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¿Puede Europa prescindir del gas ruso? Estos son los obstáculos a los que se enfrenta

Por EC Brands

La Unión Europea tiene un objetivo: lograr la neutralidad de carbono para el año 2050. Es decir, para mediados de siglo la economía europea tiene que ser capaz de absorber al menos la misma cantidad de CO2 que libera a la atmósfera.

Para conseguirlo, los países comunitarios llevan años sustituyendo sus viejas centrales de carbón por energías renovables. Además, otros países como España o Alemania también quieren sustituir su parque nuclear. Por ejemplo, en el caso alemán, hasta hace apenas diez años este país tenía 17 reactores en funcionamiento. Hoy solo cuenta con tres.

Pese a ello, el 70% de todo el consumo energético de la Unión Europea sigue teniendo como origen los combustibles fósiles. En parte porque el consumo de gas natural, según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), ha estado creciendo durante los últimos cinco años.

El gas natural, ¿una alternativa?

¿Por qué? Fundamentalmente porque las renovables tienen el problema de no ser constantes. Evidentemente no sopla el viento ni hace sol las 24 horas del día, así que hoy por hoy estas energías necesitan una fuente de respaldo. Y justo aquí es donde aparece en escena el gas natural, que es considerado el combustible fósil más limpio. Pero la Unión Europea apenas produce gas natural, así que cada año tiene que importar el equivalente a 3.660 TWh de energía. El 45% de todo este gas procede directamente de Rusia.

Y ahora, a tenor del reciente conflicto en Ucrania y del choque político entre Washington, Bruselas y Moscú, una pregunta ha cobrado protagonismo: ¿Podrían las economías europeas sustituir el gas que reciben del gigante ruso si llegado el caso este país decidiera reducir o incluso cortar el suministro?

La UE dispone de infraestructuras para disponer de gas natural, pero hay poco margen para aumentar la oferta

En principio se podría decir que sí. Por un lado, los países de la Unión Europea tienen infraestructuras suficientes para incrementar en más de 1.700 TWh sus importaciones de gas del resto del mundo. También podrían tomar otras medidas como retrasar el cierre de las centrales nucleares o, transitoriamente, volver a utilizar algunas centrales de carbón. Esto podría aportar otros 400 TWh. En total hablamos de unos 2.100 TWh de margen, que representan el 125% de las importaciones de gas ruso.

Sin embargo, la realidad es diferente. Y es que el problema no está en la infraestructura, sino en el propio gas: por la falta de inversión, el mercado está muy tensionado y los grandes exportadores ya trabajan a pleno rendimiento, así que hay poco margen para aumentar la oferta. En segundo lugar, la infraestructura europea es grande, pero está mal conectada entre sí, así que la capacidad de países como España, por ejemplo, apenas se podría utilizar.

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