que a su vez pueden crear oportunidades para los inversores expertos en ESG", añade.
Así, la diferencia en la rentabilidad según si hay o no etiqueta sostenible no es evidente. "Se han hecho análisis, pero no son concluyentes. Pero si a largo plazo hay más coste, es más probable que haya menos rentabilidad, y los fondos sostenibles suelen tener más costes por la necesidad de tener más análisis de la información de las empresas", comenta Carlota Corral, directora de inversiones de Indexa.
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Para otros expertos, los mayores costes se compensan con un menor riesgo por cuestiones climáticas, de gobernanza o sociales. "En Davos, la mayoría de riesgos mencionados desde una perspectiva de 10 años estaban relacionados con la sostenibilidad. Son tendencias que superan la duración de un mandato presidencial", arguye Daniel Wild, responsable de sostenibilidad de J. Safra Sarasin AM. En la misma línea, Teresa González Barreda, responsable de sostenibilidad de Arcano Partners, considera que "la inversión ESG va más allá de excluir sectores nocivos. El análisis de cuestiones sociales, ambientales y de buen gobierno puede impactar en una empresa y, en consecuencia, en su rentabilidad. Permite tomar decisiones más informadas".
En los años previos al covid, la superioridad del ESG fue clara en términos comerciales y de rendimiento. La gestora española azValor, una de las principales firmas independientes, cargó en enero de 2020 contra la inversión sostenible por considerar que era "una moda" que provoca "enormes e inexplicables disparidades de valoración en el mercado".
AzValor nunca se subió al carro de la sostenibilidad, y tras años difíciles en cuanto a sus resultados, acabó sacando rédito con la inflación de costes energéticos a su apuesta por el uranio o el cobre. Ahora lleva dos años con peor desempeño que el mercado. Mejor le está yendo últimamente a Bestinver, la principal gestora independiente española, que sí está a favor de la sostenibilidad: "Más allá de la volatilidad a corto plazo que pueda generar la situación geopolítica actual, el mercado y la sociedad se encuentran en constante transformación, y consideramos que los modelos de negocio que tienen en cuenta la sostenibilidad en sus actividades deberían estar mejor posicionados para generar valor a largo plazo de forma consistente en el tiempo", opinan en la gestora de Acciona.
Sin embargo, azValor ha captado más dinero que Bestinver en los dos últimos años. Y, en general, toda la industria no ESG. Indexa, de hecho, lleva dos años ofreciendo carteras indexadas con sostenibilidad. En enero de 2025, solo el 10,2% de los nuevos inversores optó por el ESG, porcentaje que ha caído desde el 12% de un año antes. Es cierto que Indexa vende un perfil de inversión basado en la diversificación y en costes reducidos, y que las carteras ESG tienen más coste (el doble, 0,16% frente al 0,08%, de media) y menos diversificación, aunque por ahora empatan en rentabilidad.
El nuevo ciclo dista mucho del que había habido hasta la invasión de Ucrania y el shock energético
La tendencia general no es muy positiva en términos comerciales, por eso hay dudas en muchas grandes casas. Los fondos europeos ESG pueden clasificarse como artículo 8 (siguen criterios de sostenibilidad) o artículo 9 (van un paso más allá, buscando impacto). Estos últimos sufrieron reembolsos netos de 7.300 millones de euros en el cuarto trimestre de 2024, según datos de Morningstar citados por Bloomberg. En el mercado español, los fondos de artículo 8 o 9 captaron 8.000 millones netos, frente a los más de 30.000 millones del resto, según estadísticas facilitadas por Morningstar, a pesar de que en número de fondos, es mitad y mitad.
El nuevo ciclo dista mucho del que había habido hasta la invasión de Ucrania y el shock energético. Ya sea por principios, marketing, o una mezcla de ambas cosas, la sostenibilidad y la etiqueta ESG habían estado en el centro del discurso de fondos y bancos de todo el mundo durante varios años. La inversión ha estado yendo hacia un enfoque ESG a escala global. Ha habido un círculo virtuoso a favor de la sostenibilidad, creyeran o no sus protagonistas en ella, que Trump podría romper.
Para las gestoras, ha sido una vía para mejorar sus ventas o defenderse del crecimiento de la gestión pasiva —forma de invertir que replica a un índice o cesta de activos—. La baza comercial era que quizás un fondo de gestión activa no bata al índice —casi ninguno lo hace en la mayoría de activos—, pero puede presumir de sostenibilidad. De hecho, las gestoras tuvieron una época de apostar por productos temáticos para combatir a la gestión pasiva, y finalmente se decantaron por la etiqueta ESG. Aunque en los últimos años algunos actores de la gestión pasiva también han ofrecido inversión sostenible. Y para bancos y empresas, ser más sostenible es una vía para recibir más interés inversor de los institucionales ESG.
La banca europea sigue en la ola verde
Los bancos también han apostado por ser más sostenibles e incrementar la cuota de financiación verde en su balance. Esto les ha servido para evitar el riesgo de penalizaciones de los reguladores, cada vez más preocupados por el impacto climático —fenómenos como la DANA son ejemplo de pérdidas millonarias—, y para financiar proyectos de renovables a tipos más altos que el margen medio que obtienen por la cartera total de crédito.
La regulación empuja hacia el ESG a los bancos europeos en compromisos similares que la alianza que han abandonado los competidores estadounidenses. Aun así, los bancos están adaptando su lenguaje a un equilibrio entre las quejas por el exceso de regulación y la apuesta por la financiación sostenible. Ven una necesidad de inversión en energías verdes y una menor competencia potencial desde Estados Unidos, donde las entidades tienen más músculo para financiar grandes inversiones. Un ejemplo de esto es cómo los bancos españoles están prometiendo grandes cifras de financiación verde o están buscando nuevos mercados alternativos al español para generar negocio, como el italiano.
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Santander tiene una meta de alcanzar los 220.000 en financiación verde en 2030. Por ahora, ha llegado a 139.400 millones, por encima del objetivo marcado para 2025 de 120.000 millones. Pero pide más flexibilidad en la regulación: "No se puede exigir que los bancos europeos tengan el mismo requerimiento al financiar una hipoteca en Países Bajos o España que en México o Brasil. Vamos a seguir apoyando una transición energética justa", señaló este miércoles Ana Botín, presidenta del Santander.
Detrás de este mensaje, que ya hicieron llegar los bancos a Pedro Sánchez en Davos en una reunión en la que participaron las principales energéticas españolas, está la idea de que se flexibilice la regulación para no penalizar la financiación a sectores o países que están más atrás en la transición energética, pero que están progresando.
Bancos y fondos se quejan de que cada vez es más exigente la regulación. "La normativa actual de la UE en materia de sostenibilidad, aunque busca la transparencia, se ha vuelto excesivamente compleja, y beneficia más a las consultoras que a impulsar un cambio real", alerta Joeri de Wilde, estratega de inversión de Triodos IM.
En cualquier caso, siguen los mensajes en favor de la financiación sostenible. Unicaja ha incluido objetivos de sostenibilidad en su plan estratégico y CaixaBank ha prometido movilizar 100.000 millones en tres años. Carlos Torres, presidente de BBVA, fue muy claro en favor del ESG: "Vemos una oportunidad enorme, y no creemos que el cambio de políticas o posicionamiento vaya a afectar, porque hay que financiar las tecnologías y energías limpias".
"El Green New Deal ha sido una desgracia". Este es uno de los mensajes que trasladó Donald Trump a Ana Botín y a otros banqueros en Davos. Además de prometerles más desregulación, también apuntó a revertir las políticas en favor de la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático. Los bancos y fondos estadounidenses han dejado las alianzas de cero emisiones, y el sector financiero europeo está en un momento en el que debe significarse en torno a la inversión ESG (criterios ambientales, sociales y de gobernanza, por sus siglas en inglés), cuyo empuje comercial se ha deteriorado.